Ariel Ardit |
La Falda cerró la edición número 36 de su festival nacional con un
formato recortado a dos noches, forzado por el ajuste. Igualmente la jerarquía
del evento no decayó gracias a un desfile de artistas consagrados y valores
locales.
LA FALDA TANGO 2019
LA FALDA TANGO 2019
Por Néstor
Pousa
La reciente edición del Festival
Nacional del Tango de La Falda, en su edición número 36 que acaba de
finalizar, fue vivida por el equipo de producción como un fin de ciclo, como quien
termina el último año de la secundaria con amigos a los que tal vez no vuelvas
a ver. Este sistema de producción y financiamiento municipal con el que se
sostiene el ciclo, que a períodos regulares de cuatro/ocho años obliga a un lógico
recambio de gestión, hace entendible esa sensación agridulce en un equipo de
gente numeroso y compacto como el que tuvo a su cargo el festival durante el
período 2011-2019. Sentimiento que se percibía a flor de piel en el back stage y que atravesaba la cuarta
pared del escenario cada vez que alguno de los artistas manifestaba su agradecimiento
a un staff que desarrolló músculo en
los rubros de logística y organización, que construyó una empatía inusual con aquellos,
y ya empezaban a extrañar ese trato personalizado y preferencial del que habían
gozado todos estos años.
Este efecto cíclico tiene por
contrapartida la incertidumbre de saber que va a pasar en el futuro con este evento
que consiguió una saludable regularidad en las recientes dos décadas de vida,
pero que también conoció los sinsabores de las permanentes interrupciones, una
discontinuidad endémica de la que no escapó ninguno de los eventos artísticos
locales, por más importantes y transcendentes que estos fueran. Y vaya que el
encuentro tanguero lo es. El Festival Nacional
del Tango de La Falda es mucho más que un espectáculo, con sus 54 años de
historia desde su fundación, es una carta de presentación para la ciudad, tanto
a nivel nacional como internacional. Sin embargo, por lo bajo y los pasillos,
algunas voces ya empezaron a poner en duda su continuidad luego de la
transición. No me voy a sumar a esa corriente mal intencionada, porque si nos
retrotraemos a los inicios de esta gestión que está por concluir recordaremos
que algo similar ocurrió. Hubo en aquel momento reuniones con delegados de las
subsedes tangueras preocupados por saber cuál sería su futuro. Consultas
de colegas que aseguraban tener el dato certero de que no continuaría. Pero siguió,
y con un éxito renovado.
Este coro de voces desalentadoras encuentran
su mejor caldo de cultivo en este contexto, lo que nos lleva reflexionar si no
sería el momento de fundar una comisión permanente
para la organización del ciclo, no dependiente del cambio de mandatario de
turno, donde puedan volcar su experiencia todos los que durante estos últimos años
tuvieron algo que ver con la producción artística y ejecutiva.
Mientras tanto la edición que acaba de
finalizar, y que a priori parecía que iba a ser atravesada por la epicrisis de
unas arcas municipales que no estarían pasando por su mejor momento, resultó
estar a la altura de las anteriores y con todo el fulgor de un plantel de estrellas
de calidad indiscutida.
En lo organizativo respetó la matriz de
los últimos años: un elenco plagado de nombres consagrados que fueron habitués
en la grilla, los valores locales que emergieron de este mismo festival y el
matiz de alguna novedad inesperada, por lo general un artista no-tanguero. Este
año fue el turno del notable armoniquista Franco Luciani.
En la lista de consagrados dieron el
presente, por orden de aparición, Raúl Lavié, nombre repetido pero
imprescindible y vigente. Presentó al misionero Franco Zacarías (22 años recién
cumplidos) que compartió buena parte del set con su padrino artístico. Luego,
en rueda de prensa, el Negro dejaría un concepto concluyente: “El futuro del tango
necesita ser audaz como alguna vez lo fue Astor” (sic).
"El futuro del tango necesita ser audaz como alguna vez lo fue Astor" (Raúl Lavié)
Esteban Morgado, con asistencia
perfecta, al frente de su cuarteto prometía la presencia de María Graña, en un
dueto muy esperado que no obstante no llegó a concretarse por una indisposición
de último momento de la excepcional cantante (faringitis fue la versión
oficial). Entonces el guitarrista sacó un as de la manga, convocó a Karina
Levine, intérprete marplatense que arribó a La Falda como público y se encontró
con el privilegio de pisar por primera vez el máximo escenario tanguero.
