miércoles, 25 de febrero de 2015

Pappo: que siga siendo rock

Con la pérdida de Norberto Napolitano se fue uno de los más grandes guitarristas de blues y rock, un pionero y un personaje como pocos. Hoy, 25 de febrero, se cumplen 10 años del absurdo accidente de tránsito que le costó la vida.

Por Néstor Pousa

Recuerdo perfectamente aquel 25 de febrero de 2005. Al filo de la medianoche la nefasta noticia nos golpeaba de la misma forma en que poco menos de dos meses atrás lo había hecho la tragedia de Cromañón. Y como aquella vez, la señal de cable que te informa primero imponía su placa roja y un titular en enormes letras blancas: TRAGICO ACCIDENTE EN LUJÁN, SE MATÓ EL MÚSICO “PAPPO”. Muchos de nosotros nos reuníamos frente al televisor sin poder salir del asombro y el estupor. Las crónicas posteriores se empeñarían en remarcar que como buen amante de la velocidad y los fierros que era, Pappo murió en su ley, conduciendo su motocicleta. Aún hoy, a diez años del accidente que segó la vida de uno de los guitarristas más geniales que nos dio el rock y el blues, sigo pensando que fue una muerte totalmente absurda y por momentos hasta tengo la sensación de que es una pesadilla.
Como sea, la tristeza y el vacío que nos dejó su desaparición física, es demasiado grande. Que otra cosa se puede agregar que no suene redundante. Afortunadamente nos queda su historia y su inmenso legado artístico, aunque junto con la amarga sensación de que, como coreaban los 3000 fans en la caravana que acompañó los restos desde su casa natal hasta el cementerio de Chacarita, al Carpo todavía le quedaba mucho por hacer.

Desde los comienzos a sus últimos días. Corría el año 1968 cuando un joven e ignoto guitarrista de nombre Norberto Aníbal Napolitano nacido en el seno de una típica familia italiana de La Paternal, barrio donde se ganó el apodo de Pappo, era convocado para tocar en los primeros Los Abuelos de la Nada junto a Miguel Abuelo. Al año siguiente se une a la segunda formación de Los Gatos de Litto Nebbia. Estas participaciones serían muy importantes para su carrera, pero efímeras ya que esas primeras bandas profesionales en las que participó curtían la psicodelia criolla los primeros; y el mersey sound los segundos; y Pappo tenía bien en claro que su guitarra iba a estar al servicio del blues y el rock duro.
Entonces, con Black Amaya en la batería y David Lebón a cargo del bajo, forma el primer Pappo’s Blues en 1970, fundamental agrupación por la que luego pasarían Héctor “Pomo” Lorenzo, Machi Rufino, Alejandro Medina, Miguel Botafogo, entre muchos otros importantes músicos. Durante los primeros años de existencia el trío registraría clásicos definitivos del rock y blues en castellano: El viejo, El hombre suburbano, Adonde está la libertad, Tren de las 16, Desconfío, Llegará la paz, Sucio y desprolijo; confirmarían a su líder como un verdadero creador dentro de un movimiento en pleno ascenso en el devenir musical y cultural de nuestro país.
Luego de la fugaz experiencia del trío Aeroblus junto al bajista Alejandro Medina (ex Manal) y el baterista brasileño Rolando Castello Junior; a finales de 1980 decide dar por terminado, al menos momentáneamente, Pappo’s Blues con un concierto en donde presentaría su nuevo proyecto. Nacía Riff con el cual sentaría las bases del hard rock y el heavy metal al estilo argento. La formación histórica alistaba a Víctor “Vitico” Bereciartúa en bajo y voz, Héctor “Boff” Serafine en segunda guitarra y Michel Peyronel en batería y voz, con quienes Pappo se presentaría en el verano de 1983 en el Festival Argentino de Música Contemporánea de la Falda, ante la mirada desconfiada y atónita de los que desde afuera del fenómeno sentían temor por su estética de camperas de cuero negro, tachas y cadenas. Ese show fue memorable y no hubo cadenazos que lamentar, pero cierto es que un historial de violentos incidentes en reductos de Buenos Aires hicieron tambalear la continuidad del grupo en esa primera etapa; tras la cual sobrevendrían sucesivas reencarnaciones con otros integrantes como: Danny Peyronel (tecladista y hermano de Michel), JAF (Juan Antonio Ferreyra), Oscar Moro y Jota Morelli.  

