Con
la pérdida de Norberto Napolitano se fue uno de los más grandes guitarristas de
blues y rock, un pionero y un personaje como pocos. Hoy, 25 de febrero, se
cumplen 10 años del absurdo accidente de tránsito que le costó la vida.
Por Néstor Pousa
Recuerdo perfectamente aquel 25 de febrero de 2005. Al filo de la medianoche la nefasta noticia nos golpeaba de la misma forma en que poco menos de dos meses atrás lo había hecho la tragedia de Cromañón. Y como aquella vez, la señal de cable que te informa primero imponía su placa roja y un titular en enormes letras blancas: TRAGICO ACCIDENTE EN LUJÁN, SE MATÓ EL MÚSICO “PAPPO”. Muchos de nosotros nos reuníamos frente al televisor sin poder salir del asombro y el estupor. Las crónicas posteriores se empeñarían en remarcar que como buen amante de la velocidad y los fierros que era, Pappo murió en su ley, conduciendo su motocicleta. Aún hoy, a diez años del accidente que segó la vida de uno de los guitarristas más geniales que nos dio el rock y el blues, sigo pensando que fue una muerte totalmente absurda y por momentos hasta tengo la sensación de que es una pesadilla.
Como sea, la tristeza
y el vacío que nos dejó su desaparición física, es demasiado grande. Que otra
cosa se puede agregar que no suene redundante. Afortunadamente nos queda su
historia y su inmenso legado artístico, aunque junto con la amarga sensación de
que, como coreaban los 3000 fans en la caravana que acompañó los restos desde
su casa natal hasta el cementerio de Chacarita, al Carpo todavía le quedaba
mucho por hacer.
Desde
los comienzos a sus últimos días. Corría el año 1968 cuando un joven e ignoto
guitarrista de nombre Norberto Aníbal
Napolitano nacido en el seno de una típica familia italiana de La Paternal,
barrio donde se ganó el apodo de Pappo,
era convocado para tocar en los primeros Los
Abuelos de la Nada junto a Miguel Abuelo. Al año siguiente se une a la
segunda formación de Los Gatos de Litto Nebbia. Estas participaciones
serían muy importantes para su carrera, pero efímeras ya que esas primeras bandas
profesionales en las que participó curtían la psicodelia criolla los primeros; y
el mersey sound los segundos; y Pappo
tenía bien en claro que su guitarra iba a estar al servicio del blues y el rock
duro.
Entonces, con Black
Amaya en la batería y David Lebón a cargo del bajo, forma el primer Pappo’s Blues en 1970, fundamental
agrupación por la que luego pasarían Héctor “Pomo” Lorenzo, Machi Rufino,
Alejandro Medina, Miguel Botafogo, entre muchos otros importantes músicos.
Durante los primeros años de existencia el trío registraría clásicos
definitivos del rock y blues en castellano: El
viejo, El hombre suburbano, Adonde está la libertad, Tren de las 16, Desconfío, Llegará la paz,
Sucio y desprolijo; confirmarían a su
líder como un verdadero creador dentro de un movimiento en pleno ascenso en el
devenir musical y cultural de nuestro país.
Luego de la fugaz
experiencia del trío Aeroblus junto
al bajista Alejandro Medina (ex Manal) y el baterista brasileño Rolando
Castello Junior; a finales de 1980 decide dar por terminado, al menos
momentáneamente, Pappo’s Blues con un
concierto en donde presentaría su nuevo proyecto. Nacía Riff con el cual sentaría las bases del hard rock y el heavy metal al
estilo argento. La formación histórica alistaba a Víctor “Vitico” Bereciartúa en
bajo y voz, Héctor “Boff” Serafine en segunda guitarra y Michel Peyronel en
batería y voz, con quienes Pappo se presentaría en el verano de 1983 en el Festival Argentino de Música Contemporánea de
la Falda, ante la mirada desconfiada y atónita de los que desde afuera del
fenómeno sentían temor por su estética de camperas de cuero negro, tachas y
cadenas. Ese show fue memorable y no hubo cadenazos que lamentar, pero cierto
es que un historial de violentos incidentes en reductos de Buenos Aires
hicieron tambalear la continuidad del grupo en esa primera etapa; tras la cual sobrevendrían
sucesivas reencarnaciones con otros integrantes como: Danny Peyronel (tecladista
y hermano de Michel), JAF (Juan Antonio Ferreyra), Oscar Moro y Jota Morelli.
