Foto: La Voz del Interior (lavoz.com.ar) |
Por Néstor Pousa
Siempre se dice que a
los homenajes hay que hacerlos en vida y Gustavo “Cuchi” Leguizamón tuvo el
suyo en el lugar menos pensado. Fue en un entorno rockero, en el Festival Argentino de Música Contemporánea de
La Falda del año 1984, que tuvo
su reconocimiento por parte de músicos, público y organizadores que le dedicaron la edición completa. Aunque
no hubo una designación oficial, el salteño fue huésped de honor durante todo
un fin de semana, marcando un hito, no demasiado difundido y poco conocido, en
la biografía del artista.
Claro que el legado
de músicos tan geniales como él son inmortales y sus composiciones afloran
permanentemente en miles de versiones de músicos de diversos géneros que lo redescubren
todo el tiempo. El Cuchi fue un inclasificable, un tipo que desafiaba las
estructuras de espaldas a la industria. Si porfiáramos en buscarle alguna
clasificación, en ella conviviría indudablemente con Piazzolla y Spinetta. Suena
lógico decir que fue un pianista y compositor folklórico, aunque esta
categorización sólo se justifique para ordenar su obra en los anaqueles de las
disquerías; como también es lógico decir que trascendió todos los estilos
musicales.
El homenaje realizado
el viernes 26 de septiembre pasado, que se conoció como Córdoba Cuchichea, fue uno de los espectáculos más emotivos que se
recuerden, en lo que a celebrar las músicas y trayectorias de artistas fundamentales
se refiere. Sincero desde la intención de sus organizadores: Facundo Farrando, gestor
de la idea; y Mario Luna, mentor de aquel homenaje de hace 30 años en La Falda.
Contó con la cómplice
emoción de los músicos cordobeses que participaron, aunque el sentimiento no
atentó contra la calidad interpretativa. Ni siquiera se los vio intimidados por
un Teatro Libertador tan magnificente, con sus plateas, palcos, cazuelas y
tertulias absolutamente repletas. Fue
una gran obra la que se montó, con las partes justas para una combinación
memorable y sin la mínima falla. Mario Luna oficiando de maestro de ceremonias
y relatando textos del periodista y especialista en la obra del Cuchi,
Alejandro Mareco. La aparición de los artistas y números musicales que no
fueron dispuestos al azar sino con un criterio estético y una continuidad que nunca
decayó.
Los primeros acordes
que inundaron la oscuridad del magno espacio fueron los del Coro Resonancia dirigido
por Hugo de La Vega; Facundo Farrando se expidió con una gran versión de Juan del Monte con Mario Tozzini (piano),
Miguel Rivaynera (guitarra) y el Zurdo Roqué, por momentos en función de trío
estable. Al embrujo de la Pelu Mercó surgió la genialidad del autor en la Chacarera del Expediente y la más
reposada Cantora de Yala. Mingui bajó
del planeta Ingaramo para aportar una exquisita versión de De solo estar, con leves aires jazzeros. Los hermanos Laura y Pocho
Bertora agitaron con la Zamba del
carnaval, para que luego Silvia Lallana hiciera su primera gran aparición
acompañada por el coro en Corazonando.
En noche de grandes pianistas Juan Cruz Peñaloza empalmó teclas con la voz en off del Cuchi en el canto del Rococo. Luego, el mismo Peñaloza,
acompañaría a Farrando (Zamba para la
viuda) y la primera salida de Mery Murúa en una inspirada versión de Zamba de Argamonte. Sin baches, ni
acoples, ni innecesarios discursos, Mario Tozzini reemplazaba a Juan Cruz y
Mery se quedaba para La Pomeña
invitando, fuera de guión, a Silvia Lallana. La voz del Cuchi vuelve aparecer, graciosa,
por los altavoces para contar la anécdota del chileno Maturana, prólogo de una descomunal versión de Mery y Juan Iñaki
sobre esa historia de irreversible doble destierro.
A modo de broche de
gran show Mario Luna introduce al invitado especial José María “Moro”
Leguizamón, uno de los hijos del homenajeado, pianista y abogado como su padre.
Con la impronta heredada de su “tata” contó anécdotas y dejó versiones
instrumentales más emocionales que con técnica depurada de los clásicos Balderrama y Zamba de Lozano; en La
arenosa invitó a cantar al público; para luego acompañar a Silvia Lallana (Zamba del pañuelo) y Facundo Farrando (Bajo el azote del sol). El final de
luces encendidas y con el público de pie, mostraron al staff completo, incluidos los bailarines Adriana Juri y el Negro
Valdivia, más la artista plástica Cecilia Tomasetti que pintó en cinco minutos un
retrato del Cuchi en escena. Todos unidos y a
capella en el Carnavalito del duende.
Cuando en el hall del
teatro la opinión es unánime, la tarea del crítico sólo se justifica para que
quede documentado que fue este un gran acontecimiento que se recordará por
siempre. Imaginado como “única función”, pero que por el resultado merecería ser
repuesto en un futuro no demasiado lejano. Los inadvertidos que esta vez se lo
perdieron, así como la figura y obra del Cuchi Leguizamón, estarán eternamente
agradecidos.-
Fecha: viernes 26/09/14
Lugar: Teatro del Libertador Gral. San Martín
Asistencia: sala llena
Lugar: Teatro del Libertador Gral. San Martín
Asistencia: sala llena
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