miércoles, 25 de enero de 2017

Cosquín Folklore: una historia sin fin

Dino Saluzzi: pura inspiración
La magia de Dino Saluzzi, la chacarera de alto impacto de Horacio Banegas y la empatía de Raly Barrionuevo alumbraron el inicio de la edición 57. El bandoneonista salteño recordó en malos términos su paso por La Falda.

COBERTURA

Por Néstor Pousa

Asombroso e inabarcable este Festival Nacional de Folklore de Cosquín que transita sin sobresaltos su edición número 57, desde aquel 1960 de la inauguración. Un ciclo que escribe sus páginas en la Plaza Próspero Molina, por donde pasan las más variadas expresiones musicales del género. Pero que se magnifica y amplifica en cada uno de sus desprendimientos satélites, muchos de ellos no menos importantes, como el Pre Cosquín para los nuevos valores que se desarrolla en las semanas previas y acumula 46 temporadas; la 51° Feria Nacional de Artesanías y Arte Popular “Augusto Raúl Cortázar” en la plaza San Martín; el 16° Encuentro de Poetas con la Gente, las muestras y talleres culturales y los espectáculos callejeros en la Plaza San Martín y los balnearios; sin olvidar la cantidad de peñas que bullen en cada rincón de la ciudad. Este vasto programa, que se presenta como imposible de cubrir en su totalidad, transforma a este evento en único, en una maquinaria que se fue agigantando año tras año a lo largo de casi seis décadas, gracias al espíritu emprendedor, la convicción y la constancia. Siempre la constancia.

Tras los fuegos de la primera noche de enero, el sempiterno Himno a Cosquín y las evoluciones estéticas del Ballet Camín, el encargado de abrir la edición de este año fue el notable músico salteño Dino Saluzzi, una de esas figuras de nuestra música popular argentina y mundial que brillan por su estrella propia y tan distinta a las demás. No sé si el dato es tan exacto, pero dicen que 30 años nos separan de su última presencia en esa plaza que albergó a tantos músicos del folklore y en algunos casos, estilos afines y no tanto. Treinta años es demasiado tiempo para dejar pasar un artista de la envergadura de Saluzzi, y se me ocurrió pensar en otros que no tuvieron la posibilidad de hacerlo, por ejemplo Luis Alberto Spinetta (en estos días se cumplió un nuevo aniversario de su nacimiento). ¿Cómo puede ser que Spinetta y Cosquín Folklore, o viceversa, nunca hayan confluido en algún momento de sus vidas? Y así tantos otros, pero fueron muchos más los que sí estuvieron, como Dino Saluzzi que un día regreso para ofrecer un concierto apertura de una calidad insuperable acompañado por un quinteto de guitarra, saxo/clarinete, bajo, batería y bandoneón (el suyo), un combo en donde el denominador común es el apellido Saluzzi. Y un repertorio exclusivamente folklórico pero al estilo que sólo el salteño puede abordar, una mezcla de jazz contemporáneo y folklore (jazz&folk) de inimitable factura.
Muy pocas palabras durante la función pronunció el bandoneonista, solamente se manifestó agradecido por el honor de protagonizar la apertura y luego cuando rindió homenaje a Atahualpa Yupanqui y Mario Arnedo Gallo: “Dos monumentos de la historia musical argentina”, diría.

