martes, 6 de mayo de 2014

El día que el Salmón regresó en Cosquín

En el verano de 2005 la ciudad de Cosquín en su intento de sostener, sin Palazzo, su oferta rockera en la plaza del folklore impulso el Festival Siempre Rock. El ciclo no prosperó pero conseguiría repatriar a Andrés Calamaro.

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Por Néstor Pousa

Corrían los primeros meses del 2005 y habiéndose roto las relaciones entre la Municipalidad de Cosquín y los productores José Palazzo y Perro Emaides (asociados en Perro Producciones), estos deciden llevarse su festival, el Cosquín Rock, a un nuevo predio en la Comuna de San Roque y promocionarlo como el original, haciendo valer su condición de creadores del ciclo. En un intento de sostener su propuesta rockera en la Próspero Molina, la ciudad impulsa el Festival Siempre Rock realizado por Jorge Guinzburg y Jordan Producciones, quienes lo subtitulan: El que te mereces, en alusión al nivel de excelencia del que pretendían dotarlo. Esto denotaba el ánimo de (no tan sana) competencia que existió desde un principio entre las dos productoras, alimentada por la forma en que había sido expulsada de la ciudad la dupla Palazzo-Emaides. Más que sumar entonces, se trataba de ver quien salía más airoso del este enfrentamiento que había sido agitado desde un sutil duelo mediático.
Si entramos en el juego de las comparaciones tenemos que decir que Siempre Rock fue análogo a las dos primeras ediciones del Cosquín Rock realizadas en esa misma plaza (años 2001 y 2002). Se asemejó en convocatoria, en el buen nivel de organización y repitió algunos errores también. Es cierto que a la cartelera, de excelente calidad, le faltaron algunos números; pero esto fue porque su similar de San Roque arrasó con gran parte de los artistas disponibles, en detrimento de la grilla que finalmente pudo armarse para la Próspero Molina.
A cambio, fue para destacar la innovación en el diseño de los tres escenarios: uno principal y en el centro; y dos secundarios, a ambos lados de aquel; todos funcionando alternadamente, le permitieron al espectáculo una dinámica y un non stop music que además de neutralizar las tediosas demoras, disminuyó ostensiblemente los problemas de sonido que conlleva el armado contra reloj de las diferentes bandas.
Así, la ciudad de Cosquín logró darle continuidad a su propuesta rockera con un aceptable debut en la Capital del Folklore para Jordan Producciones, que a través del productor y humorista Jorge Guinzburg (fallecido en 2008), oficiando de vocero y cabeza parlante, aseguraba que el Siempre Rock sería una marca que duraría al menos, los próximos cuatro años. La crónica de la época no imaginaba que esta edición iba a ser debut y despedida, ya que si bien había un contrato firmado entre las partes, factores económicos desalentaron su continuidad.

Calamaro y Gardel. Uno de  los ases en la manga que se aseguró la producción del Siempre Rock fue la participación de la Bersuit para la primera de las dos noches, banda con un enorme poder de convocatoria, por entonces. Pero sin dudas que su mayor logro, y lo más publicitado de la grilla, era haberse asegurado la participación de Andrés Calamaro en su regreso a los escenarios argentinos luego de seis largos años de ausencia. Hecho que se produjo el sábado 12 de febrero de 2005, en la segunda y última noche de este festival. Y es que Andrés en esos años previos había sumado a su catálogo solista una buena cantidad de trabajos que incluyen piezas claves que lo reafirman como un gran compositor y que no habían podido ser chequeadas en vivo por sus fans argentinos. Había cerrado el milenio con una seguidilla memorable: Alta suciedad (1997), Honestidad brutal (1999) y El Salmón (2000), su desbordado álbum quíntuple; y si sumamos a esto su autoimpuesto exilio español y los distintos avatares por los que atravesó su vida personal, podremos entender el porqué del agigantamiento de su figura de mito viviente de la música.
Esa noche en la Próspero Molina era esperado con muchísima ansiedad, tanto por la gente, como por los periodistas y hasta por sus propios colegas. Con la puntualidad que mostró toda la programación, se corrió el telón del escenario principal y dejó ver la figura de un Andrés desconocido, un poco más gordo, luciendo una tupida barba y con los músicos de la Bersuit (sin Cordera) oficiando de banda soporte. Marcaron cuatro y para que no queden dudas se mandó con esa declaración de principios que dice: “Siempre seguí la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón…”, la canción que le colgó a su autor su mote más célebre. Un público de nuevos y viejos fans, respondieron en consecuencia a tantos años de ausencia, apretándose todo lo que pudieron junto al escenario. La espera había concluido y ahí estaba, por fin, el Salmón desplegando todo su arsenal de hits eternos. No hay un registro oficial de aquella noche serrana, pero sí de la época, ya que un par de meses después grabaron ese mismo material durante tres conciertos en el Estadio Luna Park de Buenos Aires para posteriormente editarlo bajo el título de El Regreso, álbum en directo con el que Calamaro obtuvo al año siguiente su primer Gardel de Oro, el mayor galardón de la industria musical argentina.-

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