Pappo con BB King
Los años 90’s encontrarían a Pappo enfocado en su carrera solista y así conseguiría el tan ansiado reconocimiento internacional que siempre lo desveló. Con la bendición del maestro BB King se ganó un lugar entre los notables del género tocando en el Madison Square Garden de Nueva York, un privilegio al que sólo algunos pocos pueden acceder. BB King lo presentaba diciendo que en sus innumerables viajes por el mundo nunca había escuchado un violero como él. Así, Pappo se revelaba en el mismísimo país del blues como el genial guitarrista que todos conocimos y recordaremos.
El nuevo milenio lo había encarado a full, manteniendo vivo el sonido y el repertorio de sus dos míticas agrupaciones, Pappo’s Blues y Riff; además de dejarnos como último legado un disco a la altura de sus antecedentes: Buscando un amor, publicado en 2003. Un año antes, en septiembre de 2002, fue el número de cierre de la décima y (hasta ahora) última edición del Festival La Falda Rock.

Fundamentalismo rockero. Pappo era un rockero acérrimo que se jactaba de ello y no dudaba en embestir sin piedad contra todo aquel que se apartara de ese dogma. Al hacerlo le imprimía a sus comentarios un fundamentalismo extremo y exento de toda diplomacia para con sus ocasionales colegas o interlocutores, aunque con la gracia y espontaneidad de un niño travieso. Para Pappo el rock debía ser rock y no otra cosa. Al diablo con las fusiones de estilos, los menjunjes y la música blanda. Y ni le hablen de música electrónica. Fue antológica la polémica que mantuvo con DJ Deró, un sábado a la noche durante un programa de televisión en vivo, a quien puso contra las cuerdas espetándole en su propia cara “Conseguite un trabajo honesto”, todo esto ante la mirada estupefacta del pinchadiscos y de los demás invitados.  
La última bravuconada se la escuché durante la segunda noche del Cosquín Rock 2005 en la Comuna de San Roque. Ahí Pappo ofrecía con Riff el que sería, aunque lejos estábamos de imaginarlo, el anteúltimo concierto de su vida. Compartían el escenario temático heavy con la banda española Barón Rojo ante miles de eufóricos seguidores, en tanto en el escenario principal se desgañitaban los Catupecu Machu que con altos decibeles por momentos tapaban al pesado cuarteto del Carpo. Al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo arengó a su público diciéndoles que tenían que cantar más fuerte que “los de enfrente”. Acto seguido, increpó en forma retórica a los Catupecu lanzándoles un “Toquen rock and roll y déjense de boludeces”, obviamente sin que ellos pudieran oírlo y ante las risas cómplices de todo su auditorio.  Ese era Pappo, un músico increíble arriba del escenario y un personaje en todos lados. Una extraña mezcla de hombre de las cavernas con muchacho de familia clase media. Su vida estuvo atravesada por dos grandes pasiones, una lo convirtió en legenda, y la otra se lo llevó demasiado pronto.- 

miércoles, 18 de febrero de 2015

Andrés Calamaro: “Cosquín Rock me dejó feliz y satisfecho”

Andrés arremete con El Salmón  en CR15
En esta entrevista concretada a pocas horas de haberse bajado del escenario del Cosquín Rock, Calamaro comparte sensaciones tras su debut en el ciclo y habla de otros temas.

ENTREVISTA EXCLUSIVA

Por Néstor Pousa

El reciente Cosquín Rock que acaba de culminar será recordado por ser el primero en redondear un número inalcanzable de ediciones hasta ahora por cualquier otro festival de igual género en el país. Se tendrá también presente -amargamente- por haber coincidido en tiempo y (casi) espacio con uno de los diluvios históricamente más trágicos que haya padecido la provincia de Córdoba, precisamente en la zona de las Sierras Chicas. Afortunadamente, cuando se haga el balance final del que fue uno de los capítulos más atribulados de este ciclo inamovible, podremos coincidir que será difícil de igualar el brillante concierto que Andrés Calamaro ofreció en el cierre de la primera jornada, cuando todavía nada hacía presagiar el desenlace de las siguientes 72 horas.
Andrés era ansiosamente esperado en este rincón de las sierras cordobesas. En cada oportunidad que tenía o le consultaban, José Palazzo, factótum y alma mater del Cosquín Rock, manifestaba su anhelo de poder contar con el Salmón en la grilla de cada futura edición. Llegó un momento en que el asunto se transformó casi en una promesa de campaña por parte del hiperactivo productor de espectáculos de rock. Desde el 2005, año en el que Calamaro materializó el regreso a casa, musicalizado con el disco en directo con ese nombre (El regreso), fue que empezó a especularse con su presencia en el magno encuentro rockero. Pero a medida que el solista reinstalaba su carrera en el país, y entregaba cada vez más y mejores discos; parecía que el momento nunca llegaría. Hasta que en 2015 los planetas se alinearon. ¿Por qué durante tantas temporadas no, y ahora sí?
“Supongo que fue por una serie de motivos”, empieza a develar el misterio Andrés mediante una ciber-entrevista consumada por mail a pocas horas de bajarse del escenario en Santa María de Punilla. “En anteriores temporadas estábamos viviendo y ensayando en Madrid, veníamos a hacer una serie de conciertos más concentrados, quizás era complicado estirarse hasta febrero. En este momento de mi andadura tampoco sumo todas las fechas posibles, armamos gira, elegimos dentro de lo posible y nos repartimos entre América, España y Argentina. Con Palazzo estamos haciendo Córdoba desde hace cinco años. No es que me haya negado a venir a Cosquín, pero por diversidad de causas y consecuencias fueron sumándose los años de racha de festivales ausentes”, completa.