Luna de Primera. En la noche inaugural se esperaba por Orellana-Lucca, que estrenaban su chapa de consagración en la edición anterior, Los Amigos del Chango (tras el legado  de Farías Gómez), José Luis Aguirre (¿Consagración 2017?), Horacio Banegas, ovacionado por sus chacareras de alto impacto auditivo, Luciana Jury, el Ballet Folklórico Nacional, Postales de Provincia (San Juan) y el cierre de Raly Barrionuevo. El nacido en Frías que subió al escenario a las dos de la mañana para cerrar la primera noche, ejerce una atracción diferente a la de otros ídolos. Podría definirse como un fanatismo calmo, sin histerias, ni estridencias, más cercano a la empatía, sin dudas producto de su propia personalidad ensimismada. Igual el tipo sabe cómo entrarle al público de Cosquín, que no es cualquier público, y eligió para empezar su show con Zamba y acuarela y con ese gesto el universo coscoíno ya estaba rendido a sus pies. Siguieron, con la banda, Alma de Rezabaile, Un pájaro canta, El olvidao, El gato del festival, Chacarera del sufrido, La de los angelitos, Luna cautiva y Famatina (acompañado por los Toch), con esa alternancia para bailar y hacer pensar que solo el Raly puede conseguir.
Así como despacharse con una versión extendida de reggae psicodélico en Niña Luna y mandarse con la hiper-rockera y eléctrica Hasta siempre Comandante en la propia cara de los que reniegan de un género que tanto público joven le acercó al folklore.
“Cosquín es una historia que parece no tener fin”, dijo sobre el final, con una parsimonia en la que se intuía algún gesto de cansancio producto, quizás, del vertiginoso ritmo de trabajo estival, pero que de ninguna manera le impidió ofrecer un espectáculo intenso y a la vez emotivo. “Este es el Cosquín que siempre soñamos desde que éramos niños”, concluyó antes de despedirse con Cuarto menguante.

Preso por tocar una zamba. Dino Saluzzi había decidido esquivar la conferencia de prensa con los medios acreditados luego de su elevadísimo show en la primera noche de Cosquín. Entonces el cronista fue en busca de la nota, cruzó al salteño ni bien dejaba el escenario rodeado por un séquito de asistentes, músicos y demás personas. El cronista lo encaró, le estrechó la mano y le recordó una historia de más de tres décadas, la que cuenta de su paso por el Festival Argentino de Música Contemporánea de La Falda de 1981, cuando por una audaz idea de Mario Luna (organizador) fue convocado para integrar la grilla en la misma noche que tocaban Almendra, León Gieco y Rubén Rada, entre otros. "Esos de Almendra son unos hijos de puta, canté una zamba y me metieron en cana, son traidores a la patria", fue la respuesta textual y seca de Saluzzi a este cronista. Una percepción bastante alejada de lo que en realidad sucedió, pero no hubo margen para el debate. No esta vez. Y tal vez nunca lo haya para este músico de 81 años que le cierra creer que fue preso por tocar una zamba.

martes, 17 de enero de 2017

Raly Barrionuevo: paisano vivo

El santiagueño afincado en Unquillo, The Greets, Planeador V y los locales Huaucke, Rizoma, Notakustica, Malentendidos y Basic Talk, animaron la primera quincena del ciclo faldense.

VERANO / LA FALDA BAJO LAS ESTRELLAS 2017

Por Néstor Pousa

Raly toma su guitarra con cuerdas de nylon y se manda con una versión de Ey Paisano, ese collage sonoro donde rapea aspectos de su niñez, principios y luchas. La canción es un revulsivo de actualidad para tocar con banda completa, pero esta vez se la banca solito rasgueando su guitarra.
A continuación se incorporan Sebastián Sayes en bajo y (el enorme) César Elmo en batería y percusión, y en formación de trío largan con el primer chacarerazo de la noche con La Telesita (Alma de rezabaile). Recién entonces se unirá el resto de la banda: Cci Kiu (teclados, violín y voz), Edgardo Castillo (guitarra, vientos y coros) y Mauricio Páez (guitarra y coros), para tocar Un pájaro canta, en honor a Jacinto Piedra.
Así fue el comienzo del concierto de Raly Barrionuevo la noche del domingo 8 de enero para poner en modo inicio una nueva entrega del ciclo La Falda bajo las Estrellas.
Como era de esperar, el santiagueño radicado desde hace muchos años en Unquillo, Córdoba, no ofreció un concierto folklórico, al menos no, en el sentido estricto de la palabra.
Raly se da esos gustos cuando no está condicionado por el entorno de una peña o no es un festival de folklore el contexto. Entonces echa mano a su vasto y variado repertorio y se da todos los gustos.  Puede volverse zamba todo el tiempo que quiera y entregar clásicos como Zamba de usted, Luna cautiva y De mi madre, evocando al Chango Rodríguez, pero en ese estilo zamba-balada que caracteriza al nacido en Frías. Notable momento de introspección para un público que en buena cantidad aspira a llenar de mudanzas el aire y que no se priva de ello en las zonas francas que espontáneamente se abren para el baile.
El olvidao y Circo criollo encienden aún más las almas y los cuerpos, pero Raly no pierde nunca la calma y esa forma tranquila de hablar. Y de hablar lo justo y necesario aunque convenga hacer los contrario.
“Esta canción hace tanto que la canto que muchos piensan que es mía”, dice con gesto cómplice hacia el público, antes de largar con Hasta siempre, Comandante (letra y música del cubano Carlos Puebla), la que va dedicada al Che Guevara y uno de los momentos definitivamente más rockero de la noche con Raly pulsando su Telecaster multicolor.
Pero todavía habrá más en un show de factura larga y sin concesiones. Entrega la sutil Cuarto menguante y la Chacarera del exilio. Sobre el final agitará la pista de baile con un par de chacareras más: La de los angelitos y Chacarera del sufrido. Zamba y acuarela marca el esperado final romántico. Y con Somos nosotros escribirá con tinta indeleble su posición sobre la tala indiscriminada de los montes, anticipándose a un extenso comunicado de prensa que publicó en su cuenta oficial de facebook algunos días después, en donde entre otras cosas expresa: “El monte nos enseña, todos los días alguna lección nos da, nos purifica el alma y el camino. Es por eso, señores, que para arrasar con el monte que nos queda, digo, tendrán que mirar a sus hijos a la cara y luego pasar sobre nosotros”. Es el Raly autentico que todos esperaban encontrar.    

