viernes, 3 de octubre de 2014

Cuchicheando en voz alta

Foto: La Voz del Interior (lavoz.com.ar)
Músicos cordobeses y un emocionado homenaje al genial pianista y compositor salteño, ante un Teatro Libertador conmovido y repleto.

           
Por Néstor Pousa

Siempre se dice que a los homenajes hay que hacerlos en vida y Gustavo “Cuchi” Leguizamón tuvo el suyo en el lugar menos pensado. Fue en un entorno rockero, en el Festival Argentino de Música Contemporánea de La Falda del año 1984, que tuvo su reconocimiento por parte de músicos, público y organizadores que le dedicaron la edición completa. Aunque no hubo una designación oficial, el salteño fue huésped de honor durante todo un fin de semana, marcando un hito, no demasiado difundido y poco conocido, en la biografía del artista.
Claro que el legado de músicos tan geniales como él son inmortales y sus composiciones afloran permanentemente en miles de versiones de músicos de diversos géneros que lo redescubren todo el tiempo. El Cuchi fue un inclasificable, un tipo que desafiaba las estructuras de espaldas a la industria. Si porfiáramos en buscarle alguna clasificación, en ella conviviría indudablemente con Piazzolla y Spinetta. Suena lógico decir que fue un pianista y compositor folklórico, aunque esta categorización sólo se justifique para ordenar su obra en los anaqueles de las disquerías; como también es lógico decir que trascendió todos los estilos musicales.   
El homenaje realizado el viernes 26 de septiembre pasado, que se conoció como Córdoba Cuchichea, fue uno de los espectáculos más emotivos que se recuerden, en lo que a celebrar las músicas y trayectorias de artistas fundamentales se refiere. Sincero desde la intención de sus organizadores: Facundo Farrando, gestor de la idea; y Mario Luna, mentor de aquel homenaje de hace 30 años en La Falda.
Contó con la cómplice emoción de los músicos cordobeses que participaron, aunque el sentimiento no atentó contra la calidad interpretativa. Ni siquiera se los vio intimidados por un Teatro Libertador tan magnificente, con sus plateas, palcos, cazuelas y tertulias  absolutamente repletas. Fue una gran obra la que se montó, con las partes justas para una combinación memorable y sin la mínima falla. Mario Luna oficiando de maestro de ceremonias y relatando textos del periodista y especialista en la obra del Cuchi, Alejandro Mareco. La aparición de los artistas y números musicales que no fueron dispuestos al azar sino con un criterio estético y una continuidad que nunca decayó.

Los primeros acordes que inundaron la oscuridad del magno espacio fueron los del Coro Resonancia dirigido por Hugo de La Vega; Facundo Farrando se expidió con una gran versión de Juan del Monte con Mario Tozzini (piano), Miguel Rivaynera (guitarra) y el Zurdo Roqué, por momentos en función de trío estable. Al embrujo de la Pelu Mercó surgió la genialidad del autor en la Chacarera del Expediente y la más reposada Cantora de Yala. Mingui bajó del planeta Ingaramo para aportar una exquisita versión de De solo estar, con leves aires jazzeros. Los hermanos Laura y Pocho Bertora agitaron con la Zamba del carnaval, para que luego Silvia Lallana hiciera su primera gran aparición acompañada por el coro en Corazonando. En noche de grandes pianistas Juan Cruz Peñaloza empalmó teclas con la voz en off del Cuchi en el canto del Rococo. Luego, el mismo Peñaloza, acompañaría a Farrando (Zamba para la viuda) y la primera salida de Mery Murúa en una inspirada versión de Zamba de Argamonte. Sin baches, ni acoples, ni innecesarios discursos, Mario Tozzini reemplazaba a Juan Cruz y Mery se quedaba para La Pomeña invitando, fuera de guión, a Silvia Lallana. La voz del Cuchi vuelve aparecer, graciosa, por los altavoces para contar la anécdota del chileno Maturana, prólogo de una descomunal versión de Mery y Juan Iñaki sobre esa historia de irreversible doble destierro.
A modo de broche de gran show Mario Luna introduce al invitado especial José María “Moro” Leguizamón, uno de los hijos del homenajeado, pianista y abogado como su padre. Con la impronta heredada de su “tata” contó anécdotas y dejó versiones instrumentales más emocionales que con técnica depurada de los clásicos Balderrama y Zamba de Lozano; en La arenosa invitó a cantar al público; para luego acompañar a Silvia Lallana (Zamba del pañuelo) y Facundo Farrando (Bajo el azote del sol). El final de luces encendidas y con el público de pie, mostraron al staff completo, incluidos los bailarines Adriana Juri y el Negro Valdivia, más la artista plástica Cecilia Tomasetti que pintó en cinco minutos un retrato del Cuchi en escena. Todos unidos y a capella en el Carnavalito del duende.
Cuando en el hall del teatro la opinión es unánime, la tarea del crítico sólo se justifica para que quede documentado que fue este un gran acontecimiento que se recordará por siempre. Imaginado como “única función”, pero que por el resultado merecería ser repuesto en un futuro no demasiado lejano. Los inadvertidos que esta vez se lo perdieron, así como la figura y obra del Cuchi Leguizamón, estarán eternamente agradecidos.-

Fecha: viernes 26/09/14
Lugar: Teatro del Libertador Gral. San Martín
Asistencia: sala llena

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