Dino Saluzzi: pura inspiración |
COBERTURA
Por Néstor Pousa
Asombroso e inabarcable
este Festival Nacional de Folklore de Cosquín que transita sin sobresaltos su
edición número 57, desde aquel 1960 de la inauguración. Un ciclo que escribe sus
páginas en la Plaza Próspero Molina, por donde pasan las más variadas
expresiones musicales del género. Pero que se magnifica y amplifica en cada uno
de sus desprendimientos satélites, muchos de ellos no menos importantes, como
el Pre Cosquín para los nuevos valores que se desarrolla en las semanas previas
y acumula 46 temporadas; la 51° Feria Nacional de Artesanías y Arte Popular
“Augusto Raúl Cortázar” en la plaza San Martín; el 16° Encuentro de Poetas con
la Gente, las muestras y talleres culturales y los espectáculos callejeros en
la Plaza San Martín y los balnearios; sin olvidar la cantidad de peñas que bullen
en cada rincón de la ciudad. Este vasto programa, que se presenta como imposible
de cubrir en su totalidad, transforma a este evento en único, en una maquinaria
que se fue agigantando año tras año a lo largo de casi seis décadas, gracias al
espíritu emprendedor, la convicción y la constancia. Siempre la constancia.
Tras los fuegos de la
primera noche de enero, el sempiterno Himno a Cosquín y las evoluciones
estéticas del Ballet Camín, el encargado de abrir la edición de este año fue el
notable músico salteño Dino Saluzzi, una de esas figuras de nuestra música
popular argentina y mundial que brillan por su estrella propia y tan distinta a
las demás. No sé si el dato es tan exacto, pero dicen que 30 años nos separan
de su última presencia en esa plaza que albergó a tantos músicos del folklore y
en algunos casos, estilos afines y no tanto. Treinta años es demasiado tiempo
para dejar pasar un artista de la envergadura de Saluzzi, y se me ocurrió
pensar en otros que no tuvieron la posibilidad de hacerlo, por ejemplo Luis
Alberto Spinetta (en estos días se cumplió un nuevo aniversario de su
nacimiento). ¿Cómo puede ser que Spinetta y Cosquín Folklore, o viceversa, nunca
hayan confluido en algún momento de sus vidas? Y así tantos otros, pero fueron
muchos más los que sí estuvieron, como Dino Saluzzi que un día regreso para
ofrecer un concierto apertura de una calidad insuperable acompañado por un
quinteto de guitarra, saxo/clarinete, bajo, batería y bandoneón (el suyo), un
combo en donde el denominador común es el apellido Saluzzi. Y un repertorio
exclusivamente folklórico pero al estilo que sólo el salteño puede abordar, una
mezcla de jazz contemporáneo y folklore (jazz&folk) de inimitable factura.
Muy pocas palabras
durante la función pronunció el bandoneonista, solamente se manifestó
agradecido por el honor de protagonizar la apertura y luego cuando rindió
homenaje a Atahualpa Yupanqui y Mario Arnedo Gallo: “Dos monumentos de la
historia musical argentina”, diría.
Luna de Primera. En la noche inaugural se esperaba por Orellana-Lucca, que estrenaban su chapa de consagración en la
edición anterior, Los Amigos del Chango (tras el legado de Farías Gómez), José Luis Aguirre (¿Consagración
2017?), Horacio Banegas, ovacionado por sus chacareras de alto impacto
auditivo, Luciana Jury, el Ballet Folklórico Nacional, Postales de Provincia
(San Juan) y el cierre de Raly Barrionuevo. El nacido en Frías que subió al
escenario a las dos de la mañana para cerrar la primera noche, ejerce una
atracción diferente a la de otros ídolos. Podría definirse como un fanatismo
calmo, sin histerias, ni estridencias, más cercano a la empatía, sin dudas
producto de su propia personalidad ensimismada. Igual el tipo sabe cómo
entrarle al público de Cosquín, que no es cualquier público, y eligió para
empezar su show con Zamba y acuarela
y con ese gesto el universo coscoíno ya estaba rendido a sus pies. Siguieron,
con la banda, Alma de Rezabaile, Un pájaro canta, El olvidao, El gato del
festival, Chacarera del sufrido, La de los angelitos, Luna cautiva y Famatina (acompañado por los Toch), con esa alternancia para bailar
y hacer pensar que solo el Raly puede conseguir.
Así como despacharse con
una versión extendida de reggae psicodélico en Niña Luna y mandarse con la hiper-rockera y eléctrica Hasta siempre Comandante en la propia
cara de los que reniegan de un género que tanto público joven le acercó al
folklore.
“Cosquín es una
historia que parece no tener fin”, dijo sobre el final, con una parsimonia en
la que se intuía algún gesto de cansancio producto, quizás, del vertiginoso
ritmo de trabajo estival, pero que de ninguna manera le impidió ofrecer un
espectáculo intenso y a la vez emotivo. “Este es el Cosquín que siempre soñamos
desde que éramos niños”, concluyó antes de despedirse con Cuarto menguante.
Preso por tocar una zamba. Dino Saluzzi había decidido esquivar
la conferencia de prensa con los medios acreditados luego de su elevadísimo
show en la primera noche de Cosquín. Entonces el cronista fue en busca de la
nota, cruzó al salteño ni bien dejaba el escenario rodeado por un séquito de
asistentes, músicos y demás personas. El cronista lo encaró, le estrechó la
mano y le recordó una historia de más de tres décadas, la que cuenta de su paso
por el Festival Argentino de Música
Contemporánea de La Falda de 1981, cuando por una audaz idea de Mario Luna
(organizador) fue convocado para integrar la grilla en la misma noche que
tocaban Almendra, León Gieco y Rubén Rada, entre otros. "Esos de Almendra son unos hijos de puta, canté una zamba y me
metieron en cana, son traidores a la patria", fue la respuesta textual y
seca de Saluzzi a este cronista. Una percepción bastante alejada de lo que en
realidad sucedió, pero no hubo margen para el debate. No esta vez. Y tal vez
nunca lo haya para este músico de 81 años que le cierra creer que fue preso por
tocar una zamba.
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