   -A tanta expectativa le devolviste un show antológico (ver: Tema x tema), emotivo e inolvidable. Pero ¿cuál fue tu sensación? ¿Cosquín Rock era lo que te habían contado?   “Yo también vine con mucha expectativa, con responsabilidad, en tres días tocan muchas bandas (medianas y grandes) de todos los géneros, algunos dan cátedra de rock bueno y otros además tienen público fiel que les acompaña masivamente. Nosotros siempre queremos ofrecer el mejor concierto posible. Eso es una suma de expectativas y responsabilidad. Como sea, el CR15 me dejó perfectamente feliz y satisfecho: celebramos entrañables encuentros con amigos y camaradas de siempre, y también recibí la amistad y el respeto de otros camaradas que no conocía personalmente. El público estuvo bien y nosotros tuvimos buenas sensaciones en el escenario, que es lo más importante”.

   -Dejando de lado las enormes diferencias ¿crees que Cosquín Rock conserva algo de la mística del Festival de Rock de La Falda?   
“Aquellos eran buenos festivales y había lindas concentraciones de amigos y compañeros. Pero también había complicaciones, el público reaccionaba de forma más inestable. Algunos personajes ya no están, pero Cosquín Rock es muy grande, es un gran festival que involucra mayoría de grupos locales, o invitados de “espíritu local”, un gran festival de rock en este idioma.  Quizás no están todos, pero están muchos”.

   -Tuviste oportunidad de tocar en aquel ciclo a principios de los 80, y creo que no guardás un buen recuerdo de él, aun así ¿no te parece que tuvo una enorme trascendencia en la difusión del Rock en una época particularmente difícil?
“Mis recuerdos son muy buenos, pero fueron situaciones dignas de remontarse… El primero con Los Abuelos fue complicado, recibimos una reacción muy adversa que dimos vuelta con el… ¡solo de batería! También recuerdo un rechazo bastante exagerado para Horacio Fontova porque cantó una chacarera… Y una que suspendimos por vandalismo e invasión del escenario. Pero son cosas que ya hace tiempo recordamos con alegría. La Falda fue importante, sin dudas… En los ochenta había una buena atmósfera creativa, y en términos más “logísticos” el rock aprendió bastante y salió de una zona gris propia de la realidad social y política en nuestro país en la segunda mitad de los años setenta hacia los ochenta”.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
"Si están de pie, tomando cerveza y tocamos El Salmón, van a cantar con nosotros".
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Andrés en alta definición
   -Con la edición simultanea de Jamón del medio y Pura sangre quedaron claramente expuestas las diferencias entre el público ibérico (con un rol más pasivo) y el argentino (fervorosos y con ansias de ser parte del show), ¿de qué forma afectan al intérprete ambos estilos de audiencia?
“No es tan definitivo el registro en el sonido del disco; quisimos hacer un disco en vivo con buen sonido español; allá me rechazaron todos los discos posteriores a Honestidad Brutal, siempre le encuentran defectos. El Regreso no gustó porque se escuchaba demasiado al público. Tampoco tengo problema en ofrecer un VIVO con un buen sonido cristalino… pero allá tenemos público muy encendido si se dan las condiciones; si están de pie y pueden tomar cerveza, entonces son entusiastas y hacen ruido. En La Riviera de Madrid, en el RAZZ de Barcelona, siempre celebramos conciertos con buen clima de euforia. También tenemos público caliente en América, y también hay lugares de Argentina con audiencias más amargas. Tampoco es importante decir cuales son. El público reacciona según la canción y la naturaleza del lugar y el evento: si están de pie, tomando cerveza y tocamos El Salmón, van a cantar con nosotros”.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
"La marcha del Flaco me despertó una serie de sensaciones y actitudes apocalípticas".
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------

   -Tenés en tu banda a dos músicos que acompañaron al Flaco en su última etapa; le compusiste una hermosa canción (Belgrano); sirva esta introducción para preguntarte como está tu corazón a 3 años ya, de su ausencia física.
“La marcha del Flaco fue un episodio vital negativo, a mí me despertó una serie de sensaciones y actitudes apocalípticas. De una forma simbólica lo confesamos en la película Bohemia, de Leo Damario. Pasó el tiempo y seguimos perdiendo artistas muy queridos. Sin ellos el mundo no es el mismo”.

