martes, 1 de noviembre de 2016

Andrés Calamaro con licencia de trovador

"Activo y boyante" (sic AC)
Andrés Calamaro ofreció un concierto fascinante ante un Orfeo repleto y rendido. Fue la primera parada de “Licencia para cantar”, gira acústica en la que recrea el repertorio popular argentino. Tras el show el cantante respondió las preguntas del cronista.  

EN CONCIERTO + ENTREVISTA

Por Néstor Pousa

Sobrio, puntual, inevitablemente engafado, de impecable ambo gris que permitía ver una camisa estampada en tonos oscuros, Andrés Calamaro pisaba el mismo escenario que hace poco más de ocho años atrás transitaba su adorado Bob.
No era la primera vez en esa arena para Andrés, pero algo de inédito había. Era la primera parada de la gira Licencia para cantar, formato acústico en el cual Calamaro asume el rol de cantante para recrear en directo las canciones contenidas en su disco de versiones titulado Romaphonic Sessions Grabaciones Encontradas Volumen 3, publicado a principios de año, acompañado por el piano de Germán Wiedemer.
En la noche del Orfeo, a Wiedemer (piano y director musical) se le suman Antonio “Tonio” Miguel, natural de Zaragoza, en el contrabajo y el cordobés Martín Bruhn en batería y percusión. Juntos revisaron clásicos de la talla de Garúa (Troilo-Cadícamo), Milonga del trovador (Piazzolla-Ferrer), en un repertorio extensivo que también trajo piezas no pertenecientes a la recopilación citada: El día que me quieras, Piedra y camino, Que te vaya bonito, congeniaron con heterogeneidad con los innumerables éxitos del Andrés de todos los tiempos. Casi ninguno fue omitido. Y así La libertad, Bohemio, 7 segundos, Ansia en Plaza Francia, Carnaval de Brasil, Los aviones, Tuyo siempre, Para no olvidar, Estadio Azteca, Flaca, Paloma, la sorpresiva Himno de mi corazón (Los Abuelos de la Nada), Nueva zamba para mi tierra (Litto Nebbia), Mi enfermedad, Media Verónica y Crímenes perfectos, no desentonaron en un repertorio muy ecléctico de música popular argentina. Y es que las canciones de Andrés ya pertenecen a esa categoría.
Un Orfeo totalmente colmado en su capacidad habilitada, pasó por diferentes estados ánimo ante cada interpretación: euforia, gozo, ensimismamiento, otra vez euforia. Absolutamente rendidos ante el fraseo calmo de un Calamaro muy seguro en su exclusivo rol de vocalista (sólo en breves pasajes tocó armónica o melódica), respaldado por una formación en trío de corte jazzero, interpretando  el tango y el folklore, rozando los límites del bolero. De muy buen talante y humor, se movió con aplomo en un terreno que está explorando, insinuó pasitos flamencos y saludó como torero a una platea hasta las manos. Córdoba se rindió una vez más ante cualquier formato que el Salmón proponga.


“No quiero convencer a nadie” 

Calamaro y un Orfeo desbordado (foto: La Voz del Interior)
Un par de días después del show, con la adrenalina en niveles óptimos, Calamaro respondió las preguntas (vía mail) de este cronista en un dialogo corto y al pie. Un ping pong frenético similar a una partida de ajedrez con el reloj a 5 minutos, que arrojó algunas consideraciones sustanciosas.

-El público cordobés te dio un aval categórico al acústico. Vos sobre el final del concierto lo destacaste y agradeciste, ¿tuviste ansiedad en la previa por la devolución que pudiera venir de esta plaza?
AC: “Digamos que había una cierta expectación por saber de la reacción del respetable público cordobés frente a esta clase de concierto”.
  
-El título Licencia para cantar ¿es solamente un juego de palabras o una estocada para los que te cuestionan que versiones con amplitud el repertorio de música popular argentina?
AC: “Sinceramente… es un juego de palabras… ¡no quiero convencer a nadie de nada!”.
  
-Despojar de electricidad y distorsión a tus propias canciones permite re-significar las letras, tomar conciencia de cada palabra o frase… ¿Estás de acuerdo?
AC: “Eso me han dicho, que los versos llegan de otra forma… es interesante la relación entre el caudal sonoro y la impronta del texto”.
  
-Sabiendo de tu apego al mate, sorprendió verte bebiendo a sorbos de una taza de té, ¿fue la sobriedad de este formato que te forzó al cambio de infusión?
AC: “Tomamos mate todo el día, pero en los conciertos me acompaño por un té de jengibre para acomodar la garganta”.
  
-La reciente reunión con Los Abuelos, tanto como cantar Himno de mi corazón con el trío acústico, ¿guarda algún costado nostálgico o es simplemente celebratorio?
AC: “Cantar juntos (con Los Abuelos) en Buenos Aires fue una cuestión de amistad fraternal… ahora cantamos Himno de mi Corazón. Quisimos cantarla, nomás… una idea”.
  
-Puede ser que estés atravesando por tu mejor momento profesional. No es una afirmación, sino una pregunta.
AC: “Es muy posible… estoy atravesando un muy buen balance personal y musical…  no es una época de transición, ¡ni mucho menos un momento malo!”.
  
-¿Cuándo y cómo nació tu afición literaria? El placer por escribir letras de canciones y textos…
AC: “No soy un gran aficionado literario, ahora trato de estar leyendo -un libro- todo el tiempo… escribo pero creo que es más importante leer”.
  
-¿Te ves en el espejo como el solista argentino que tomó la posta de los que encabezaron el movimiento en los años 80 y 90? ¿Hay presión en eso o lo asumís con naturalidad?
AC: “Hay grupos que tienen mucho éxito y mucho público… pero supongo que entre mis contemporáneos soy uno de los que está más activo y boyante”.
  
-Estás pronto a presentar un disco de nuevas canciones. ¿Ya tiene título? ¿Qué pistas podés dar para intentar descifrar con qué nos vamos a encontrar?
AC: “Si, se llama Volumen 11… es un disco más orientado al rock eléctrico, con letras como barricadas de la incorrección política… textos vampiros y distorsiones”.

Agradecimiento: Martín Rea - Prensa AC

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