Promesas de zamba. En la noche de Raly Barrionuevo fueron los Huaucke los que le pusieron los sonidos previos a la velada continuando con la presentación de su primer opus Te prometí una zamba. En la línea de los grandes dúos folclóricos (Dúo Salteño y Coplanacu), los locales Pehuen y Juan Godoy, integrantes de Huaucke, tienen por delante una fecha clave, ya que ocuparán el horario central de la octava luna coscoína el sábado 28 de enero en la Plaza Próspero Molina en el festival mayor que el año pasado los distinguió como revelación.

El legado de Cerati a buen recaudo. Fue sorprendente el recibimiento que tuvieron los Planeador V en su primera visita a La Falda (sábado 14 de enero). La banda con origen en la ciudad de Córdoba rinde tributo al catálogo Cerati en sus versiones solista y Soda Stereo. Es necesario acotar que llevan 10 años de actividad con lo cual puede descartarse de plano cualquier supuesta intención de aprovechamiento de la ausencia del notable músico. Ellos empezaron con su homenaje mucho antes de aquel fatídico 15 de mayo de 2010, el día en que empezamos a perder físicamente a Gustavo.
Las versiones son muy respetuosas cuidando detalladamente cada sonido del original. La banda, un sexteto, suena con convicción y la voz del cantante se asemeja un toque al timbre de Cerati pero sin caer en la imitación burda. Tampoco, y afortunadamente, hay un look ex profeso. Es que el repertorio es tan categórico que permite al público soñar con los ojos abiertos mientras escucha a Planeador V. Algo de eso pasó en La Falda y por momentos fue mágico.

Es tiempo de covers. Desde nuestros “viejos” conocidos, los geniales de The Greets con sus inspiradas reinterpretaciones de temas de Los Beatles, Stones, más algunos temas propios; pasando por los debutantes Basic Talk, los capillenses Rizoma (clásicos internacionales, ganadores de La Estrella sos vos 2016) y los faldenses Malentendidos (clásicos de Rock Nacional), la primera quincena del ciclo La Falda bajo las Estrellas se llenó de música y canciones por todos conocidas.
Solamente los faldenses NOTAKUSTICA desafiaron la tendencia presentando exclusivamente sus propias canciones sin caer en la tentación de arengar a sus seguidores con “una que sepamos todos”. La banda que reúne a Lautaro Santos, Julián Fauda, Ema Romo, Gusty Abregú, José Hormaeche y Leo Aguirre, continúa difundiendo las canciones de su primer álbum llamado “Imaginar Triangular” que a fuerza de tanto tocarlos, algunos ya son recibidos como verdaderos hits.