   -Le dedicas Los chicos “a los amigos que se fueron primero”, pero ¿nunca tocás Belgrano en los vivos?
“Bueno, la ensayamos. La podemos tocar. Hacemos un balance de canciones de Bohemio, de canciones “obligadas” y siempre modificamos un poco el repertorio, pero Belgrano no la estrenamos fuera de la sala de ensayo. De momento no”.

   -En el 2000 te empezaron a llamar Salmón por esa canción, ¿con cuál de las nuevas te gustaría que te identifiquen actualmente?
Bohemio es una invitación a un nuevo status contracultural. Quizás demasiado evidente”.

   -En La Falda se acaba de rebautizar una calle con el nombre de Norberto “Pappo” Napolitano. Algunos dicen que los homenajes hay que hacerlos en vida, ¿te halagaría que hoy hubiera una calle con tu nombre?  
“Nunca lo había pensado. Creo que Buenos Aires debería cambiar el nombre de algunas calles y ofrecerlas a nuestros héroes de la música; en el centro necesitamos una calle para Aníbal Troilo y una esquina para Gardel y Le Pera (es mi eterno proyecto urbanístico)”. 

   -¿Hay Andrés para rato en Cosquín Rock? o como dijiste en El regreso ¿nos volveremos a ver en 2016?
“Es posible. De momento vamos a presentarnos en Bogotá, en un festival de alto nivel internacional. Después tengo otras historias relacionadas con el cine, la literatura y la tauromaquia. En la segunda mitad del año volvemos a las armas”.-

Tema x tema: Calamaro en Cosquín Rock 2015

Por Nestor Pousa

A las 0.15 del domingo 15 de febrero Andrés Calamaro pisó por primera vez el escenario del Cosquín Rock respaldado por una banda de lujo: Wiedemer – Comotto - Kanevsky – Verdinelli - Domínguez.  Entró quitándose la campera, hizo un breve saludo, se colgó su Telecaster verde y largaron un tándem demoledor y rockero con Alta suciedad y El Salmón. Casi sin pronunciar palabra continuó con Cuando no estás, el primer corte de BohemioA los ojos, de Los Rodríguez; y dos más de Bohemio: Rehenes (flamante single y video clip) y Doce pasos. Recién entonces tomó el micrófono para agradecer a Cosquín Rock por la paciencia y el respeto, y mencionar a los artistas que lo habían precedido en la grilla de esa primera jornada. Nacimos para correr, la balada existencial con guitarra slide de Julián Kenevsky, fue el número que precedió a La libertad. Recordó a Joe Cocker, Johnny Winter y Paco de Lucía, “Sin ellos la vida ya no será la misma”, dijo, y les dedicó Tuyo siempre. Uno de los comentarios más festejados sirvió de introducción para Loco, “Que linda noche para fumarse un…”, y pidió al auditorio que completaran la frase. “Si nos imputan, que nos imputen a todos”, remató, uniendo sutilmente un affaire del pasado con actualidad política. Mil horas, un súper clásico de los 80’s, fue la única referencia de su paso por Los Abuelos. Anunció: “Una canción sensible incluida en El Salmón”, era Gaviotas. “Aplaudan, putos”, fue el regaño de Andrés ante la tibia respuesta del público al único “lado B” de una lista antológica. El bloque que siguió no dio respiro, con Andrés al piano en Los Aviones con final a lo Santana; y una nueva revisita a la obra de Los Rodríguez con una extensa e insuperable interpretación de Me estás atrapando otra vez, Todavía una canción de amor, con el coro de miles de gargantas, y Mi enfermedad. La banda se pone heavy para una flamígera versión de Out put, in put, con fragmentito de Smoke on the wáter (Deep Purple). El piano de Germán Wiedemer nos introduce en Estadio Azteca. Vuelve el jaleo con Sin documentos y de nuevo el piano acompaña a Andrés en la primera parte de Volver (Gardel-Le Pera) que funciona como intro de Flaca. Con la lluvia ya instalada Media Verónica y Paloma fueron los últimos temas de una lista a la que todavía le quedaban los bises. Los chicos (a los amigos que se fueron primero) y Sucio y desprolijo (cover de Pappo’s Blues). De la guitarra de Baltasar Comotto brotaban chispas. Fue el cierre de un show inolvidable.-

martes, 17 de febrero de 2015

Cosquín Rock: Por la paciencia y el respeto

Andrés rockea, a su lado Comotto
El festival de rock más grande del país cumplió 15 años. Fue una edición histórica que debió sortear un diluvio con resultados trágicos para Córdoba. En lo estrictamente musical Andrés Calamaro fue el que más brilló.

