EN CONCIERTO
Por Néstor
Pousa
Probablemente su vida tomó un rumbo
inequívoco a los 12 años, el día en que su padre le regaló su primer acordeón. Lucas
Spasiuk, un carpintero de Apóstoles, Misiones, hijo de inmigrantes ucranianos,
supo inmediatamente que la música iba a ser lo más importante en la vida de su
hijo, por lo que tomó la decisión de que no trabajara en la carpintería familiar
para preservarlo de algún accidente en sus manos, tan comunes en el oficio. A
cambio de eso, debía ponerse a estudiar seriamente el instrumento. La banda de sonido del niño estuvo conformada
por polkas, chotis, rancheras, valseados y músicas de Europa del este y, por
supuesto, el chamamé, género tradicional que según definición de Chango
Spasiuk, de él estamos hablando por supuesto, es una música criolla y mestiza formada por diferentes elementos
musicales y culturales, relacionados tanto a los pueblos originarios, como a la
llegada del español hace más de 500 años y, algunos siglos después, con las
diferentes corrientes migratorias de fines del 1800 y principios del 1900.
Casi desde la cuna Horacio Eugenio
Spasiuk pasaría a retiro sus dos nombres de pila, para ser conocido como
“Chango” para todo el mundo. Nació, al igual que su padre, en Apóstoles, ciudad
en la que un arroyo (el Chimiray) se ubica como límite natural entre Misiones y
Corrientes. La carpintería de su padre y su tío, ambos músicos aficionados, fue
su primer conservatorio y el lugar donde experimentaría los primeros sonidos; y
las fiestas en las chacras los escenarios y auditorios donde foguearse y ganar
confianza.
Este comienzo de año, no es igual a
otros para Chango. El viernes 11 de enero se produjo su regreso a Jesús María tras quince temporadas
sumando ausencias en ese encuentro anual. Cuando el sábado 2 de febrero (8va.
luna) se presente en el Festival Nacional
de Folklore de Cosquín lo hará para celebrar 30 años de carrera,
desde que en 1989 se consagró como revelación en la Plaza Próspero Molina. En el medio de ambas, hubo otra presentación
histórica, la que se concretó el sábado pasado, 12 de enero en La Falda bajo
las Estrellas, ciclo de características inusuales, sorprendente y de grilla
impredecible, que en su quinceava temporada oficial, año tras año cumple con su
rutina de mostrar lo más variado de la música nacional.
Chango llegó por primera vez a esta
ciudad para debutar en el ecléctico ciclo y al frente de su quinteto realizó un
concierto de altísima jerarquía musical sobre el escenario plantado en Av. Edén
y San Martín. Un show de casi dos horas de duración con muchos ingredientes,
como su música.
A fuerza de talento y personalidad Chango logró ubicar al chamamé en un nivel de igualdad con otros estilos musicales del folklore como la zamba o la chacarera que prevalecen en el oído medio argentino. Sin encasillarse en el formato puramente tradicionalista, aunque sin desatender las raíces, elevó al género del litoral a escala internacional y ese valor agregado se desprende de su propuesta en vivo que consta de una mayoría de interpretaciones instrumentales de enorme musicalidad. Su sólida propuesta al frente del quinteto que encabezó la noche del sábado, ante un clima amenazante de lluvia que afortunadamente se precipitó recién en horas de la madrugada, preveía algunas canciones cantadas por Diego Arolfo, muy eficaz en guitarra y voz; el aporte sobresaliente de Marcos Villalba en instrumentos de percusión (cajón peruano, un udu africano y otros accesorios); y las cuerdas a cargo de la holandesa Heleen de Jong en violoncelo y la cordobesa Julieta Duret en violín. El variado repertorio elegido puso énfasis en Otras músicas álbum publicado en 2016 en el cual Spasiuk se explaya en composiciones realizadas para películas, televisión y teatro, con títulos como: Nazareno, Canción de los hermanos, Canción de amor para Lucía o Seguir viviendo sin tu amor (Spinetta), son nuevas texturas y sonoridades que le sirvieron para explorar y por las cuales se pueden filtrar diferentes influencias que van desde Piazzolla hasta el free jazz.
La función venía con sorpresas cuando
Chango invitó al escenario a Jorge Martínez, integrante del talentoso trío MJC,
al piano, y a Cecilia Mezzadra, solista cordobesa de preciosa voz, que se lució
en la canción de cuna Sueños de niñez
para luego hacer explotar a la plaza con El
cosechero, uno de los grandes clásicos que se escuchó en la noche.
De un proyecto en construcción de Spasiuk
a dúo con un, para nosotros, desconocido guitarrista noruego se probaron los
inéditos Julián y otro tema
instrumental aún inconcluso y de nombre incierto, junto al guitarrista de
nombre impronunciable que se llegó hasta La Falda para ver el show y por pedido
del anfitrión tuvo que subir a tocar en otro instante de lucidez musical.
El chamamé, esa música criolla y mestiza, hoy ya no es un tesoro guardado en la
selva misionera, desde que Chango la sacó a pasear en giras por Argentina,
Alemania, Polonia, Holanda, Inglaterra, Francia, EE.UU, Austria, Eslovenia,
Ucrania, Noruega, Canadá, Brasil, pertenece definitivamente a la world music y el auditorio celebra complacido
el nuevo estatus.
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