Por Néstor Pousa
Kapanga de la mano de
su frontman Martín Mono Fabio es un
compendio de frases ocurrentes y guiños satíricos a otros músicos y otras
músicas. Siempre basaron su propuesta y popularidad en ese rasgo único que
desarrollaron como ninguna otra banda del rock nacional. Musicalmente están tipificados como la banda
de rock más cuartetera, o la banda de cuarteto más rockera, da igual, donde el
bajo marca el tunga-tunga base del estilo cordobés por excelencia, mientras que
Miguel de Luna Campos (Maikel) desde su guitarra tira unos riffs incendiarios
propios de AC/DC.
Acumulan un repertorio
respetable luego de 21 años de trayectoria que, según confiesan, ni ellos mismos
pueden creer hasta donde llegaron. Por lo tanto es difícil predecir hacia donde
van. Mientras tanto cada concierto desborda en una fiesta.
Los Kapanga, integrando
la cartelera de La Falda bajo las
estrellas, son de esos artistas que aportan un público propio al ciclo
(otras que lo hicieron fueron Los Cafres y Los Pericos, en la temporada pasada),
entonces la audiencia no está integrada únicamente por público ocasional que
pasaba vio luz y se quedó. Kapanga tuvo la virtud de poner la noche del viernes
en “modo festival” por la euforia de los cientos de kapangueros que se
llegaron deliberadamente a presenciar el recital con el double-bonus de no
tener que desembolsar ni un centavo por el ticket que era libre y gratuito y
poder verlos muy de cerca, casi cara a cara. Bondades que ofrece este clásico
evento veraniego.
Con todas las
condiciones a favor, a excepción del sonido que no estuvo a la altura del
espectáculo (increíble, si agregamos el dato de que la consola estuvo operada por
el sonidista que viajó con la banda), el Mono y su gente desplegaron sin
retacear todo su arsenal discursivo de bufones del rock, parodiando a Led
Zeppelin en la intro de Rock, o gastando
a Fito Páez con la letra de En el camino;
así como simularon ser The Beatles en la portada del disco Un asado en Abbey Road de 1999. Los Kapanga no dejan títere con
cabeza y no paran, tiran una tras otra en modo stand-up. Responsablemente advierten que el pogo al pie del
escenario puede resultar riesgoso para niños y personas mayores que entonces optan
por mirar desde más lejos. El Mono se irrita mal cuando alguien desde abajo
acusa que le robaron la billetera. “A
esos estúpidos habría que cortarle la mano como en China”, vocifera, y
advirtiendo que se estaba pasando de rosca, se rescata: “Sonó re facho lo que
dije, pero bueno, ¿no estuvo Hitler aquí”, convirtiendo la arenga anti-punga en
una humorada más.
Al catálogo de grandes
éxitos que repasaron: Ramón, Desearía, Universal y Fumar, este
último con Miki Rodríguez (ex Los Piojos y actualmente viviendo en San Marcos
Sierra) en el bajo y Tobías, hijo del Mono, en guitarra eléctrica; le
sumaron títulos de Motormusica, su
más reciente disco publicado en 2015. Se escucharon: Juntos, en el que toma la posta vocal Maikel; Mis amigos, que fuera grabado junto a Los Auténticos Decadentes, y Motormusica. El tema que titula la placa
demuestra que también pueden componer en serio aunque no sean los que el
público prefiera a la hora de poguear. Para eso están Me mata y El mono relojero,
que aunque con el tiempo perdió su efecto contestatario (ya nadie se va a
dormir a las 3 a.m. porque a algún gobernador de turno se le ocurra) sigue
operando como un hit infalible.
“¿La Falda quiere rock?...”, espetó el Mono en el inicio del show. ¡Qué buena pregunta, Martín!... a solo dos meses y medio del regreso del célebre festival faldense.
“¿La Falda quiere rock?...”, espetó el Mono en el inicio del show. ¡Qué buena pregunta, Martín!... a solo dos meses y medio del regreso del célebre festival faldense.
Fotos: Gabriel Hamie
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