COBERTURA ESPECIAL

Por Néstor Pousa

No es difícil acceder al predio donde se realiza el Cosquín Rock, ubicado en Santa María de Punilla, municipio serrano donde desde hace cinco años recaló -luego de iniciase en la Plaza Próspero Molina de la ciudad a la que le debe su nombre y tras un paso por la Comuna de San Roque frente al lago de igual nombre- el Festival de Rock más grande del país y ahora también el más longevo.
Santa María de Punilla es una relativamente pequeña localidad con poco menos de 10.000 habitantes que se desarrolla a ambos lados de la Ruta Nacional N° 38 en pleno corazón del Valle de Punilla. La cuestión es que para el fin de semana del magno evento ve cuadruplicar esa cifra con eventuales habitantes. Para llegar hasta el aeródromo el punto de referencia es la escultura de una guitarra eléctrica al costado de la ruta, cerca de una garita de colectivos y pegada a las vías del ferrocarril. La banda de sonido de las humeantes parrillitas al paso repletas de choripanes a medio asar es casi exclusivamente de los Redondos de Ricota, banda que nunca estuvo, ni estará en algún Cosquín Rock, pero que su vigencia en el sentimiento del rockero argentino se hace notar porfiadamente.
El segundo paso es cruzar el río Cosquín, tan calmo y refrescante en momentos en que el sol agobia, como caudaloso y amenazador cuando las condiciones climáticas conspiran. El cruce se hace por un pequeño puente estilo película de guerra, única puerta de entrada/salida para las 40.000 (a veces más, a veces menos) personas que jornada a jornada legitiman con su presencia que este es ya uno de las mayores citas musicales de todos los tiempos.
Una vez sorteado el puente el camino se bifurca: el de asfalto, recto y ascendente en dirección a la montaña, será la ruta a seguir por el personal de producción, músicos, periodistas y toda otra persona involucrada en los servicios del evento. El de la derecha, serpenteante, de tierra, es el ingreso para el público que al atravesarlo deambulará por un interminable shopping gastronómico del palo, en dónde las papilas gustativas son inevitablemente impactadas por aromas y sabores al ritmo de la música propalada por equipos de sonido al borde de la saturación. Aquí también la que impera es la exbanda del Indio y Skay, aunque se cuela por ahí alguna canción de La Renga, otro de los números que jamás pisa un festival masivo y mucho menos si está sponsoreado. Por uno u otro camino habrá que patear unos 300 metros, etapa final para llegar al gran parque temático del rock donde abundará la música en vivo en sus cinco escenarios funcionando simultáneamente, pero que también ofrece una amplia gama de entretenimientos afines a la misma y como una marca registrada de este encuentro. El público podrá recrearse con la shockeante experiencia de Fuerza Bruta, un deslizamiento en tirolesa por frente al escenario principal, un paseo en vuelta al mundo (que esta vez no funcionó), participar de alguna de las presentaciones de libros, vista de rockumentales, shows de stand-up con figuras como Roberto Pettinato, Hernán Casciari, un set de humor cordobés a cargo del Flaco Pailos, y por qué no, hacerse un corte de pelo extravagante en una sucursal ambulante de la autoproclamada única peluquería rockera de Córdoba.
La sub-fauna de cronistas tenemos la primera parada técnica en la carpa de prensa, espacio de trabajo y a la vez refugio. Los momentos allí transcurren entre montañas de cd’s de bandas que pugnan por hacerse conocer y la posibilidad de conversar cara a cara con algunos de los protagonistas del festival. La carpa también es el lugar donde sabés que te vas a encontrar con el abrazo de colegas de todo el país, a veces de países vecinos, algunos de ellos amigos por tantas batallas de rock & roll jugando para el mismo equipo.

