Baglietto-Garré: binomio de lujo |
LA TROVA ROSARINA
EN COSQUÍN FOLKLORE
EN COSQUÍN FOLKLORE
Por Néstor
Pousa
Luego de su reveladora participación en
La Falda, durante la 3ª edición del Festival Argentino de Música
Contemporánea en 1982, un camino
de posibilidades se abrió para Juan Carlos Baglietto y los músicos que
integraban su banda. A poco de esa gran actuación, rápidos de reflejos, los
directivos de la disquera multinacional EMI ya habían lanzado al mercado Tiempos difíciles que en mayo de ese año
presentarían en forma oficial en el Estadio Obras de Buenos Aires. De ahí al
olimpo del rock nacional les quedaba su solo peldaño. Cuentan que un periodista
de algún medio gráfico que siguió los primeros pasos consagratorios de los
músicos, los bautizó La Trova Rosarina,
como si se tratara de un colectivo de artistas
en pos de un fin común. O quizás fue sólo un título que le sirvió y gustó. Lo cierto
es que el rótulo se impuso, pero en posteriores entrevistas periodísticas los
integrantes del grupo no suscribían totalmente a la idea de que se habían
consolidado como un movimiento de nueva canción o algo así, sino más se
definían como un grupo de individualidades que convergieron en una idea musical
en común, pero no más que eso. Pues bien, el tiempo pasó y ese notable
intérprete que es Juan Carlos Baglietto amplió su rango estilístico, acudió a
autores de un enorme contenido en textos y músicas, fue entonces que el
apelativo en común de Trova Rosarina
lejos de diluirse con el tiempo, ganó músculo, se fue legitimando y siendo
aceptado hasta por sus propios integrantes.
El pasado sábado 26 de enero, en la
apertura del 59º Festival Nacional de Folklore de Cosquín, en el
apartado Postales de Provincia, un
segmento de la programación dedicado a exaltar las músicas regionales y sus
exponentes, la autoridades gubernamentales de Santa Fe del área cultura
tuvieron la muy buena idea de convocar a los integrantes de la trova para que se hagan cargo de representarlos.
A priori la noticia tuvo un impacto en los medios nunca antes logrado por otra
delegación en similares circunstancias. Claro, se trataba en este caso de
intérpretes, autores y compositores que le habían puesto música y palabra a la
década del 80 casi en su totalidad, desde la Guerra de Malvinas, el fin de la
dictadura y la recuperación de la democracia. Y allí estaban la noche de la
inauguración, nada menos que Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré,
Rubén Goldín (miembros históricos de la primera formación), Jorge
Fandermole y Adrián Abonizio (creadores de las canciones más
simbólicas del grupo) y Fabián Gallardo (integrante de otras formaciones
y generacionalmente más joven, pero igualmente involucrado en la causa). Se
extraña en este combo a Lalo de los Santos (fallecido en 2001) y a Fito Páez (nadie
sabe, ni preguntó los motivos de la ausencia de otra de las figuras claves de
toda esta historia).
Abonizio-Gallardo-Baglietto-Garré-Goldín-Fander |
Lo mejor vendría un par de horas
después, sobre el escenario Atahualpa Yupanqui. Exactamente a las 0.40 del
domingo hacían su aparición Juan y Silvina para recuperar aquella primera
canción que impuso sus voces y su estética en todo el país. Mención para Era en abril, el desconsolado relato
hecho canción por Jorge Fandermole. Brillantes como siempre el binomio de
intérpretes, que por sus cualidades vocales pondrían la vara muy alta para la
continuidad del set. “Un honor estar aquí
cantando un puñado de canciones fruto del talento de algunos compositores que
hoy están aquí, por ejemplo: Fabián Gallardo, Adrián Abonizio, Rubén Goldín y
Jorge Fandermole”, saludaba Baglietto, a la vez que presentaba al resto de
sus compañeros. Respaldados por un quinteto de instrumentistas con más presencias
rosarinas, como Claudio Cardone en teclados y dirección musical, Juancho Perone
en percusión, Adrián Charras en piano y acordeón, Leonardo Introini en bajo
eléctrico y contrabajo y Julián Baglietto en batería; el sexteto de solistas
continuó su recorrido con Yo vengo a
ofrecer mi corazón (de Fito) y números pertenecientes al cancionero de los
primeros discos de Juan, clásicos de la talla de Historia de Mate Cosido y El
témpano (ambas de Abonizio, el de las composiciones más oscuras) y La vida es una moneda (otra de Fito).
Más dos perlas surgidas de la lírica épica de Fandermole, Oración del remanso y Canto versos, pertenecientes a un
período compositivo un poco más cercano. Con aires de malambo fue, esta última,
el gran broche de una presentación compacta, el formato festivalero así lo
prevé, e histórica, en donde una platea muy consustanciada (¿se imaginaban a
Cosquín Folklore entonando el corito de Woodstock?) fue animada a corear su
estribillo atemporal: Canto, tan débil
soy que cantar es mi mano alzada / Y fuerte canto, que más hacer en esta tierra
incendiada, sino cantar; expresado como una imperativa banda de sonido de
los tiempos difíciles, de ayer y de hoy.
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