jueves, 25 de julio de 2019

La Falda Tango, transición y despues

Ariel Ardit

La Falda cerró la edición número 36 de su festival nacional con un formato recortado a dos noches, forzado por el ajuste. Igualmente la jerarquía del evento no decayó gracias a un desfile de artistas consagrados y valores locales.

LA FALDA TANGO 2019
 
Por Néstor Pousa

La reciente edición del Festival Nacional del Tango de La Falda, en su edición número 36 que acaba de finalizar, fue vivida por el equipo de producción como un fin de ciclo, como quien termina el último año de la secundaria con amigos a los que tal vez no vuelvas a ver. Este sistema de producción y financiamiento municipal con el que se sostiene el ciclo, que a períodos regulares de cuatro/ocho años obliga a un lógico recambio de gestión, hace entendible esa sensación agridulce en un equipo de gente numeroso y compacto como el que tuvo a su cargo el festival durante el período 2011-2019. Sentimiento que se percibía a flor de piel en el back stage y que atravesaba la cuarta pared del escenario cada vez que alguno de los artistas manifestaba su agradecimiento a un staff que desarrolló músculo en los rubros de logística y organización, que construyó una empatía inusual con aquellos, y ya empezaban a extrañar ese trato personalizado y preferencial del que habían gozado todos estos años.
Este efecto cíclico tiene por contrapartida la incertidumbre de saber que va a pasar en el futuro con este evento que consiguió una saludable regularidad en las recientes dos décadas de vida, pero que también conoció los sinsabores de las permanentes interrupciones, una discontinuidad endémica de la que no escapó ninguno de los eventos artísticos locales, por más importantes y transcendentes que estos fueran. Y vaya que el encuentro tanguero lo es. El Festival Nacional del Tango de La Falda es mucho más que un espectáculo, con sus 54 años de historia desde su fundación, es una carta de presentación para la ciudad, tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, por lo bajo y los pasillos, algunas voces ya empezaron a poner en duda su continuidad luego de la transición. No me voy a sumar a esa corriente mal intencionada, porque si nos retrotraemos a los inicios de esta gestión que está por concluir recordaremos que algo similar ocurrió. Hubo en aquel momento reuniones con delegados de las subsedes tangueras preocupados por saber cuál sería su futuro. Consultas de colegas que aseguraban tener el dato certero de que no continuaría. Pero siguió, y con un éxito renovado.
Este coro de voces desalentadoras encuentran su mejor caldo de cultivo en este contexto, lo que nos lleva reflexionar si no sería el momento de fundar una comisión permanente para la organización del ciclo, no dependiente del cambio de mandatario de turno, donde puedan volcar su experiencia todos los que durante estos últimos años tuvieron algo que ver con la producción artística y ejecutiva.
 
Osvaldo Piro
Mientras tanto la edición que acaba de finalizar, y que a priori parecía que iba a ser atravesada por la epicrisis de unas arcas municipales que no estarían pasando por su mejor momento, resultó estar a la altura de las anteriores y con todo el fulgor de un plantel de estrellas de calidad indiscutida.
En lo organizativo respetó la matriz de los últimos años: un elenco plagado de nombres consagrados que fueron habitués en la grilla, los valores locales que emergieron de este mismo festival y el matiz de alguna novedad inesperada, por lo general un artista no-tanguero. Este año fue el turno del notable armoniquista Franco Luciani.
En la lista de consagrados dieron el presente, por orden de aparición, Raúl Lavié, nombre repetido pero imprescindible y vigente. Presentó al misionero Franco Zacarías (22 años recién cumplidos) que compartió buena parte del set con su padrino artístico. Luego, en rueda de prensa, el Negro dejaría un concepto concluyente: “El futuro del tango necesita ser audaz como alguna vez lo fue Astor” (sic).

"El futuro del tango necesita ser audaz como alguna vez lo fue Astor" (Raúl Lavié)

Esteban Morgado, con asistencia perfecta, al frente de su cuarteto prometía la presencia de María Graña, en un dueto muy esperado que no obstante no llegó a concretarse por una indisposición de último momento de la excepcional cantante (faringitis fue la versión oficial). Entonces el guitarrista sacó un as de la manga, convocó a Karina Levine, intérprete marplatense que arribó a La Falda como público y se encontró con el privilegio de pisar por primera vez el máximo escenario tanguero.
Ariel Ardit cerró la primera noche con una performance a la altura de sus credenciales. Inspirado por cierto ánimo celebratorio, este año cumple 20 años de carrera con el tango, repasó buena parte de su obra en distintos formatos, y locuaz como siempre, resumió su paso por las distintas ediciones del festival. A él se le acredita uno de los mayores momentos de tensión, la vez que deliberadamente excedido en su tiempo de actuación, el manager de escenario le bajó el telón a la orquesta. Un áspero cruce mediático con los organizadores le costaron dos fechas de suspensión y con su posterior regreso se redondeó una de las anécdotas más célebres de este período.

