sábado, 19 de mayo de 2012

La historia de un Tango fatal

José Alberto Iglesias Tanguito se transformó en el primer personaje mítico de la cultura rock en el país. Su vida y su trágica muerte, de la cual se cumplen hoy 40 años, encierran enigmas imposibles de develar.

PERSONAJES 

Por Néstor Pousa © 2012

Hoy se cumplen 40 años de la trágica muerte de José Alberto Iglesias, y la noticia no parece tener mayor relevancia, como tampoco fue titular en los diarios de aquel día.
¿Entonces por qué estamos hablando hoy de él? Empezará a entenderse un poco más si decimos que José Alberto Iglesias era nada más y nada menos que Tanguito, personaje que vivió de cerca los albores del rock en nuestro país, y se convirtió en el paradigma del artista contracultural que se inmola entre sus propias limitaciones y la indiferencia.
Es cierto que Tanguito ó Tango ó Ramsés VII ó Donovan el Protestón (algunos de sus tantos seudónimos) no fue una figura conocida para lo no iniciados en rock; ni su legado artístico tan considerable. Un poco porque su vida se extinguió tan prontamente como un papel celofán puesto al fuego. Su fama recién se expandió masivamente a partir de 1993, año en que el director de cine Marcelo Piñeyro decide llevarlo al celuloide con la realización de su opera prima, la película Tango Feroz: la leyenda de Tanguito (con Fernán Mirás y Cecilia Dopazo en lo protagónicos), en la que pretendía mostrar su historia, pero que en realidad pintaba una imagen distorsionada, edulcorada y un tanto más romántica de lo que en realidad fue.
A partir que tomó estado público, se conocieron los ribetes más polémicos que su leyenda tenía, y las distintas visiones y opiniones de los que lo habían conocido y habían sido sus colegas, es decir quienes habían compartido con él sus últimos años.
Pero empecemos por el principio, José Alberto Iglesias ‘Tanguito’ debuta oficialmente, con 18 años cumplidos, como cantante en el grupo Los Dukes, un proyecto más cercano al Club del Clan, que a un intento rockero. Era la primavera de 1963 y no duraría demasiado en esa banda, a la que abandonaría para emprender su carrera solista. Por entonces ya frecuentaba La Cueva de Pueyrredón, mítico lugar donde empezaría a cocinarse el Rock Argentino. Allí conocería a sus nuevos amigos: Javier Martínez y Alejandro Medina (ambos de Manal), Moris, Litto Nebbia, Miguel Abuelo, Pipo Lernoud, entre muchos otros. Participaría de festivales organizados entre todos ellos, para tratar de darle impulso a la nueva movida musical, poética y cultural que se estaba gestando. Tanguito actuaba como solista con su guitarra criolla, tocando hits de la época y algunas composiciones propias, hechas en colaboración con alguno de los mencionados. En una de esas tantas noches de bohemia o naufragio, surgiría la canción por la que sería recordado y con la cual obtendría alguna ganancia económica importante, que igual se le escurriría como agua entre los dedos. Cuenta la historia que sentado en el baño del bar La Perla del Once, Tanguito repetía una y otra vez la misma estrofa: “Estoy muy solo y triste acá en este mundo de mierda...”, Litto Nebbia lo escuchó y le inspiró el resto de la letra de La Balsa, tema que grabado en 1967 por Los Gatos se convertiría en el primer éxito del rock local, firmado por Nebbia-Tanguito.
En su desprolija carrera solista y con el impulso del hit La Balsa, Tanguito llegaría a grabar profesionalmente su único disco simple oficial conteniendo La princesa dorada y El hombre restante. Pero la salud del músico se empezaba deteriorar aceleradamente por su abusivo consumo de drogas y una vida trashumante que no le permitía concentrarse en su trabajo. La persecuciones policiales, a veces sólo por tener el pelo largo, sus días pasados de calabozo en calabozo y su internación en el Borda terminarían de sellar su suerte.
Con el paso del tiempo las opiniones de los que fueron sus amigos se empezarían a dividir. Por un lado hay gente como el poeta y periodista Pipo Lernoud que lo considera una figura fundamental del rock local; al igual que el periodista, escritor y poeta Miguel Grinberg. Otros, como Spinetta, disimulan con una mirada indulgente los aspectos más oscuros de su personalidad. Y están también quienes no dudan en declarar que era sólo un zarpado con un destino a cuestas imposible de eludir.
Hace un par de años en una entrevista que le realicé a Alejandro Medina (bajista de Manal y The Seasons), le pregunté sobre Tanguito. “Lo conocí en la época de La Cueva, todavía no había entrado en la carrera de las drogas -contó Medina- entonces se podía estar con él, después te perseguía toda la cana si estabas con Tango. Su estilo era así, era su destino. Era un pibe que vivía empastillado. Para que grabe su disco, en el sello Mandioca, cada vez que lo veíamos lo llevábamos al estudio y lo sentábamos a tocar. Una vez tocábamos en un teatro, y Tango se puso todas las ropas de los bailarines del elenco, una sobre otra, y se fue la calle con la guitarra. Entra alguien y dice: ‘Me parece que vi a un loco tocando la guitarra con toda la ropa puesta’. Casi nos echan de la sala”.
Ese era Tanguito, así fue su vida. Nunca nadie podrá saber hasta donde habría llegado su estrella si la muerte no lo hubiera sorprendido bajo las vías de un tren, un 19 de mayo de 1972, cuando contaba con apenas 26 años.
Sólo dejó esbozos, jirones de su arte, demasiado poco si lo comparamos con la inmensidad de su mito, forjado en una vida turbulenta y border, pero con la absoluta certeza que con él cabe perfecto el concepto de que menos fue más.
La fatal historia de Tanguito, en lo inicios mismos del Rock en la Argentina, sería la enunciación de que nada sería fácil para este nuevo género popular en el país, pero que no obstante, y ante todas las vicisitudes, tenía asegurado un destino de gloria.-

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