Adrián Dárgelos en acción
Cosquín Rock 2015 se vendía como una edición histórica. Sus 15 años ininterrumpidos de hazañas en la Próspero Molina, la locación en San Roque hasta llegar a Santa María, así lo aseguraba. Lo que nadie imaginó es que sería histórica también por una tormenta de descomunales dimensiones, un verdadero diluvio con record de agua caída en pocas horas y resultados trágicos para Córdoba, que fueron difundidos en cadena por los medios nacionales. Esto obligó por primera vez en una década y media a suspender una jornada completa, la del domingo, y reprogramarla para el martes siguiente con todo lo que implica rearmar toda una monstruosa logística de producción. José Palazzo, factótum del ciclo, en el verano pasado definía: “Los de la película 300 al lado de la gente de mi producción, son Stravaganza”, con esta humorada el productor que lejos de cultivar un perfil bajo es afecto a las declaraciones altisonantes, manifestaba su satisfacción por el trabajo realizado por su equipo. Está claro que la faena en circunstancias como la apuntada suele elevar el grado de dificultad y los márgenes de error, pero la decisión de suspender la actividad del domingo que tomó la mesa chica (que integran Defensa Civil, Policía de la Provincia, Fiscalía y Organizadores) fue absolutamente correcta en razón de las circunstancias y, en definitiva y al margen de algunos perjuicios individuales y menores, no afectó el normal desarrollo del evento. Sin perder de vista en ningún momento que el daño mayor e irreparable había ocurrido al otro lado de las montañas, muy cerca de allí, en el sector conocido como las Sierras Chicas.


Salmonalipsis now

Salmón on screen
El show de Andrés Calamaro en el cierre de la primera jornada quedará grabado como uno de los momentos inolvidables de este festival en toda su larga trayectoria. El Salmón era esperado aquí con total ansiedad. No menos de diez años pasaron durante los cuales los organizadores intentaron contratar sus servicios infructuosamente, hasta que los planetas se alinearon para que pudiera decir presente en 2015. Era la (gran) figura que faltaba, qué duda cabe, y venía en uno de sus mejores momentos profesionales y personales, con un muy buen disco por defender, el premiado y elogiado Bohemio; con una banda de respaldo de características notables y un repertorio antológico que no dejó afuera ninguna de sus etapas previas como intérprete y compositor, sea integrando una banda o en rol de solista.
La primera jornada había cumplido con toda su oferta prometida, un menú muy variado en los cinco escenarios. Por el principal ubicado en la cabecera norte, habían hecho su trabajo con efectividad los Guasones y su dosis de rock & roll clásico; el regreso de Los Auténticos Decadentes desatando su fiesta de 28 años con sus tres cantantes alternos: Cucho Parisi, Jorge Serrano y Diego Demarco; y el número de semifondo, los Babasónicos, que siguen facturando vivos gracias a ese gran disco que es Romantisísmico, pero que esta vez sorprendieron con una revisión de sus trabajos anteriores.
Luego que el personal de gira realizará un exhaustivo chequeo de equipos a la vista de todo el público, Andrés pisó por primera vez el célebre escenario cordobés a la 0:15 de la madrugada del domingo con la rama femenina del rock dando quórum absoluto. Tras un breve saludo descerrajó una seguidilla sin respiros. Alta suciedad y El salmón abrieron el fuego (casi literal); siguió con Cuando no estás, Rehenes y 12 pasos, de su disco más reciente, pero que se corean como clásicos; y A tus ojos, el primero que se escucharía de Los Rodríguez, banda formada por Andrés en su estadía española y que su plantilla se repartía mitad argentos, mitad ibéricos. Recién entonces paró la pelota en propio campo para agradecer: “A José (Palazzo) y a Cosquín Rock por la paciencia y el respeto”; larga espera que se encargó de retribuir con un concierto intenso, emotivo y extraordinario, porque superó los niveles esperables de una presentación para festival.
El repaso de su extensa obra de más de tres décadas fue minucioso. Para tener una aproximación bastante certera se puede recurrir al cd + dvd de reciente lanzamiento titulado Pura sangre (2014) que documenta distintos momentos de su gira por argentina y algunas plazas de Latino América. El show continuó con Nacimos para correr, la balada existencial incluida en Bohemio y otros hits con los que convive a la perfección como La libertad, Estadio Azteca y Media Verónica. Si uno se ponía a pensar, es increíble el repertorio acumulado por Andrés Calamaro; el problema es que no había tiempo para pensar porque enseguida aparecía Mil horas, el mega clásico “ochentoso” que escribió en la etapa Abuelos de la Nada, o el summum interpretativo en Me estás atrapando otra vez, que dejó a todos casi sin palabras. Y nuevas referencias a Los Rodríguez con Mi enfermedad y Todavía una canción de amor, la colaboración Calamaro/Sabina que avivó la euforia al extremo.

