LFC / Foto: Facundo Pousa |
COBERTURA COSQUIN ROCK
Por Néstor Pousa
La edición que acaba de
finalizar del Festival Cosquín Rock será recordada como una de las más
ambiciosas en tiempos difíciles, pero se recordará también como la más retro de
un ciclo que siempre se especializó en mostrar lo más novedoso de la escena nacional. Esta aseveración no solamente se sustenta en la
programación del Escenario Temático (el segundo en magnitud montado en el
aeródromo de Santa María de Punilla), dedicado este año a la celebración de los
50 años de Rock Nacional, con figuras
históricas de todas las décadas, sino también se fundamenta en la inclusión de bandas
que redondeaban aniversarios, como Los Pericos y los uruguayos de La Vela
Puerca. Hubo referencias a bandas muy influyentes como Patricio Rey y sus
Redonditos de Ricota y Sumo, regresos de Los Violadores, Los Guarros y un
homenaje a Juanse, ex líder de Ratones Paranoicos.
¿Podría asegurarse
entonces que esta fue una puesta deliberadamente retro? Quien responde es el factótum
del titánico festival, José Palazzo: “Un día charlando con (el periodista)
Víctor Pintos me dijo ‘Sabías que son los 50 años de rock nacional’. Entonces
empecé a llamar a los músicos, llamo a Javier Martínez al celular que me dice: ¿Palazzo?, sí, como andás, ¿me vas a invitar al Cosquín después de 17 años que
nunca me llamaste?, y me dio mucha vergüenza que nunca había invitado a un
Manal. Pero bueno, son esas cosas. Y los llamé personalmente a cada uno y
después recién me contacté con sus managers y así se empezó a armar esta bola”,
se expresa el productor, que admite ante la pregunta del cronista que esta
edición tuvo una “pincelada retro”.
Pil Trafa / Foto: Facundo Pousa |
La jornada sabatina tuvo una particularidad. Cerraban el principal de esa primera noche (25/02) el tándem rockero de Guasones y Ciro y Los Persas, un hecho que por fin pudo develar la incógnita de dos de las bandas que animarán el regreso de La Falda Rock 2017, el próximo 14 y 15 de abril. Fue también el día elegido por las huestes del heavy metal, ya que por el temático transitaron Malón, Exiter, Carajo, Horcas, Viticus, Lovorne y muchos más.
Skay |
El domingo 26 ese mismo espacio nos esperaba con reggae y un atractivo programa en el principal que puntualmente a las 17:40 era abordado por Jóvenes Pordioseros con Toti Iglesias, uno de los más carismáticos frontman del rock criollo. Los Caligaris daban la bienvenida a propios y extraños por considerarse anfitriones del evento. Entre el público de primera línea no quedó remera sin teñir cuando desparramaron pintura y globos, como tampoco durante su set quedó nadie sin bailar. Seguían Los Cafres efectivos como siempre, La Vela Puerca festejando 20 años de escenarios, repasando discografía, pero poniendo énfasis en A contraluz, su fundamental disco fechado en 2004. Skay desplegó todo su oficio al frente de una banda muy efectiva y un repertorio a veces enigmático y en otras explosivo. Es inevitable, cuando repasa, a su modo, canciones de Los Redondos (por caso El pibe de los astilleros y la infaltable Ji ji ji) el pogo explota. Aunque justo es reconocer que, de la etapa solista, Oda a la sin nombre también da la talla de hit. Impecable lo del guitarrista que se salteó la edición anterior, demora que hizo más esperado este “regreso”.