Ariel Ardit cerró la primera noche con una
performance a la altura de sus credenciales. Inspirado por cierto ánimo celebratorio,
este año cumple 20 años de carrera con el tango, repasó buena parte de su obra
en distintos formatos, y locuaz como siempre, resumió su paso por las distintas
ediciones del festival. A él se le acredita uno de los mayores momentos de
tensión, la vez que deliberadamente excedido en su tiempo de actuación, el
manager de escenario le bajó el telón a la orquesta. Un áspero cruce mediático con
los organizadores le costaron dos fechas de suspensión y con su posterior
regreso se redondeó una de las anécdotas más célebres de este período.
Contramano Trío & Lisette |
La cartelera desbordaba de grandes voces
y diferentes estilos, como la del faldense Daniel Simmons quien junto al
nicoleño Leandro Ponte, el rosarino Martín Moine y el uruguayo Francisco Falco,
cantores de distintas latitudes, fueron acompañados con solvencia por el
Contramano Trío, conjunto estable del ciclo desde hace ocho años.
Jesús Hidalgo Trío, nuevo proyecto del
ex integrante de Tango a tres bandas (Hidalgo-Genovese-Riera),
el cantor nacido en Bragado justifica con su voz sus pretensiones solistas que cuentan
con un disco de reciente edición, titulado Ese
Abril.
Adriana Varela produce en sus directos
una atmósfera propia. Aunque parezca vacilante toma el escenario con firmeza y
autoridad, y con un estilo con obvias referencias al Polaco según todos (y a
Rufino, según Soldán) le agrega ingredientes propios. Dos ejemplos de su
solidez expresiva son las versiones de: Fuimos
y Pompas de jabón, entre otras.
Omar Mollo se bajó de un avión que lo
trajo desde Holanda el viernes, para tocar en La Falda el sábado. Sin tiempo de
ensayo pero tocando de memoria con Diego Ramos (piano y dirección musical),
Chino Molina (bandoneón) y Federico Maiocchi (contrabajo). “Son tres pero suenan como seis”, presume Omar, y tiene razón.
Habla poco, agradece mucho y manda como trompada un clásico tras otro: Desencuentro, Afiches, Se tiran conmigo,
Malena, Garúa, Tarde, Grisel, Pasional. Le recuerdo que se cumplen 15 años de su primera vez en La Falda Tango. “¡Viste! y todavía no se cansaron”, suelta.
La Orquesta
Escuela Municipal de Tango de La Falda le ganó la pulseada a La Provincial, toda vez que la reducción
a dos noches apuraba una decisión. Los dirigidos por Mauricio Martínez
volvieron a entregar una performance de lujo con recambio de algunos
integrantes que lejos de resentir el ensamble parecen haberlo potenciado. Danzarín, Octubre y una brillante versión de Adiós Nonino fue el repertorio elegido.
La otra gran orquesta es la que siempre
pone en escena el Maestro Osvaldo Piro, un auténtico emblema de esta
cita que pudiendo hacer la plancha con un repertorio chequeado, siempre elige
estrenar e innovar, alumbrando el camino a las nuevas generaciones. Convocó las
voces de Marcelo Santos y María Eugenia Acotto.
Un párrafo aparte merecen los artistas
locales. Lourdes Galiano es una niña de apenas 10 años de edad que sigue
sorprendiendo a un público que ya la conoce, fue acompañada por el trío de
Carlos Nieto.
Carlos Habiague |
El Contramano Trío en su fusión
con la solista Lisette, fueron la gran novedad de este capítulo. Con
apenas cuatro meses de ensayo, el trío que forman Mauricio Martínez, guitarra y
arreglos; Rodrigo Della Vedova, piano y Jeremías Cassi, bajo eléctrico, unieron
fuerzas con la cantante y bandoneonista en un hecho inédito para la ciudad y el
ciclo. El futuro que tiene el nuevo cuarteto no tiene techo, la excepcional
interpretación de La muerte del ángel,
entre otras obras de grandes maestros, lo certifican.
A Carlos Habiague le cedieron el
honor de cerrar el festival y eligió hacerlo con un espectáculo que, además de
tango, recorrió ritmos españoles, italianos, afroamericanos, baile y un cuadro
musical a dúo con su hermana Alejandra Habiague. El ortodoxo público faldense
lo trata como un hijo dilecto al que le permite y celebra sus arriesgadas
producciones muy cercanas al varieté.
El tango del final. “Es el último
festival de nuestra gestión”, sentenciaba el Intendente Cacho Arduh flanqueado
por sus colaboradores directos: Diego Veliz (Turismo), Alicia Auferil
(Cultura), Caro Amézaga (organización del festival) y Mabel Farías (Subsedes).
Hubo intercambio de plaquetas de reconocimiento, voz quebrada en los discursos,
lágrimas en los ojos y decenas de abrazos. Finalizaba una etapa y comenzaba
otra.