Pappo con BB King |
El nuevo milenio lo había
encarado a full, manteniendo vivo el
sonido y el repertorio de sus dos míticas agrupaciones, Pappo’s Blues y Riff;
además de dejarnos como último legado un disco a la altura de sus antecedentes:
Buscando un amor, publicado en 2003. Un
año antes, en septiembre de 2002, fue el número de cierre de la décima y (hasta
ahora) última edición del Festival La Falda Rock.
Fundamentalismo
rockero. Pappo
era un rockero acérrimo que se jactaba de ello y no dudaba en embestir sin
piedad contra todo aquel que se apartara de ese dogma. Al hacerlo le imprimía a
sus comentarios un fundamentalismo extremo y exento de toda diplomacia para con
sus ocasionales colegas o interlocutores, aunque con la gracia y espontaneidad
de un niño travieso. Para Pappo el rock
debía ser rock y no otra cosa. Al diablo con las fusiones de estilos, los
menjunjes y la música blanda. Y ni le hablen de música electrónica. Fue antológica
la polémica que mantuvo con DJ Deró, un
sábado a la noche durante un programa de televisión en vivo, a quien puso contra
las cuerdas espetándole en su propia cara “Conseguite
un trabajo honesto”, todo esto ante la mirada estupefacta del pinchadiscos
y de los demás invitados.
La última bravuconada se la escuché durante la segunda noche del Cosquín Rock 2005 en la Comuna de San Roque. Ahí Pappo ofrecía con Riff el que sería, aunque lejos estábamos de imaginarlo, el anteúltimo concierto de su vida. Compartían el escenario temático heavy con la banda española Barón Rojo ante miles de eufóricos seguidores, en tanto en el escenario principal se desgañitaban los Catupecu Machu que con altos decibeles por momentos tapaban al pesado cuarteto del Carpo. Al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo arengó a su público diciéndoles que tenían que cantar más fuerte que “los de enfrente”. Acto seguido, increpó en forma retórica a los Catupecu lanzándoles un “Toquen rock and roll y déjense de boludeces”, obviamente sin que ellos pudieran oírlo y ante las risas cómplices de todo su auditorio. Ese era Pappo, un músico increíble arriba del escenario y un personaje en todos lados. Una extraña mezcla de hombre de las cavernas con muchacho de familia clase media. Su vida estuvo atravesada por dos grandes pasiones, una lo convirtió en legenda, y la otra se lo llevó demasiado pronto.-
La última bravuconada se la escuché durante la segunda noche del Cosquín Rock 2005 en la Comuna de San Roque. Ahí Pappo ofrecía con Riff el que sería, aunque lejos estábamos de imaginarlo, el anteúltimo concierto de su vida. Compartían el escenario temático heavy con la banda española Barón Rojo ante miles de eufóricos seguidores, en tanto en el escenario principal se desgañitaban los Catupecu Machu que con altos decibeles por momentos tapaban al pesado cuarteto del Carpo. Al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo arengó a su público diciéndoles que tenían que cantar más fuerte que “los de enfrente”. Acto seguido, increpó en forma retórica a los Catupecu lanzándoles un “Toquen rock and roll y déjense de boludeces”, obviamente sin que ellos pudieran oírlo y ante las risas cómplices de todo su auditorio. Ese era Pappo, un músico increíble arriba del escenario y un personaje en todos lados. Una extraña mezcla de hombre de las cavernas con muchacho de familia clase media. Su vida estuvo atravesada por dos grandes pasiones, una lo convirtió en legenda, y la otra se lo llevó demasiado pronto.-