A este Andrés, que lucía vincha NBA, raybans oscuros y sobria remera al tono con loguito de las 3 tiras, se lo observó moverse a gusto por todo el tablado, pero absteniéndose a la tentación de recorrer la pasarela que invade el espacio del público. Acompañado por una banda notable en la que se destacan Sergio Verdinelli, de insuperable golpe en su batería todo terreno; y las dos guitarras que lo flanquean: Julián Kanevsky para los solos sensibles y slide guitar; y Baltasar Comotto el de los punteos incendiarios cuando el momento exige rockear a fondo.
De buen talante y excelente humor, no apeló a esa pose distante de rockstar incomunicado del mundo, pero tampoco abusó de la retórica. Prefirió la ironía cuando citó su histórica frase que en otros tiempos le trajo algún dolor de cabeza: “Que linda noche para fumarse un…”, y pidió a los 30.000 presentes que la completen, para rematar: “Si somos imputados, que nos imputen a todos”. Fue el único roce de Andrés con la más urgente actualidad política.
En el momento evocativo de la función y mientras él mismo se cebaba “un mate amargo para endulzar la garganta” (sic), mencionó las pérdidas irreparables de Joe Cocker, Paco de Lucía y Johnny Winter, a los que les dedicó Tuyo siempre. Antes de que a alguien se le ocurra inoportuna esa canción en ritmo de cumbia, hay que recordar que la coda repite el verso “Porque no voy a olvidarte nunca más”.
Hacia el final de dos horas de show el mayor de los Calamaro volvería en los bises con un nuevo homenaje a grandes artistas del gremio de los que todavía no se asimila su ausencia física. La gran pantalla devolvía sus imágenes y nombres en el momento de Los chicos, dedicada a los amigos que se fueron primero, con especial referencia cordobesa para el Potro Rodrigo. El enganche como tema final de Sucio y desprolijo (Pappo’s Blues) seguía por la misma vía rindiéndole un nuevo tributo al Carpo, en una versión tan prendida fuego que ni la copiosa lluvia, que ya empezaba a anegar todo el predio, pudo apaciguar.-     


El Cosquín reprogramado. Mirando el cielo.

Andrés Giménez (De la Tierra), agita
Sobre el cierre de edición de Ecos de Punilla, medio gráfico para el cual cubro este evento desde hace ya 12 años, continuaba desarrollándose normalmente el Cosquín Rock 15° aniversario, que se vio obligado a reprogramar la cartelera de su segunda y tercera jornada los días lunes 16 y martes 17. No obstante esto, una verdadera multitud cercana a las 40.000 almas pobló la pista de Santa María de Punilla en el “falso cierre” a cargo de Ciro y los Persas en la segunda noche, seguido de cerca por el Temático Heavy que de lejos agitaba con destacadas performances de Carajo y De la Tierra.
Ante lo inesperado de la reprogramación del domingo a martes, y debido a que muchos no pudieron quedarse un día más, se resintió notablemente el número de asistentes del último día. Como era de esperar la mayor atención la tuvo Patricio Santos Fontanet con Don Osvaldo, versión reseteada de su anterior Casi Justicia Social. El fenómeno de adhesión incondicional que manifiestan sus seguidores debería ser objeto de análisis de algún sociólogo más que de un cronista de rock. Ajeno a cualquier especulación, la inclusión en el Temático Rock de una leyenda como Viticus -estrenaba nuevo guitarrista cantante- fue un clase maestra de rock & roll para los seguidores de los otros grupos de la grilla.
Mientras que en el Hangar las bandas de Córdoba hacían su rancho aparte, en el escenario principal Skay se hacía cargo de un cierre de ciclo tan inesperado como merecido; los Kuryaki funkeaban sin importar demasiado las condiciones adversas, los Eruca Sativa estrenaba un lugar de honor en el cronograma de horarios y Boom Boom Kid azotaba este escenario por primera vez con su estilo frenético. Todo esto ante una convocatoria que en términos numéricos podría definirse como ridícula. Obvio, la multitud estaba en otra cosa.
En definitiva estos últimos apuntes deberán considerarse como notas de color o bien pasar a engrosar futuros capítulos del anecdotario del festival, pues todos los allí presentes lo único que esperábamos era que se terminara de una buena vez esta edición que, salvo el sábado, el resto de los días nos encontró mirando el cielo más que lo que ocurría en los escenarios.-

Fotos: Manuel Pousa

miércoles, 11 de febrero de 2015

Alejandro Lerner: pasado y presente en La Falda

Alejandro Lerner, hoy.
El creador de “Todo a pulmón” regresa a la ciudad en la que se consagró hace más de tres décadas. En la previa de su show del próximo sábado (con entrada libre y gratuita) reproducimos la reseña publicada en ocasión de su última visita a La Falda en 2004.