Contramano Trío & Lisette
La cartelera desbordaba de grandes voces y diferentes estilos, como la del faldense Daniel Simmons quien junto al nicoleño Leandro Ponte, el rosarino Martín Moine y el uruguayo Francisco Falco, cantores de distintas latitudes, fueron acompañados con solvencia por el Contramano Trío, conjunto estable del ciclo desde hace ocho años.
Jesús Hidalgo Trío, nuevo proyecto del ex integrante de Tango a tres bandas (Hidalgo-Genovese-Riera), el cantor nacido en Bragado justifica con su voz sus pretensiones solistas que cuentan con un disco de reciente edición, titulado Ese Abril.
Adriana Varela produce en sus directos una atmósfera propia. Aunque parezca vacilante toma el escenario con firmeza y autoridad, y con un estilo con obvias referencias al Polaco según todos (y a Rufino, según Soldán) le agrega ingredientes propios. Dos ejemplos de su solidez expresiva son las versiones de: Fuimos y Pompas de jabón, entre otras.
Omar Mollo se bajó de un avión que lo trajo desde Holanda el viernes, para tocar en La Falda el sábado. Sin tiempo de ensayo pero tocando de memoria con Diego Ramos (piano y dirección musical), Chino Molina (bandoneón) y Federico Maiocchi (contrabajo). “Son tres pero suenan como seis”, presume Omar, y tiene razón. Habla poco, agradece mucho y manda como trompada un clásico tras otro: Desencuentro, Afiches, Se tiran conmigo, Malena, Garúa, Tarde, Grisel, Pasional. Le recuerdo que se cumplen 15 años de su primera vez en La Falda Tango. “¡Viste! y todavía no se cansaron”, suelta.
La Orquesta Escuela Municipal de Tango de La Falda le ganó la pulseada a La Provincial, toda vez que la reducción a dos noches apuraba una decisión. Los dirigidos por Mauricio Martínez volvieron a entregar una performance de lujo con recambio de algunos integrantes que lejos de resentir el ensamble parecen haberlo potenciado. Danzarín, Octubre y una brillante versión de Adiós Nonino fue el repertorio elegido.
La otra gran orquesta es la que siempre pone en escena el Maestro Osvaldo Piro, un auténtico emblema de esta cita que pudiendo hacer la plancha con un repertorio chequeado, siempre elige estrenar e innovar, alumbrando el camino a las nuevas generaciones. Convocó las voces de Marcelo Santos y María Eugenia Acotto.
Un párrafo aparte merecen los artistas locales. Lourdes Galiano es una niña de apenas 10 años de edad que sigue sorprendiendo a un público que ya la conoce, fue acompañada por el trío de Carlos Nieto.

Carlos Habiague
El Contramano Trío en su fusión con la solista Lisette, fueron la gran novedad de este capítulo. Con apenas cuatro meses de ensayo, el trío que forman Mauricio Martínez, guitarra y arreglos; Rodrigo Della Vedova, piano y Jeremías Cassi, bajo eléctrico, unieron fuerzas con la cantante y bandoneonista en un hecho inédito para la ciudad y el ciclo. El futuro que tiene el nuevo cuarteto no tiene techo, la excepcional interpretación de La muerte del ángel, entre otras obras de grandes maestros, lo certifican.
A Carlos Habiague le cedieron el honor de cerrar el festival y eligió hacerlo con un espectáculo que, además de tango, recorrió ritmos españoles, italianos, afroamericanos, baile y un cuadro musical a dúo con su hermana Alejandra Habiague. El ortodoxo público faldense lo trata como un hijo dilecto al que le permite y celebra sus arriesgadas producciones muy cercanas al varieté.  

El tango del final. “Es el último festival de nuestra gestión”, sentenciaba el Intendente Cacho Arduh flanqueado por sus colaboradores directos: Diego Veliz (Turismo), Alicia Auferil (Cultura), Caro Amézaga (organización del festival) y Mabel Farías (Subsedes). Hubo intercambio de plaquetas de reconocimiento, voz quebrada en los discursos, lágrimas en los ojos y decenas de abrazos. Finalizaba una etapa y comenzaba otra.

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