martes, 10 de mayo de 2011

Alan Parsons: la vigencia retro

Alan Parsons en Orfeo (foto: LaVoz.com.ar)
El músico, compositor y productor inglés llegó por segunda vez a Córdoba para presentar su Alan Parsons Live Project, banda con la que revisa sus clásicos 70/80.
 
RECITALES
 
Por Néstor Pousa © 2011
 
El músico inglés Alan Parsons llegó a Córdoba por segunda vez para presentar una selección de sus más grandes éxitos, aquellos que inundaron las discotecas y las radios en la segunda mitad de los 70’s y primera parte de los 80’s, y lo convirtieron en una celebridad musical. Un show similar al realizado en la capital cordobesa en enero de 2005, y en el mismo espacio: el Orfeo Superdomo.
El dato tan repetido como insoslayable cada vez que se escribe una reseña sobre Alan Parsons es la referencia a sus inicios en la música, los que no fueron precisamente arriba de un escenario sino en un estudio de grabación. El por entonces joven Parsons formaba parte del staff técnico de los míticos Estudios Abbey Road en Londres, allí participó como asistente de grabación de los dos últimos legados Beatles, los álbumes Abbey Road (1969) y Let it be (1970). Pocos años después, ya al mando de la consola, registró un disco fundamental, Dark side of the moon (El lado oscuro de la luna, 1973) de los Pink Floyd. No fueron estas sus únicas intervenciones como ingeniero de sonido, pero sí las que calificaron su curriculum para que pudiera saltar al otro lado del vidrio y junto a su colega Eric Woolfson fundar Alan Parsons Project, banda con la que su nombre ganó notoriedad mundial en la época en que desde el norte del continente nos importaban la música disco y en Inglaterra reinaba la progresiva.
El astuto Alan, o vio el filón o bien por buscar un sello distintivo, conjugó ambos estilos en boga, y con el pulido sonido que dotaba a sus trabajos llegó a grabar títulos emblemáticos (I Robot, Pyramid, The turn of a friendly card, entre otros) que forman parte de este viaje retrospectivo que aún hoy mantiene en vigencia a la banda sonora de aquellas dos décadas.

En eso se basa su actual performance en vivo, a la que rebautizó Alan Parsons Live Project, un mínimo agregado en el nombre fue suficiente para no vulnerar del todo la marca registrada de origen ahora que Woolfson no está, pero a la vez para que a nadie le queden dudas de qué se trata.
En escena Parsons se comporta como un director controlándolo todo desde las alturas de su tarima central, pero aporta lo mínimo a la hora de cantar, tocar la guitarra (su principal instrumento) o los teclados. En el llano el gasto lo hace una banda conformada por músicos estadounidenses, para nosotros ilustres desconocidos. Casi todos ellos a su turno cantan, aunque la voz solista principal es la de P.J. Olsson, un vocalista tan hiperactivo que contrasta con la pachorra de su líder. Lo siguen Alastair Green en guitarra, el histriónico Todd Cooper en saxos y guitarra acústica, Guy Erez en bajo, Danny Thompson en batería y Manny Focarazzo en teclados.
En la lista de temas es anecdótica la inclusión de All our yesterdays (la única novedad) ya que el resto -casi todos festejados por una audiencia mayormente adulta- eran los que se esperaban escuchar. A saber, los clásicos instrumentales que abastecieron de cortinas a más de un programa informativo o deportivo: I Robot y Luciferama (un middle entre Lucifer y Mammagamma). Los lentos (Don't answer me y Time) que aún hoy -o mucho más hoy- tienen esa capacidad para desatar suspiros en la platea femenina y en más de un varón romántico. Y después los pasajes más ambiciosos de aquellos discos que fueron concebidos como álbumes conceptuales, en este sentido se destacó particularmente la suite compuesta para el álbum The turn of a friendly card (“La suerte de una buena carta”, tradujo Parsons, en su única frase en español de toda la noche). Este segmento de cinco movimientos y la parte final del show con Sirius, Eye in the Sky y los bises Old and wise y Games people play, fueron lo más intenso del show y lo que logró hacer saltar de sus cómodas butacas a un público que se había mostrado gozoso pero que hasta ahí ni siquiera se había despeinado.-

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