sábado, 28 de septiembre de 2013

Miguel Mateos: casi como la primera vez

El exlíder de Zas llegó a Córdoba para presentar su flamante trabajo “La alegría ha vuelto a la ciudad” ante un millar de fans de la primera hora.

RECITALES  

Por Néstor Pousa                                                                                                 
Los que compraron tickets para Miguel Mateos en Plaza de la Música, la gran mayoría fans de la primera hora, seguramente imaginaron un show plagado de hits, aquellos viejos hits que marcaron a fuego la década del ‘80. En el primer lustro de ese decenio Mateos fue uno de sus protagonistas fundamentales al frente de su banda Zas, a la que por híper protagonismo rápidamente rebautizó adosándole su nombre propio. Desde ese momento fue Miguel Mateos-Zas y la seguidilla de canciones que lograron imponer caracterizaron una época que hoy es revalorizada.
Por eso para muchos habrá sido una sorpresa que Miguel no haya elegido guarecerse en la comodidad de sus éxitos, y en cambio mostrar un repertorio ecléctico y novedoso. Había una razón, la fecha era la presentación oficial en Córdoba de “La alegría ha vuelto a la ciudad”, su flamante trabajo. Un disco con catorce canciones a estrenar que están atravesadas por el amor como eje temático y por los opuestos que se complementan, el yin y el yang, como concepto omnipresente en las letras, en la escenografía y en las imágenes que devuelven las pantallas de video.
Asumiendo el riesgo, ni bien iniciado el concierto mandó al frente un triplete de canciones nuevas: Loco (declaración de amor con guitarras distorsionadas que abre el disco y el show), Darlin (balada inspirada en un video apócrifo sobre la pareja ícono del rock, John y Yoko) y Un yin para un yang (primer corte de difusión por mérito propio).
Si había dudas que el público esperaba escuchar los temas más conocidos, bastó escuchar la exclamación que provocó en la audiencia cuando Mateos anunció que con el próximo tema iban a retroceder en el tiempo. Aún así el repaso por su extenso repertorio lejos de caer en obviedades tuvo un criterio amplio y de rescate en algunos casos, privilegiando sus favoritas o algunas que hacía mucho tiempo que no tocaba en vivo. Hablando con mi ángel, Tengo que parar, Estoy tan bien que no me doy cuenta de lo mal que estoy, Malos pensamientos, Mi sombra en la pared, Beso francés, fueron intercalándose con más estrenos: Sellado con un beso (que bien podría ser la pista de sonido del teleteatro de la tarde), Sólo amor (típica historia “chico pobre-chica rica”, pero con guiños de actualidad), El ritmo del corazón (una canción inocente donde filtra la frase “Todos quieren ser invitados en la mesa del gobierno”) y Wonderland (su enésima metáfora sobre el país).
Miguel Mateos siempre fue una rara avis en el mundillo del rock, el desmesurado suceso que consiguió no fue proporcional a su prestigio o reconocimiento entre sus pares. Siempre fue observado, o al menos eso pareció, por sus liricas costumbristas descriptivas con referencias que a veces rozan lo rebuscado; por su estilo afectado de hablar y cantar que a muchos no le cabe y por su carácter díscolo de muchacho malo capaz de enfrentar él solo a una turba enardecida. Tal vez no le perdonaron el éxito y su autoexilio de casi cinco años no ayudó demasiado. Como sea nunca se durmió en los laureles y siguió pergeñando una música que no traicionara su estilo. Este nuevo disco es la prueba, y cualquiera de las ocho canciones que presentó en Córdoba bien podrían consagrarse como alguna de sus antecesoras, les juega en contra que el contexto ya no es el mismo.
¿Y los fans de la primera hora, qué? Finalmente tuvieron su momento “rockas vivas” aunque debieron esperar más de dos horas para que recién en los terceros bises aparecieran los repasos por Mundo feliz, Un poco de satisfacción, Sólo una noche más y (el más pedido) Tirá para arriba.
Y valió la espera, porque si bien es cierto que nunca es como la primera vez, como certifica en otra de las nuevas canciones, Mateos no perdió ninguno de los atributos (entiéndase virtudes, pero también vicios) que lo tienen en escena desde hace más de tres décadas. Esta nueva escala por Córdoba fue una demostración irrefutable de ello.-

Fecha: jueves 26/09/13
Sala: Plaza de la Música
Formato: auditorio
Asistencia: 1000 personas

domingo, 8 de septiembre de 2013

Baglietto-Vitale: la pequeña sociedad

RECITALES  

Por Néstor Pousa

Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale se conocen desde hace mucho tiempo y se entienden de memoria. Esta pequeña sociedad (término que en fútbol patentó el Flaco Menotti) que nació casi de casualidad hace poco más de 20 años no necesita más elementos que ellos dos para maravillar. Se nota desde el inicio del concierto con una sección de tangos en un escenario todavía a media luz. Se escucharán Grisel, Renaceré, Naranjo en flor y Nada, con el dúo en su estado puro al que luego se le sumarán elementos hasta convertir a la banda en un noneto con violín, cello, flauta traversa y clarinete (“la orquestita” como la llaman de entrecasa). Con este nuevo formato aparecen otros grandes momentos de los que seleccioné dos, las magistrales relecturas de El otro cambio los que se fueron (de Nebbia) y la baguala D.L.G. que Fito Páez grabó para su segundo disco, Giros.  
El show del sábado 7 de septiembre en Sala de las Américas (Ciudad Universitaria) reunió partes iguales de sus recientes cd/dvd: Más de lo mismo (2011) y Clásicos y acústicos (2012); y anticipó el próximo lanzamiento de Postales del nuevo mundo, un disco de canciones latinoamericanas (de autores como Juan Luis Guerra, Chabuca Granda, Silvio Rodríguez y José Alfredo Giménez, entre otros) que cerrará la trilogía iniciada con Postales de este lado del mundo (1991) y Postales del alma (1999).
La obra de Baglietto (voz, guitarras y accesorios de percusión) y Vitale (piano, teclados, coros y operación de sonido) adquiere la forma de un perfecto corpus de canciones que remiten a prestigiosos autores y compositores de, precisamente, “este lado del mundo”. Un repertorio en el que se mueven a placer y en el que pueden pasar del frenesí y la poesía urbana a transitar por paisajes rurales, sin perder un milímetro de credibilidad. Vaya como muestra dos verdaderas creaciones que no envejecieron: El príncipe del manicomio (Abonizio) y Piedra y camino (Yupanqui), que pusieron de pie a la sala.
Juan lleva el relato argumental entre canción y canción, y se emociona al presentar a “Un gran cantante y mejor baterista” (sic), Julián Baglietto, su hijo, con quien interpretará Yo era el capitán, de otro de sus autores predilectos, Roque Narvaja. En tanto Lito, atrincherado en su mini laboratorio de perillas y fiel a su histórica autogestión, únicamente pronunciará palabra para anunciar que a la salida se pueden comprar los discos que ambos firmarán. Esta nueva visita del binomio a Córdoba, la cuarta del año, no trajo demasiadas sorpresas pero sí las ovaciones de siempre para un repertorio tan clásico como acústico y tan ecléctico como impecablemente tocado.-

Fecha: sábado 07/09/2013
Lugar: Sala de las Américas (Ciudad Universitaria)
Asistencia: 1000 personas