NOTA DE ARCHIVO                                   

Por Néstor Pousa

Los manuales destacan que Alejandro Lerner luego de integrar Soluna junto a Gustavo Santaolalla; Reino de Munt con Raúl Porchetto; acompañar como tecladista a Sandra Mihanovich, quien le dio el primer impulso importante; y de fundar Solopororo, su primera banda profesional pero de existencia efímera; recién en febrero de 1982 en el Festival Argentino de Música Contemporánea de La Falda fue que logró su consagración definitiva. La tercera edición del legendario ciclo, al que llegó acompañado por el grupo La Magia, fue la plataforma de lanzamiento de una promisoria carrera solista que a partir de ahí se iría desarrollando y consolidando sin demora. En paralelo a sus dotes de intérprete, como autor y compositor sus canciones empezarían a ser codiciadas por destacados intérpretes de los más diversos estilos; a la vez de requerirse sus servicios para realizar los temas originales de envíos televisivos en franja central, los que invariablemente se convierten en hits; y de destacarse como compositor de música para películas y puestas de teatro.
Así Lerner vio cómo su target cambiaba, toda vez que él mutaba de rocker ATP (apto para todo público) seguido preferentemente por adolescentes de ambos sexos, para convertirse en un baladista melódico con una platea mayoritariamente adulta y femenina.

Una costumbre argentina (*) Con su excelente presente, aunque también con su historia, Lerner visitó una vez más el Auditorio Municipal de La Falda para mostrar los temas de su último disco y repasar viejos éxitos. Acompañado por una interesante repercusión en boleterías, un muy buen sonido y una banda de músicos en la que se destacan el guitarrista Gringui Herrera y el bajista Paul Dourge; el tecladista pisó el escenario a las 22:30 tras los primeros acordes de Algo de mí en tu corazón y enseguida hizo referencia a La Falda como el lugar que desde sus inicios siempre lo respaldó. Una refinada puesta en escena, excelente iluminación y la proyección de diapositivas en blanco y negro, le dio a la sala un clima de teatro, mucho más acorde a la actual propuesta del cantautor. Y así empezaron a sucederse los viejos y nuevos clásicos. Si te vas, La belleza -dedicado a las mujeres que eran mayoría esa noche- y Chacarera de mis pagos, para Santiago del Estero y los lazos que lo unen con esa provincia. Sorprendería con una fusión de blues y malambo en una versión de Desconfío, uno de los tantos clásicos de Norberto Pappo Napolitano.  Del nuevo disco se escucharon solamente Cuando una mujer se enamora y Después de ti.
Rock & Roll hubo, pero en pequeñas dosis, con un viejo tema que hacía mucho no tocaba: Nena neurótica, al que, con introducción de Humo sobre el agua, le sacó las telarañas en honor a sus primeros conciertos en esta ciudad, en el festival que organizaba Mario Luna. Luego siguió un homenaje al gran Carlos Santana, que dio paso a los encendedores que iluminaron el mega hit Todo a pulmón, para despedirse con uno de sus mejores números de la última etapa, Volver a empezar.
El lugar de privilegio de los bises lo reservó para Costumbres argentinas, en un nuevo guiño a las incondicionales fans que festejaron con delirio, de pie y con los brazos en alto.
Alejandro Lerner acompañó sus canciones con una puesta en escena muy elaborada y el mismo formato que llevará por Latinoamérica. Un espectáculo de la jerarquía que una ciudad con la trayectoria musical que tiene La Falda se merecía.-

Lerner y La Magia (1982) reedit. en cd
“Aquí siempre me fue súper bien”. Finalizado el show, en camarines del Auditorio Municipal y en diálogo con este cronista, Lerner se expedía sobre el Festival de Rock de La Falda: “Cuando nosotros peleábamos por tratar de jugar en primera, eran tiempos en que había que tener mucho coraje para mostrar una línea de música nueva y canciones que la gente no conocía. Y sin embargo La Falda siempre me dio respaldo. En los Festivales de La Falda a mí me fue siempre súper bien”.
Y completaba: “Yo creo que las cosas nunca van a ser como fueron. Las cosas se adaptan a los cambios, hoy en día hay un montón de festivales de rock, nuevos y absolutamente multitudinarios. El rock va cambiando porque es la expresión de una generación, y las generaciones van cambiando, la tecnología, los códigos, cambian. El rock de hoy no se parece en nada al de los ‘70 y los ‘80. Tiene un espíritu propio, ni mejor, ni peor, pero distinto. El Festival de La Falda es legendario y ha quedado en la historia de los grandes festivales de Rock Argentino y nunca va a volver a ser como antes. Su futuro depende de un acto de voluntad, son voluntades que se ponen de acuerdo para organizar un festival, donde hoy en día tiene que haber más organización y seguridad que en otra época, que tenían su desorden pero se hacían igual. Hoy creo que hay mucha más capacidad organizativa que antes”.-


(*) Crónica publicada en el semanario Ecos de Punilla (edición impresa), sobre la presentación en el Auditorio Municipal de La Falda el jueves 08/04/2004 ante 1.500 personas.