Fotos: Gabriel Hamie - Cubo Media

viernes, 6 de enero de 2017

Andrés Calamaro: de rock y juventud

Sobre fin de año el Salmón presentó “Volumen 11”, el disco más rockero de su carrera solista, pero también muchos discos en uno solo. ¿Destino de obra maestra? Aquí nuestro comentario.   

NOVEDADES

Por Néstor Pousa

Cuando 2016 ya se despedía Andrés Calamaro lanzó el que amenazaba ser el disco más rockero y valvular de su prolífica carrera solista. Pero a decir verdad es mucho más que eso, es varios discos en uno, aunque su portada nos insinúe un equipo de guitarra vintage y el título elegido, Volumen 11”, nos remita sin demasiadas vueltas a This is Spinal Tap, el falso documental de Rob Reiner de 1984 que explora la carrera de una banda de heavy metal.
El disco realmente empieza rockero con Apocalipsis en Malasaña, un inesperado trash metal inspirado en el bar El Palentino de Madrid. Calamaro saca provecho de los notables instrumentistas -una larga ficha técnica lo respalda- para concebir un disco ecléctico y versátil que del rock duro puede pasar a un delta blues titulado El huevo y la gallina en el cual Andrés se atribuye todo: autoría, voz, coros, guitarras y armónica.
Podría decirse que este es un disco blusero si además anotamos Tan triste no es el blues y Hasta el cielo, este con un guiño a Pappo; además de las versiones de Como el viento voy a ver (Spinetta/Pescado Rabioso) y Blues de Santa Fe (Pappo’s Blues). Pero no son esas las únicas versiones de clásicos que eligió el Salmón para este álbum cumbre, y tan luego sorprende con Mareo, aquel bolerazo de Babasónicos. Entonces también se dirá que es un disco de versiones que incluye, a modo de muestra de lo que fue su gira acústica Licencia para Cantar, la tonada tradicional mexicana Que te vaya bonito.

Pero un Andrés autentico nunca reniega de un hit, y ese lugar lo ocupa La noche, primer corte de difusión y vídeo clip de Volumen 11. Uno de esos hitazos de combustión instantánea gestado junto a Cachorro López en el rol de productor artístico, amigo y estrecho colaborador del autor. Una sociedad que es una usina de temas con destino de alta rotación, como el nombrado.
Pero hay un hit que se las trae. Que camina lento pero seguro al olimpo de los grandes clásicos del Rock en Castellano de todos los tiempos. Se llama Rock y juventud, una letra melancólica sobre un loop de percusión hipnótico que te envuelve lentamente. Casi un tango moderno y una de las joyas del álbum.        

Volumen 11 es un disco inesperadamente extenso para su época, que desnuda las obsesiones de su autor: la noche, la soledad en estado adulto, la cultura rock, la juventud que languidece, los amigos que se fueron primero. Un disco que por momentos aparece luminoso y en otros oscuro y opresivo, como si se tratara de una secuela de El Salmón.
“Mi propio panorama se presenta complicado, retirado en mi head-quarter suburbial”, escupe en El huevo y la gallina, para luego en el estribillo apuntar: “Si no hay que peinar, no peinamos”. O cuando acepta: “Y dormitar, con la cuchara que se cae y te despierta, para seguir” (Frío y barro, 2ª parte). Un lenguaje plagado de jerga para el que lo sepa entender. Y los colores de un arte de tapa que, por casualidad o deliberadamente, repiten los de una caja de clonazepam (?)

“No escribí Cazador de ateos para provocar al colectivo de defensores extremos de los animales”, posteo Andrés en su cuenta oficial de twitter a modo de aclaración, cuando el texto de ese rap lento y provocador dice, entre otras cosas, “Me río a carcajadas de la compasión con animales. Tienen razón la vida humana no vale ni un centavo”, avivando una vieja polémica por su militancia torera. Más el homenaje a su patria sustituta como España (Pánico en Benidorm).

En definitiva, AC clavó al ángulo y en tiempo de descuento de un año con la batería en rojo un álbum con destino de obra maestra, que marcha con certeza a convertirse en el mejor del año.