viernes, 4 de septiembre de 2015

Un sueño stereo que se terminó

Por Néstor Pousa

Cuando hace exactamente 30 años se publicaba el álbum debut de una banda llamada Soda Stereo debo reconocer que fuimos muchos los que mirábamos con desconfianza el fenómeno. La estética, y canciones como ¿Por qué no puedo ser del jet set? o Sobredosis de T.V. sonaban muy livianitas y parecía que no podían ni siquiera arrancar al lado de las que, publicadas en ese mismo año, aparecían en discos como Piano Bar de Charly García; Madre en años luz de Spinetta Jade; e inclusive en Del ’63, el debut solista del rosarino Fito Páez.  
Hasta el nombre Soda Stereo resultaba algo ridículo para el riguroso rockero medio argentino. No obstante, había algo que nos decía que teníamos que estar muy atentos a esos tres pibes de pelos batidos con litros de spray encima.  No habría que esperar demasiado para corroborar esta presunción, tan sólo un año después cuando la banda publicaba Nada personal, su segundo trabajo, ya se perfilaba una más que interesante evolución en las letras de Cuando pase el temblor -uno de sus grandes hits de todos los tiempos- o Juegos de seducción, que confirmaban que no eran un grupo descartable o un proyecto nada más que para discotecas, y empezaron a ganarse un respeto que se iría consolidando durante toda su carrera sin que se verifique un retroceso.
Si bien los afiches y volantes de la sexta edición del Festival de Rock de La Falda '85 los mostraba entre sus artistas, el debut del trío en este legendario festival recién se materializó un año después, en el verano de 1986, durante lo que se conoció como El Festival del Siglo.  Ocurrió en la noche del sábado 11 de febrero y Soda fue uno de los números sobresalientes de una agenda dominada por la música pop en la noche con record absoluto de asistencia que registra la historia del mítico auditorio municipal faldense. Soda Stereo concretaba su esperada actuación en La Falda en medio de una grilla que en esa misma jornada esperaba las presentaciones de Virus, La Torre, Zas, GIT y Metrópoli, gran parte de la nueva ola del rock vernáculo en plena primavera democrática. Soda alistaba entonces a su histórica formación, con Gustavo Cerati (voz y guitarra), Zeta Bosio (bajo y coros) y Charly Alberti (batería), reforzados con un cuarto integrante, el polifuncional Zorrito Fabián Von Quintiero (teclados). Tenían solamente dos discos en su haber, los ya citados Soda Stereo (1984) y Nada personal (1985); y en esos trabajos se basó la lista de temas para su único concierto faldense, que además fue una de las contadas oportunidades en que el trío se presentó en el interior de la provincia de Córdoba en toda su carrera. Lo de La Falda tuvo una anécdota extra para la historia: Charly García inauguraba ese año su costumbre de venir al festival aun cuando no estuviera contratado y no conformándose con ser un espectador pasivo saltaba al escenario para colarse a tocar teclados en la última canción (Jet Set), ante la mirada atónita de todos presentes, incluyendo al mismísimo Gustavo Cerati. Con este gesto, quien antes les había dedicado la irónica Raros peinados nuevos, ahora los bendecía dándoles la bienvenida al Olimpo del Rock.

Varios años después, y con mucha agua corrida bajo el puente, un 15 de mayo de 2010 se paraban los relojes. Gustavo, luego de un show en Caracas, sufría un accidente cerebro vascular irreversible que lo mantendría en coma profundo durante poco más de cuatro años. Cuatro años en los que estuvimos conteniendo la respiración por su salud, esperando por un milagro que se demoraba demasiado, rezando en cualquier formato y admirando la fortaleza de esa valiente mujer, Lilian, su madre. Tal vez fue cierta especie de instinto de supervivencia irracional y colectivo el que nos mantenía viva la esperanza, esa que desapareció definitivamente a media mañana del pasado jueves 4 de septiembre, el día en que este maravilloso músico creador de tanta belleza, el que supo ser popular y sofisticado a la vez, soltaba amarras. Era el momento exacto en el que su sueño terminaba, junto al de todos los que aprendimos a admirarlo incondicionalmente.- 

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