En uno de los mejores conciertos de la temporada, el ex
líder de Don Cornelio y la Zona y Los Visitantes recorrió intensamente y en
formato acústico todo su vasto repertorio.
RECITALES
por Néstor Pousa
Cuando el Perro Emaides (su amigo personal y manager local) nos
presenta, el primer comentario que Palo
Pandolfo desliza como al descuido es: “Yo
este año decidí no hacer notas”, por las dudas este cronista no conociera de
la existencia de esta regla y pretenda inadvertidamente vulnerarla. Nada que
ver. En primer lugar porque estaba al tanto, y además lo terminaba de decir
durante el show. “Ah, lo dije”, se
sorprende. En realidad mi intención era estrechar la mano del artista que nos
había ofrecido una de las más intensas performances de los últimos tiempos, al
menos de las que yo pueda recordar.
Palo
llegó a La Cumbre en etapa intermedia de una minigira que empezaría el jueves
en un festival de rock en San Marcos Sierra, el que finalmente se suspendió, y
culminaría el sábado en Córdoba. El músico puso en disquerías durante
2013 el flamante Esto es un abrazo, firmado por Palo y La Hermandad, entonces la visita era propicia para mostrar
en vivo parte del nuevo disco, pero en formato solista y acústico.
Para el
que considere que un músico que comanda un quinteto eléctrico, el presentarse solo
supone una falta de respeto al público, pues con Palo Pandolfo se equivoca
inexorablemente. Si bien la realidad nos indica que en algunos casos es
imposible movilizar una crew
completa, no menos cierto es que el Palo es capaz de defender en soledad un
repertorio en el que fusiona varios estilos. Con guitarra criolla, enchufada pero con cuerdas de nylon, se convierte en el frontman solitario de su propia historia. La banda es él, y no
esperen al solista que toca, canta y nada más, Palo es un performer que hace extrañas contorsiones casi en puntas de pie, explora
los límites de su garganta, gesticula, percute la caja de la guitarra, pone los
ojos en blanco o se pone bizco y como un poseso entra en trance con cada
canción. Al final, para relajar, mostrará la técnica de la respiración yoga. Es
como un títere en la luz, frase que pertenece a El leñador, primer corte de Esto
es un abrazo y uno de los primeros temas del show, al que le sucederán Madre computadora, que ironiza sobre la
cyberdependencia y Soy el sol, del que aclara: “Este lo canto porque me lo exige mi hijo”.
Más tarde, a tono con su rol de padre de familia, les dedicará Las nenas a sus dos hijas.
No tiene
conflictos en repasar toda su vasta obra, desde la que pergeñó con Don Cornelio y la Zona, fundamental
banda de finales de los 80’s; la que generó con Los Visitantes en los 90’s; y el que lleva acumulado en sus
diferentes encarnaciones solistas. Sin lista de temas armada previamente, ni
atril donde descansen los ayuda-memoria, algunas de las canciones fluyen espontáneamente:
“Me acordé de esta, que siempre me olvido
de tocar y después me lamento”, cuenta antes de mandarse con una versión
épica de Todos somos el enviado.
Hasta
para elegir covers Palo no se ata a convencionalismos, entonces recupera dos
que supo grabar: la impactante Karma
policía (de Thom Yorke y Radiohead) y Vamos
al bosque de Spinettalandia y sus
amigos, álbum que en 1971 inauguró la etapa solista del Flaco. Y la tensión
del concierto ni ahí que languidece. Anuncia que después tal vez vengan más covers y una voz (la del Perro Emaides)
pide por “Don Cornelio”. “Ya toqué”,
retruca, y al instante chasquea los dedos y exclama: “¡Ah, de Patria o muerte!”, y aparece Cabeza de platino, del segundo opus de la mítica banda. Luego revisa
Ritual Criollo, álbum que antecede al actual, con las infaltables Canción cántaro y Oficio de cantor. “Cantar es
un gesto de valor, sobre todo cuando no te acordás los acordes”, confiesa a
propósito de Oficio del Cantor y de
elegir no disponer de una lista de temas demasiado estructurada en la que no
obstante aparecerán gemas de Los
Visitantes, banda con la que alumbró un repertorio tan alucinante que
cuesta entender por qué los programadores de radio no lo aborden más frecuentemente.
De esa etapa: Auto Unión, Pi Pa Pu, Carne nueva, Antojo y La Pachamama, sonaron, entre otras.
Hasta que llegamos al gran hit que facturó en 1987, en el mismísimo debut de
Don Cornelio, la que presentó como una canción de esperanza. Ella vendrá en 2014 se parece mucho a la
original aunque ahora sea una versión solista.
Tras un
intenso show de casi de dos horas en donde, literalmente, transpiró la
camiseta, la retirada empieza con el estribillo de Canción cántaro desvaneciéndose y él desapareciendo lentamente tras
la cortina del camarín. No es el final. Volverá con un bis que será imposible
no corear: “Beberé, beberé, la luz de
todos los colores cantando”, con el Palo guitarra en mano saltando entre
las mesas.-
Escenario energizado. Si los
escenarios quedan impregnados de la energía de los artistas que los transitan,
el de El Pungo en La Cumbre durante los tres pasados fines de semana debe haber
acumulado la suficiente para varias vidas. Por su tablado pasaron durante enero:
un pionero como Emilio Del Guercio (ex Almendra y Aquelarre) con un show
histórico; la dupla Baglietto-Vitale con la orquestita (9 músicos en escena) en
la previa de su presentación en la Próspero Molina de Cosquín; y Palo Pandolfo con
una performance que quedará en el libro de visitas antológicas del lugar.-
Fecha: 31/01/14
Lugar: El Pungo Bar (La Cumbre)
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