Cuando
hace exactamente 30 años se publicaba el álbum debut de una banda llamada Soda Stereo debo reconocer que fuimos
muchos los que mirábamos con desconfianza el fenómeno. La estética, y canciones
como ¿Por qué no puedo ser del jet set?
o Sobredosis de T.V. sonaban muy livianitas y que no podían ni siquiera arrancar al lado de las que, publicadas en ese mismo año,
aparecían en discos como Piano Bar de
Charly García; Madre en años luz de
Spinetta Jade; e inclusive en Del ’63, el debut solista del rosarino Fito Páez.
Hasta el
nombre Soda Stereo resultaba algo ridículo para el riguroso rockero medio
argentino. No obstante, había algo que nos decía que teníamos que estar muy atentos
a esos tres pibes de pelos batidos con litros de spray encima.
No habría
que esperar demasiado para corroborar esta presunción, tan sólo un año después
cuando la banda publicaba Nada personal,
su segundo trabajo, ya se perfilaba una más que interesante evolución en las
letras de Cuando pase el temblor -uno
de sus grandes hits de todos los tiempos- o Juegos
de seducción, que confirmaban que no eran un grupo descartable o un
proyecto para discotecas; y empezaron a ganarse un respeto que se iría
consolidando durante toda su carrera sin que se verifique un retroceso.
Si bien los afiches y volantes de la sexta edición del Festival de Rock de La Falda 1985 los mostraba entre sus artistas, el debut del trío en este legendario festival recién se concretó un año después, en el verano de 1986, durante lo que se conoció como El Festival del Siglo.
Ocurrió la noche del sábado 11 de febrero, y Soda fue uno de los números
sobresalientes de una agenda dominada por la música pop en la noche con record
absoluto de asistencia que registra la historia del mítico auditorio municipal
faldense. Soda Stereo concretaba su esperada actuación en La Falda en medio de
una grilla que en esa misma jornada esperaba las presentaciones de Virus, La
Torre, Zas, GIT y Metrópoli, gran parte de la nueva ola del rock vernáculo en
plena primavera democrática. Soda alistaba entonces a su histórica formación, con Gustavo Cerati (voz y guitarra), Zeta Bosio (bajo y coros) y Charly
Alberti (batería), reforzados con un cuarto integrante, el polifuncional Zorrito
Fabián Von Quintiero (teclados). Tenían solamente dos discos en su haber, los
ya citados Soda Stereo (1984) y Nada personal (1985); y en esos trabajos
se basó la lista de temas para su único concierto faldense, que además fue una
de las contadas oportunidades en que el trío se presentó en el interior de la
provincia de Córdoba en toda su carrera. Lo de La Falda tuvo una anécdota extra
para la historia: Charly García inauguraba ese año su costumbre de venir al
festival aun cuando no estuviera contratado y no conformándose con ser un
espectador pasivo saltaba al escenario para colarse a tocar teclados en la
última canción (Jet Set), ante la
mirada atónita de todos presentes, incluyendo al mismísimo Gustavo Cerati. Con
este gesto, quien antes les había dedicado la irónica Raros peinados nuevos, ahora los bendecía dándoles la bienvenida al
Olimpo del Rock (escuchá aquí el audio de esa noche: https://www.youtube.com/watch?v=Kh8R9VWSc78).
Varios años
después, y con mucha agua corrida bajo el puente, un 15 de mayo de 2010 se
paraban los relojes. Gustavo, luego de un show en Caracas, sufría un accidente
cerebro vascular irreversible que lo mantendría en coma profundo durante poco
más de cuatro años. Cuatro años en los que estuvimos conteniendo la respiración
por su salud, esperando por un milagro que se demoraba demasiado, rezando en
cualquier formato y admirando la fortaleza de esa valiente mujer, Lilian, su
madre. Tal vez fue cierta especie de instinto de supervivencia irracional y
colectivo el que nos mantenía viva la esperanza, esa que desapareció
definitivamente a media mañana del pasado jueves 4 de septiembre, el día en que
este maravilloso músico creador de tanta belleza, el que supo ser popular y sofisticado a la vez, soltaba amarras. Era el momento exacto en el que su sueño terminaba, junto al de todos los que aprendimos a admirarlo incondicionalmente.-
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