martes, 15 de marzo de 2016

Iron Maiden: santificado sea tu nombre

Dickinson acechado por Eddie
La banda británica que pilotea Bruce Dickinson ofreció por primera vez su monumental show en Córdoba. Fue ante unas 20.000 personas en un Estadio Kempes conmovido y estuvimos allí para contártelo.

RECITALES

Por Néstor Pousa 
Cobertura especial

En los días previos al arribo de la banda británica Iron Maiden, por primera vez en suelo cordobés, el principal protagonismo se lo llevaba el medio de transporte de los músicos, un gigantesco Boeing 747 capaz de transportar no sólo al personal de gira sino también el equipamiento técnico de la misma. Y otro dato: quien lo pilotea no es otro que Bruce Dickinson, líder y cantante de la banda. Pero la mole alada sufrió en tierra, en su escala trasandina, un accidente demasiado insólito para los niveles de control que debería tener, y dejó a todo el staff de Iron Maiden de a pie. Casi no hubo tiempo de sobresaltarse por la suerte que correría la fecha cordobesa porque rápidamente a través de su página oficial la banda ratificó que los conciertos de Córdoba (Estadio Kempes, 13 de marzo) y Buenos Aires (Estadio  de Velez Sarsfield, dos días después) no se cancelaban. El accidente desilusionó a los miles de fanáticos que ya estaban sacando cálculos de la posible hora de arribo de la aeronave para buscar la mejor ubicación de este lado del alambrado del Aeropuerto Ambrosio Taravella. En definitiva un dato de color, aunque justo es reconocer que la ficha técnica de la descomunal máquina identificada con el logo del grupo verdaderamente asombra.
Esto permitió poner en foco lo que realmente cuenta, que es la actuación por primera vez en Córdoba (definitivamente consolidada como la segunda plaza en importancia del país) de esta banda emblema del heavy metal a escala mundial. Iron Maiden con su larga historia a cuestas ya está en condiciones de disfrutar los beneficios que la industria del espectáculo les reserva a las leyendas, no obstante reniegan de esa cómoda posición y salen de gira con disco nuevo, el flamante The book of souls, motivo de esta gira. El nuevo disco no es una excusa para refritar sin culpas los viejos clásicos. Nada de eso. El estremecedor diseño del escenario dispuesto en el Kempes (orientado esta vez en sentido contrario al habitual) permitía adivinar las ruinas de una ciudad perdida, la antigua civilización maya representada por una iconografía al tono, con un fondo de tapices intercambiándose permanentemente tras cada canción. Desde el tema número uno y durante la primera mitad del concierto los estrenos gozan de una lugar de privilegio. Desde el inicio con If eternity should fail con un enigmático Dickinson desde lo alto de la gran ciudad imaginaria introduciéndonos en la historia al tiempo que producía la primer descarga de luces, fuego y sonido atronador. Antes las enormes pantallas de alta definición reprodujeron un paradójico clip de la Ed Force One (nombre del precitado avión) atascado en la frondosidad de una selva fantástica, rescatado y puesto en vuelo por una mano monstruosa. Una paradoja de lo que en realidad había sucedido.

La lista siguió con Speed of light, primer corte del nuevo disco, y tras un repaso por Children of the damned, continuaron los temas nuevos: Tears of a Clown y The Red and the Black. Hay que decir que el nuevo material suena muy convincente y es bien recibido por la multitud que hasta ya corea algunas letras, pero la expectativa en la primera visita de una gran banda a un lugar son los clásicos, y estos no faltaron. The Trooper, Powerslave y Death or Glory, fue la primera descarga de clásicos. Como es habitual en el primero de ellos, Dickinson luciendo una chaqueta de infantería hace flamear una gran bandera británica, y aunque los músicos se encargaron suficientemente de aclarar que no hay connotaciones políticas en ese acto, igual genera un sentimiento contradictorio en los incondicionales fans: algunos silban, al tiempo que otros contrarrestan coreando un  “Argentina, Argentina”.  
                                                                                                                                                
En The book of souls, la canción que titula el nuevo disco, el cantante se toma unos minutos para explicar (en inglés y sin apelar a un castellano por fonética) el concepto que encierran esos temas, una puesta en escena con un protagonista central, Bruce Dickinson, forzando su voz hasta límites sobre humanos y un desgaste aeróbico de similares dimensiones. Es en esta parte donde se trenza en lucha con una versión maya de Eddie, el omnipresente fetiche de la banda, hasta arrancarle el corazón, sumergirlo en una pócima en ebullición y ofrendarlo a la platea. Toda esa secuencia es épica y exacerba el concepto de ópera rock que tiene el concierto. El desempeño de la banda, heroicos sesentones o casi, también es notable. Adrián Smith y Dave Murray, dos guitarras líderes que se alternan en solos de alta precisión; la base descomunal de bajo y batería de Steve Harris (festejaba sus 60 en la ocasión) y Nicko McBrain; y Janick Gers, un guitarra rítmica con vocación de saltimbanqui. 
La segunda salva de clásicos no iba a dar respiro: Hallowed be thy name (transcripto al español como Santificado sea tu nombre), la tenebrosa Fear of the dark, la epónima Iron Maiden, The number of the beast, Wasted years, y una que no es un clásico pero rindió como tal: Blood brothers, vencieron la resistencia del más pintado. El caso de un grupo de robustos cincuentones, de rigurosa indumentaria negra y vaso de cerveza en mano, a los que vi flaquear su resistencia, tomarse la cabeza con los ojos en lágrimas cantando como en trance. Sobre el final Dickinson pagaría con un equívoco (luego se corregiría) el precio de tantos escenarios y ciudades que recorre la gira, cuando agradeció a: “Buenos Aires”. Desde el campo alguien no tardó en corregirlo al modo local: “¡Tamo en Córdoba, culiao!”.

Mini festival metálico. A las 6 de la tarde y con un clima templado dio comienzo la jornada con los cordobeses de Pésame quienes aprovecharon muy bien sus 20 minutos (3 temas) y los 5 metros cuadrados de escenario que les permitieron utilizar. The Raven Age, banda del hijo del bajista Steve Harris, llamado George Harris (casi homónimo de mi Beatle favorito) ofrecieron un contundente set de nü metal, prometen. Mientras que el número de semifondo, Anthrax, curtió su trash-metal sólo para entendidos.
Desde lejos no se ve. Desagradable sorpresa se llevaron los tenedores de las entradas más caras ($1380) cuando al llegar a su ubicación notaron que un enorme mangrullo de sonido les impedía la vista del escenario en forma completa, debiendo ser reubicadas 320 personas. “El plano que mandó el manager de Iron Maiden tenía dos mangrullos bajos, lo cambiaron y no avisaron”, se excusaron desde la producción local, y agregaron: “económicamente fue peor que con Dylan”.

Set list / Córdoba, domingo 13/03/16    
Intro: Doctor, Doctor (UFO)
01. If Eternity Should Fail
02. Speed of Light
03. Children of the Damned
04. Tears of a Clown
05. The Red and the Black
06. The Trooper
07. Powerslave
08. Death or Glory
09. The Book of Souls
10. Hallowed Be Thy Name
11. Fear of the Dark
12. Iron Maiden
Bises:
13. The Number of the Beast
14. Blood Brothers
15. Wasted Years
Finale: Always Look on the Bright Side of Life (Monty Python song)

Fotos: Iron Maiden - Official Web


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