A 9 AÑOS DE SU PARTIDA
por Néstor
Pousa
Una vez más la tragedia un jueves por la
noche, como la del fatal 30 de diciembre de 2004. De nuevo la señal de un canal
de cable que trasmite las catástrofes en tiempo real y sobre placa roja, esta
vez para anunciar la muerte de Pappo.
Las crónicas posteriores se empeñarían en remarcar que como buen amante de la
velocidad y los fierros que era, murió en su ley. Aún sigo pensando que fue una
muerte absurda y por momentos tengo la sensación que es un mal sueño del que
pronto despertaremos.
Como sea, la tristeza que nos deja la
desaparición física de uno de los estandartes del Rock Argentino y figura de la
cultura de nuestro país, es enorme. Que más se puede agregar que no suene
redundante. Nos queda para siempre su historia y su obra, junto con una amarga
sensación de que, como coreaban sus fans en el último adiós, al Carpo todavía
le quedaba mucho por hacer.
De los
comienzos a la actualidad. Corría el año 1968 cuando un joven e ignoto guitarrista
de nombre Norberto Aníbal Napolitano era convocado para tocar en la primera
formación de Los Abuelos de la Nada de
Miguel Abuelo. Al año siguiente se
une a la segunda formación de Los Gatos
de Litto Nebbia. Estas primeras participaciones
en bandas importantes serían efímeras ya que estas bandas transitaban por otros
caminos musicales y Pappo tenía bien en claro que lo suyo, desde siempre, iba a
ser el blues y el rock & roll.
Junto al baterista Black Amaya y David Lebón -guitarrista
como él, pero a cargo del bajo-, integra la primera mítica formación de Pappo’s Blues en 1970, banda por la que
posteriormente pasarían Pomo, Machi, Alejandro Medina, Botafogo, entre muchos otros.
En los primeros años de existencia del trío,
registrarían clásicos del rock y blues en castellano, confirmando a su líder
como un verdadero pionero de un movimiento fundamental en el devenir cultural
de nuestro país.
A finales de 1980 decide terminar con Pappo’s Blues en un concierto en donde
presentaría su nuevo proyecto. Nacía Riff
con el cual se convertiría en referente indiscutido para un nuevo estilo que se
haría fuerte en esa década: el Heavy Metal.
Aquella primera formación alistaba a Vitico
en bajo, Boff Serafine en guitarra y
Michel Peyronel en batería, con quienes Pappo se presentaría en el
verano de 1983 en la 4ta. edición del Festival Argentino de Música
Contemporánea de la Falda, ante la mirada atónita y desconfiada de los que
desde afuera del fenómeno sentían temor por esa estética de camperas negras,
tachas y cadenas; que venía precedida por un historial de violentos incidentes
en Buenos Aires, los que hicieron tambalear la continuidad de la banda en esa
primera etapa. De Riff sobrevinieron sucesivas
encarnaciones con otros integrantes como: Danny Peyronel (tecladista y hermano
de Michel), Jaf, Oscar Moro y Jota Morelli.
La década del ‘90 estaría signada por su etapa
solista que le significó el reconocimiento internacional por parte de los
grandes bluseros norteamericanos. Con la bendición del maestro B.B. King, Pappo se revelaba en el país
del blues como el notable guitarrista que todos conocimos y recordaremos.
El nuevo milenio lo encaró con quinta a fondo,
manteniendo vivo el sonido y el recuerdo de sus dos míticas agrupaciones (Pappo’s Blues y Riff, esta última a punto de cumplir 25 años); y dejarnos como
último legado un disco a la altura de sus mejores trabajos, Buscando un amor, lanzado en 2003.
Rockero
acérrimo.
Pappo era un rockero acérrimo que se jactaba de ello y no dudaba en embestir sin
piedad contra todo el que se apartara de ese dogma. Al hacerlo le imprimía a
sus comentarios una acidez y una frontalidad tan extrema como alejada de toda
diplomacia, aunque con la espontaneidad del chico travieso que nunca dejó de
ser. Para él, el Rock debía ser Rock, y no otra cosa. Al diablo con las cruzas
y mezclas de estilos. Ni que hablar de la música electrónica. Fue antológica la
polémica que mantuvo durante un programa de televisión en vivo con DJ Deró, al que puso contra las cuerdas diciéndole
que “mejor se vaya a laburar y se deje de
robar”, todo esto ante la mirada perpleja del pinchadiscos y los demás participantes de aquella velada televisiva.
La última con su firma se la escuchamos
durante la segunda noche del Cosquín Rock 2005 en la Comuna de San Roque. Pappo
tocaba con su banda Riff en el escenario temático para miles de eufóricos heavys.
En el otro extremo del predio, en el escenario principal, se desgañitaban los Catupecu Machu que, con muchos decibeles
de potencia por momentos tapaban al pesado cuarteto del Carpo. Primero arengó a
su público diciendo que tenían que cantar más fuerte que los de “enfrente”.
Luego, increpó en forma retórica a los Catupecu agregando (sin que estos
pudieran oírlo, claro): “Toquen rock and
roll y déjense de boludeces”, ante las risas cómplices de sus fans. Ese era
Pappo, un excelente músico arriba del escenario y un personaje en todos lados. En
su vida tuvo dos grandes pasiones, el rock y las motos, una lo hizo famoso y la
otra se lo llevó demasiado pronto.-
(*) Artículo
escrito el 25/02/05 para el semanario “Ecos de Punilla”.
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