Foto: Cecilia Devoto |
RECITALES
Por Néstor Pousa
La historia es conocida: a principios de 1982, en la noche del sábado 6 de febrero, un colectivo de rosarinos con Juan Carlos Baglietto a la cabeza hacían explotar el Anfiteatro Municipal de La Falda durante la tercera edición del Festival Argentino de Música Contemporánea para ganarse un sitial de privilegio en el salón de la fama de nuestro (algunas veces) no bien ponderado rock vernáculo. Acompañaban a Baglietto en aquella actuación tan asombrosa como consagratoria: Silvina Garré (por entonces su mujer), Fito Páez (con sólo 18 años) y Rubén Goldín, entre otros.
Al año siguiente, y en plena curva ascendente,
Silvina deja la banda para poner en modo inicio su propia carrera y así se
desarmaba el dúo. Pocos años después, en 1989, se juntan para dar forma a un
trabajo que se conoció como Baglietto-Garré
en Vivo en el Ópera, un breve
proyecto que no interfirió en sus caminos definitivamente solistas.
No son fáciles las re-uniones en el Rock
Argentino, nunca lo fueron. No abundan las reediciones de formatos, por más
exitosos y/o memorables que estos hayan sido en el pasado. Por citar un
ejemplo: el amago de conmemorar en 2012 los 30 años de Tiempos Difíciles, aquel iniciático álbum debut de la Trova
Rosarina, nunca se concretó. Por eso sorprendió cuando en marzo de este año se
anunciaba el regreso del emblemático dúo. Fue la misma Silvina quien lanzó la
primicia por Facebook, y muchos
pensaron que se trataba de una foto vieja. El espectáculo se presentó en Buenos
Aires y fue tomando forma con tres funciones consecutivas y a sala llena en el
Ópera -deliberadamente, el mismo lugar de la primera reunión- y luego con una mini
gira nacional por Córdoba, Mendoza y, obviamente, Rosario.
La primera imagen que nos entregaba el Quality Espacio la noche del sábado 17
de mayo pasado era la de una puesta preciosista y muy llamativa generada por la
combinación de luces y enormes pantallas; una estructura inusual para
conciertos de mediana escala (1400 personas), provista por la factoría que maneja
Baglietto, con probada experiencia en el rubro. Ese fue el inmejorable contexto
para la imagen retro de los dos cantantes actualizadas a los nuevos tiempos,
esto es: una banda de jóvenes
sobresalientes, los flamantes arreglos de Guido Martínez, un sonido impecable,
la comodidad del lugar (aunque algo desordenada la salida del estacionamiento)
y el fino look de los protagonistas, que distaba mucho de aquel tardío hippismo
de los ‘80. Juan y Silvina mudaron el enterito, las zapatillas y la bambula por
ropa adulta refinada. Ya no hay un pelo largo, salvo por la blonda cantante, e
incluso sus voces lucen hoy -verdaderamente- mucho mejor que hace tres décadas.
Fue bueno regresar a la cosecha, Baglietto es el notable intérprete, tal vez el
mejor, que todos conocemos. Silvina, al margen de expresarse tocando la
guitarra y el piano, es una de las más notables en su género, sea interpretando
canciones propias o las de los autores rosarinos que abordan (los fundamentales
Fandermole, Abonizio, Páez, Goldín, Nebbia).
En un repaso antológico hay canciones que no
pueden faltar. Por caso Era en abril,
su gran número consagratorio; o Cantar,
cantar, leit motiv de la reunión
de 1989, que lo fue también ahora. Otros clásicos impostergables: Me asomo, En blanco y negro Buenos Aires o Quien quiera oír que oiga, por primera vez fueron interpretados en
conjunto. En los rescates inesperados apareció Una vuelta más, una pista perdida en el disco Actuar para vivir que cuenta la trágica historia de Huguito, el solterón (crucificado contra
un radiador Toyota) reversionada por Baglietto con el aporte de su hijo Julián en
voz y melódica. En su mini-set individual el
rosarino eludió la obviedad de tocar Mirta,
de regreso, poniendo en ese lugar el homenaje a su ciudad natal con Adoquines en tu cielo. En su momento
solista, Silvina, radiante al frente de un Clavinova, también eligió correrse
de los lugares comunes con Hogar y Los buenos tiempos.
De nuevo en dúo, la sociedad perfecta que mantienen sus voces lograron
climas y momentos de altísimo nivel en conjunto con las imágenes disparadas por
las pantallas de escenario, eso pasó con Cajita
de música y Que son esas palabras,
el híper nostálgico clásico de la primera época.
La euforia del final, de un público en su mayoría adulto, se aceleró con una seguidilla que no dio respiro; Historia
de Mate Cosido, Se fuerza la máquina, Tratando de Crecer, El Témpano y La vida es
una moneda, con mención al consagratorio año de 1982.
La lista acotada a veintiuna canciones preveía como posibles bises la
repetición del comienzo del repertorio, y así fue, pero una presencia
inesperada alteró los planes, incluso para los propios protagonistas: la
sorpresiva aparición en escena de Lito Vitale. El sonidista de lujo que tiene
esta gira no logro soportar la tentación y
se abalanzó sobre el piano para acompañarlos en la segunda entrega de Era en abril. El vestuario
informal de backstage (campera buzo,
bermudas 3 tiras y zapatillas de lona negra) de Lito confirmaba que no estaba
programado ese cierre que terminó por eyectar definitivamente de sus butacas a
una conmovida platea.-