RADIO_GRAFÍAS
Por
Néstor Pousa
Corrían los primeros meses del 2005 y
habiéndose roto las relaciones entre la Municipalidad de Cosquín y los
productores José Palazzo y Perro Emaides (asociados en Perro Producciones),
estos deciden llevarse su festival, el Cosquín
Rock, a un nuevo predio en la Comuna de San Roque y promocionarlo como el original, haciendo valer su condición de creadores del ciclo. En un intento
de sostener su propuesta rockera en la Próspero Molina, la ciudad impulsa el Festival Siempre Rock realizado por Jorge
Guinzburg y Jordan Producciones, quienes lo subtitulan: El que te mereces, en alusión
al nivel de excelencia del que pretendían dotarlo. Esto denotaba el ánimo
de (no tan sana) competencia que existió desde un principio entre las dos
productoras, alimentada por la forma en que había sido expulsada de la ciudad
la dupla Palazzo-Emaides. Más que sumar entonces, se trataba de ver quien salía
más airoso del este enfrentamiento que había sido agitado desde un sutil duelo mediático.
Si entramos en el juego de las comparaciones
tenemos que decir que Siempre
Rock fue análogo a las dos primeras ediciones del Cosquín Rock realizadas en esa misma plaza (años 2001 y 2002). Se asemejó
en convocatoria, en el buen nivel de organización y repitió algunos errores también.
Es cierto que a la cartelera, de excelente calidad, le faltaron algunos
números; pero esto fue porque su similar de San Roque arrasó con gran parte de
los artistas disponibles, en detrimento de la grilla que finalmente pudo armarse
para la Próspero Molina.
A cambio, fue para destacar la innovación en
el diseño de los tres escenarios: uno principal y en el centro; y dos
secundarios, a ambos lados de aquel; todos funcionando alternadamente, le permitieron
al espectáculo una dinámica y un non stop
music que además de neutralizar las tediosas demoras, disminuyó ostensiblemente
los problemas de sonido que conlleva el armado contra reloj de las diferentes bandas.
Así, la ciudad de Cosquín logró darle
continuidad a su propuesta rockera con un aceptable debut en la Capital del
Folklore para Jordan Producciones, que a través del productor y humorista Jorge
Guinzburg (fallecido en 2008), oficiando de vocero y cabeza parlante, aseguraba
que el Siempre Rock sería una marca
que duraría al menos, los próximos cuatro años. La crónica de la época no
imaginaba que esta edición iba a ser debut y despedida, ya que si bien había un
contrato firmado entre las partes, factores económicos desalentaron su
continuidad.
Calamaro y Gardel. Uno
de los ases en la manga que se aseguró
la producción del Siempre Rock fue la
participación de la Bersuit para la
primera de las dos noches, banda con un enorme poder de convocatoria, por entonces.
Pero sin dudas que su mayor logro, y lo más publicitado de la grilla, era haberse
asegurado la participación de Andrés
Calamaro en su regreso a los escenarios argentinos luego de seis largos
años de ausencia. Hecho que se produjo el sábado 12 de febrero de 2005, en la
segunda y última noche de este festival. Y es que Andrés en esos años previos
había sumado a su catálogo solista una buena cantidad de trabajos que incluyen piezas
claves que lo reafirman como un gran compositor y que no habían podido ser chequeadas
en vivo por sus fans argentinos. Había cerrado el milenio con una seguidilla
memorable: Alta suciedad (1997), Honestidad brutal (1999) y El Salmón (2000), su desbordado álbum
quíntuple; y si sumamos a esto su autoimpuesto exilio español y los distintos avatares
por los que atravesó su vida personal, podremos entender el porqué del agigantamiento
de su figura de mito viviente de la música.
Esa noche en la Próspero Molina era esperado
con muchísima ansiedad, tanto por la gente, como por los periodistas y hasta
por sus propios colegas. Con la puntualidad que mostró toda la programación, se
corrió el telón del escenario principal y dejó ver la figura de un Andrés desconocido,
un poco más gordo, luciendo una tupida barba y con los músicos de la Bersuit (sin
Cordera) oficiando de banda soporte. Marcaron cuatro y para que no queden dudas
se mandó con esa declaración de principios que dice: “Siempre seguí la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón…”,
la canción que le colgó a su autor su mote más célebre. Un público de nuevos y
viejos fans, respondieron en consecuencia a tantos años de ausencia,
apretándose todo lo que pudieron junto al escenario. La espera había concluido
y ahí estaba, por fin, el Salmón desplegando
todo su arsenal de hits eternos. No hay un registro oficial de aquella noche serrana,
pero sí de la época, ya que un par de meses después grabaron ese mismo material
durante tres conciertos en el Estadio Luna Park de Buenos Aires para posteriormente
editarlo bajo el título de El Regreso,
álbum en directo con el que Calamaro obtuvo al año siguiente su primer Gardel de Oro, el mayor galardón de la
industria musical argentina.-
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