Los genios del dub. El cierre del domingo fue el debut de
una de las bandas más esperadas en este ciclo: Los Fabulosos Cadillacs. “Tenían muchas reticencias de venir a
tocar al festival. Nunca me voy a olvidar que Gustavo Cerati nunca quiso venir
al festival porque tenía temor por el público ¡mirá que boludez, le hubiera ido
bárbaro! Eran otras épocas, también. Y los Cadillacs tenían ese pequeño temor,
sin embargo se despejaron todas las dudas”, nos revelaba Palazzo. Y fue así, el
show de los comandados por Vicentico y Sr. Flavio ofrecieron un show demoledor
con todos sus éxitos, mezclados con algunos momentos de su obra más reciente, el disco
conceptual La salvación de Solo
y Juan, facturado en 2016. Con el regreso del polémico Sergio
Rotman (alguna vez manifestó que no volvería a LFC ni aunque fuera la última
banda del mundo), más el fichaje de Florian Fernández Capello (sobrio), hijo del
cantante, en guitarra y Astor Cianciarulo (a la Kurt Cobain) en batería y bajo;
repasaron durante casi dos horas clásicos disfrutables hasta para un no
iniciado en la historia de la banda. Demasiada
presión, El genio del dub, Manuel Santillán, Calaveras y diablitos, Siguiendo
la luna, Carmela, Mal bicho, Carnaval toda la vida, Matador,
Vasos vacíos y Satánico Dr. Cadillac, hicieron mecer y bailar hasta las piedras.
De los estrenos, El fantasma,
La Tormenta y El Profesor Galindez, ya se perfilan como clásicos. La primera
palabra que se me ocurre es respeto, por una banda que por trayectoria,
repertorio y rendimiento se ganó merecidamente su estatus actual.
Javier Martínez / Foto: Facundo Pousa |
Fue entonces que
apareció Javier Martínez, poeta urbano, autor de las más certeras letras
de blues local y baterista del legendario trío Manal. Hombre de reconocido
carácter (las diferencias con su ex compañero de banda siguen intactas) despotricó
por el poco tiempo que le asignaron. “Espero volver para hacer un show de 2
horas”, se quejó, pero antes repasó a modo de jam sessions páginas gloriosas: No
pibe, Una casa con diez pinos, Jugo de tomate, para el primer delirio
de una larga jornada.
Lo sucedió Ricardo
Soulé que alternó clásicos de Vox Dei con temas de reciente producción con La
Bestia Emplumada, la banda que lo respalda. De singular atuendo para un
concierto de rock, Soulé alcanzó picos de emoción con Jeremías, Ritmo y blues con
armónica y el Génesis. A esa
misma hora, 900 metros hacia el norte, pisaba el escenario principal Carl
Palmer, baterista de Emerson, Lake & Palmer, emblemática banda de
sinfo-rock progresivo, un verdadero lujo de esta edición.
Cada día más loca (a confesión de partes) irrumpió Celeste Carballo y volamos al principal a presenciar el regreso de Los Guarros modelo 2017. A esa altura de la tarde ya se notaba una mayor convocatoria en el segundo escenario, mientras que en las carpas, el hangar y en La Casita del Blues (esa noche tocaba Botafogo) el deambular de gente era incesante. Nadie quería desaprovechar nada de la variada y amplísima oferta.
Mientras el Principal
recibía el punk de Los Violadores en el otro extremo Fabi Cantilo, encantadora
como siempre, y Fito Páez, mucho menos áspero que en otras visitas, se mandaban
el tándem de mayor convocatoria. Fue cuando el temático se devoró al principal,
en convocatoria de gente, en euforia y, por qué no, en calidad artística. Fabi
concedió clásicos de Rock Nacional a la manera de Inconsciente colectivo y En
la vereda del sol (sus álbumes de versiones) y Fito un set tremendamente
rockero con joyas como: Gente sin swing,
Al lado del camino, Polaroid de locura ordinaria y su
versión noise de Ciudad de pobres corazones. Todos coincidían: el rosarino fue lo
mejor de toda la jornada.
David Lebón |
Con saldo a favor #CR17
se desvanecía en la madrugada del martes de carnaval con La Beriso copando el principal y en frente Los Twist de Pipo Cipolatti con su música dislocada cargada de
mensajes cifrados hoy ya develados. Para entonces la mayoría del público, cual aves migratorias, habían cambiado de escenario. Era una lucha de David contra Goliat tan propia de estos
mega-eventos.
Fotos: Facundo Pousa
Fotos: Facundo Pousa
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