lunes, 8 de agosto de 2016

Fito Páez celebró 30 años de "Giros" en Córdoba

Foto: Pedro Castillo / www.lavoz.com.ar
Ante una Plaza de la Música absolutamente colmada, el rosarino renovó votos de confianza con el público cordobés repasando de principio a fin uno de los discos consagratorios de su carrera. 

RECITALES

Por Néstor Pousa

Hace tres décadas Fito Páez agitaba las disquerías y nuestros sentidos con la aparición del que conceptualmente sea tal vez el disco mejor logrado de toda su carrera. Giros se titula la placa y fue la síntesis perfecta de un género que se venía concibiendo, lo que alguien bautizó como música contemporánea argentina, devenida de la sinergia entre el rock, el tango y el folklore, en proporciones a gusto según cada caso. Giros comienza con el tema epónimo, una especie de tango moderno en donde suena un bandoneón emulado que no es Troilo, ni Piazzolla, pero parece. Hay un rock and roll hipertenso (Taquicardia); un rock lento que se esfuma en aires latinos (Alguna vez voy a ser libre); y hasta una electro-baguala de misterioso título (DLG). Nada es descartable, ni de relleno en Giros, allí conviven con alta autoestima Narciso y Quasimodo, Cable a tierra y Decisiones apresuradas; y un par que son “primas hermanas” (sic de Fito) de sus más grandes éxitos: 11 y 6  y -especialmente- Yo vengo a ofrecer mi corazón.
El recurso aniversario es una opción más que válida para salir a la ruta y el rosarino aprovechó el pretexto para traer a Córdoba la gira conmemorativa de los 30 años del referido disco. Para ser más precisos treinta y uno, ya que la placa fue lanzada en 1985 y la presente gira comenzó el año pasado y se prolongó en la actualidad.
Páez con su actual banda en el comienzo del show ofrecido el viernes pasado ante una Plaza de la Música absolutamente colmada, repasó de principio a fin el programa de Giros con sus nueve pistas, poco más de 30 minutos de música, lo que en la “antigüedad” permitía almacenar el vinilo, formato de la edición original del que fuera el segundo disco de un Fito lanzado a máxima velocidad y que lo confirmaba como la nueva cosa que había que escuchar en el firmamento del rock argento. Un joven prodigio y letrista lúcido que alternaba sus primeros trabajos solistas con colaboraciones para Charly García y duetos con Spinetta. Casi nada.
A las 21.45, sobre una intro de Yira-Yira reproducida por los altavoces, apareció Páez luciendo un saco mil rayitas y rigurosas gafas para sol. Se despacharon con una precisa versión de Giros (la canción) y desde allí no pararon. Siguieron en estricto orden, llegaron hasta 11 y 6 y Yo vengo a ofrecer mi corazón que merecieron una trato preferencial de parte del autor-intérprete que se mostraba con un buen humor que no siempre lo acompaña y abundando en referencias sobre su romance con Córdoba. En Decisiones apresuradas se tomó el tiempo de explicar: “Esta es la canción de un general que tomaba cocaína, tomaba mucho whisky y mandó a muchos soldaditos nuestros a  la guerra”. La aclaración era necesaria teniendo en cuenta el asombroso bajo promedio de edad de la mayoría de los asistentes.

Tras el último tema del disco el repaso llegó a su fin y sin solución de continuidad dio lugar a la segunda parte del show con Yo te amo y una nueva dedicatoria para la Docta. La banda que destaca a Mariano Otero (bajo y coros) y Carlos Vandera (guitarras y coros), sonó más ajustada y contundente en un popurrí pensado para gustar y no fallar, con obbligatos como La rueda mágica, A rodar mi vida y Mariposa Tecknicolor. Aunque hubo rescates más profundos de un repertorio que se sabe extenso e irreprochable, plagado de gemas poco frecuentadas como la épica Lejos en Berlín y la muy rítmica A las piedras de Belén. Esta última perteneciente al disco que sucedió a Giros: Ciudad de pobres corazones (¡atenti! el año que viene cumple 30 años).

¿Y qué del Fito animal político? No hubo una bajada de línea expresa como hubiera podido esperarse. Sí algunos guiños. Como el silencio seguido de gesto exagerado de duda, cuando entonó: “No creas que perdió sentido todo…” (en Cable a tierra). Todo muy sutil por cierto. Páez no come vidrio, sabe que a los afectos de sus manifestaciones políticas venir a esta ciudad es como pisar territorio comanche.-
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Ofrecer su corazón en La Falda. El álbum “Giros” editado durante 1985 tuvo su presentación oficial en La Falda al año siguiente en el Festival del Siglo. Con los últimos rayos de sol de una cálida jornada de verano, Fito Páez fue el responsable de uno de los conciertos más deslumbrantes de todo el ciclo. Era el viernes 10 de enero y Fito de apenas 22 años saltó al escenario seguido por una banda de jóvenes talentos: Tweety González (teclados), Fabián Gallardo (guitarra y coros), Daniel Wirzt (batería), Paul Dourge (bajo) y Fabiana Cantilo (coros y pareja de Páez). El sonido de ese combo era tan orgánico como digital, hacía base en la potencia de la  batería del “Tuerto” Wirzt e incorporaba teclados y sintetizadores explotados al máximo de sus posibilidades. Tocaron las nuevas canciones 11 y 6 y Yo vengo a ofrecer mi corazón, que ya tenían destino de clásicos; mientras la sangre rockera fluía en números como Taquicardia o Narciso y Quasimodo. Los que fueron testigos saben que lo entregado por Fito y sus músicos esa tarde-noche fue una performance inolvidable que quedó en el cuadro de honor de los mejores momentos del legendario Festival de Rock de La Falda.
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