Foto: Daniel J. Jaworski |
FESTIVAL LA FALDA TANGO
Por Néstor
Pousa
Cumpliendo con su rol de maestro de
ceremonias de cada una de las veladas del ciclo Tango Café, Daniel Capdevila sin proponérselo spoileaba lo que era un secreto a voces.
Esa noche, durante la actuación de lo que se anunciaba como un nuevo show de Contramano Trío en La Falda, seríamos testigos de un flamante ensamble
tanguero de origen local, la unión de estos con la cantante y bandoneonista Lisette. Dos de los mejores
proyectos surgidos del Festival del Tango durante la pasada década unían
fuerzas en pos de una nueva propuesta llamada a ser la nueva consagración en la
inminente edición del Festival Nacional
del Tango de La Falda.
El ciclo Tango Café es una de las más
celebradas actividades paralelas del padre de los festivales faldenses. Inaugurado
en 2016, es uno de los preferidos de los tangueros que pueden realizar un
recorrido por los bares de la ciudad incluidos en la programación y ver a
algunos de sus artistas favoritos sin costo adicional por derecho de
espectáculo.
En este ciclo los Contramano Trío siempre
se florearon con participaciones de alto nivel interpretativo y abriendo el
juego a invitados especiales. Es común que salón donde se presenten les queda
chico y no son pocos los que, aun tomando la precaución de llegar con
suficiente anticipación, se quedan sin mesa. Eso fue lo que ocurrió la noche
del miércoles 10 de julio en Marco Polo, en una de las primeras fechas
programadas.
Desde muy temprano el lugar se veía con
su aforo desbordado. Muchos presenciaron la prueba de sonido y no había sorpresas,
ni el presentador cometió una infidencia. En el espacio donde se emplaza el
improvisado escenario tenía cuatro taburetes y cuatro instrumentos esperando
por el trío de Mauricio Martínez (guitarra), Rodrigo Della Vedova
(piano) y Jeremías Cassi (bajo eléctrico). El taburete extra lo ocuparía
Lisette Grosso Schmid, pero para eso habría que esperar hasta el final del set.
Durante la primera parte el trío
abordaría temas de su clásico repertorio, esos que ya tienen “en dedos” y que
casi no les hace falta ensayar. La bellísima Nocturna (Julián Plaza) fue la elegida para romper el celofán.
Enseguida llegaron Recuerdo, Tinta roja y Don Agustín Bardi, casi en el mismo orden que se encuentran en Bajo cuerda, disco publicado en 2016 y, a
la fecha, el único que documenta el trabajo de trío. Mauricio, ocurrente vocero
del grupo, se entretenía entre tema y tema invitando al público a adivinar el
título de cada obra interpretada, con resultado dispar por parte de la
audiencia que a coro acertaba los obvios y hacía mutis con los menos conocidos.
Continuarían con otro de sus momentos
clásicos. Es cuando no se deciden que vals tocar y entonces aparece un mashup entre Palomita blanca y Romance de
barrio al que ellos le imponen el bizarro título de Romance de palomita.
“Siempre vengo a ver a mis sobrinos”, me
confiaba Daniel Simmons desde la barra mientras apuraba un café. La relación
entre Contramano y el cantor con partida de nacimiento faldense es de larga
data y muy fructífera en términos artísticos, por eso, si está Simmons, seguro
suba a cantar. También de memoria y sin ensayo previo salen: Como dos extraños y El último round, dos joyas del repertorio que a menudo revisan en
conjunto. No se puede entender la omisión de este cantor de enormes dotes
expresivas en la agenda de los Tango Café
de este año, aunque sí está programado para el festival.
Mientras que, a dos pasos del escenario,
a Lisette le costaba controlar su ansiedad por subir a tocar, el show seguía
con su lista de temas previstos. Contramano se lucía con los instrumentales Taquito militar (Mariano Mores), Azul noche (Osvaldo Piro) y Libertango (Piazzolla). Notable como el
trío aborda sin temblarle el pulso la obra de los grandes maestros y estilos
tan eclécticos. En el caso de Libertango,
Martínez marca tres y sacan una versión vibrante y con fibra rockera. Hay mucho
trabajo en los arreglos y en sala de ensayo para que la química funcione.
Foto: Daniel J. Jaworski |
Quedaba la milonga Corralera y el clásico Canaro
en París para el final formal del show y que empiece a escribirse una nueva
etapa del trío en formato de cuarteto junto a Lisette. Alguna vez lo soñé, la
conjunción del grupo fogueado en las grandes ligas tangueras y que a puro
talento y trabajo se ganó el privilegio de ser orquesta estable del festival de
tango más célebre del país, con la niña-mujer que desde sus once años despertó
la admiración de diversos públicos por su forma de cantar y tocar el “fueye”.
Lo que mostraron en esa noche fue tan solo la premier, un pre-estreno o, como ellos
dicen, un ensayo con público de lo que ocurrirá muy pronto en un ámbito mayor.
Y la combustión fue espontánea con Quejas
de bandoneón (qué mejor para presentarla), Desencuentro (Lisette sumó su voz), y un falso bis con La muerte del ángel. Otra vez Piazzolla
y su inconmensurable obra, para que los cuatro músicos en semicírculo, como en
un ensayo verdadero, mantengan el trance y nos conmuevan con una de sus mejores
interpretaciones. Para comprobarlo, para colmarse, habrá que ver la función
completa en la gala del próximo sábado 20 de julio en el Auditorio Municipal.
No he escuchado nada de ellos, pero pondre manos a la obra! Saludos,
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