Juan
Carlos Godoy fue cantor de Ricardo Tanturi, Alfredo de Angelis y el legendario
Glostora Tango Club. A sus 92 años fue una de las figuras del Festival del
Tango de La Falda. “Es un trabajo común y silvestre”, asegura en esta
entrevista exclusiva.
ENTREVISTA
Por Néstor Pousa
Es uno de los últimos exponentes en actividad de la
denominada década de oro del tango. A
sus 92 años todavía tiene ganas y la energía suficiente para subirse a un
escenario y cantar. O cantar en donde sea. Mientras le arreglo el micrófono
para la entrevista que será grabada en audio y video, le pido que diga algo
para hacer la prueba de micrófono. ¿Un
tanguito?, propone. Y arranca: Si el
mundo revirao, golpeándote, te tira pa’ un costao de la pared, si el 20 es un
suspiro, y el día 3, ya se piantó de yiro y queda el mes…”
Juan Carlos
Godoy canta con un caudal que asombra, por su
prolongada edad, toda la primera parte de Y
a mí qué, tango de Aníbal Troilo y Catulo Castillo con el que iniciará su
actuación acompañado por el Contramano
Trío, en la última noche de una nueva edición del Festival Nacional del Tango de La Falda. Pero ahora son las 3 de la tarde, y en plena
siesta faldense Juan Carlos se acomoda a gusto en un sillón del lobby del hotel y completa: “Este tango
lo cantaba Elba Berón, cantábamos en un cabaret y la Elba me lo pasó. Lo empecé
a cantar, gustó y lo metí en el repertorio”. No harán falta demasiadas
preguntas del cronista para que empiece a reconstruir su historia: “Yo empecé a
cantar en el año ‘56, siempre cantaba con guitarras, con los amigos, y resulta
que había un sexteto que tocaba en el Sans-Souci, me escuchó el director y me
dijo: Ud. tendría que venir a probarse
con el sexteto. Y fui al Sans-Souci un día de verano que hacía como 40
grados de calor, quedaba enfrente del Teatro El Nacional en la calle
Corrientes. Entonces empecé a cantar ahí, dos meses; iba al Montecarlo, que era
otra confitería, otros dos meses, después hacíamos el Picadilly, y siempre la
misma ronda”.
“Yo trabajaba en el Banco Municipal -prosigue el relato- y lo
que pasaba es que me acostaba a las 5 de la mañana, y a las 9 me levantaba, me
iba al banco, marcaba la tarjeta, iba al baño y me dormía 3, 4 horas (risas). Después
salía del baño. ¿Dónde estabas?, me
peguntaban. Y, no, me descompuse. ¿Siempre
te descompones, vos? me decían. Ya cuando pasé a (la orquesta de Alfredo) De
Angelis fui a hablar con el gerente del banco, le dije miré me voy a ir seis
meses sin goce de sueldo, porque salíamos a una gira de tres meses con la
orquesta de Radio El Mundo y el Glostora Tango Club. Y el gerente me
dice: Miré, me contaron que Ud. llega,
marca y se va al baño a dormir, entonces vamos a hacer una cosa, antes que le
demos la baja, pídala Ud. a la baja, y cuando no cante más, venga a trabajar, o
si no, siga con el canto. Entonces le dije, voy a dejar el banco, voy a
dejar todo, y me dedico a cantar, y si me viene mal la mano volveré al banco otra
vez. Pero como no me vino mal la mano, la mano cada vez venía mejor…”
-No tuvo necesidad de volver…
“No volví más”.
Godoy y Contramano Trío (La Falda Tango 2015) |
Juan Carlos guarda un lugar especial en su memoria para el Café de los Maestros, aquel documental
producido por Gustavo Santaolalla y Miguel Kohan en 2008 con las grandes
glorias vivientes del tango. “Estuve en el Café de
los Maestros y recorrimos toda Europa con Leopoldo Federico y los mejores
músicos que había de tango. Hacíamos giras, de todo”, resume
con orgullo Godoy.
La prueba con Rivero. “Él iba a
la calle Córdoba y Pueyrredón, los sábados a la madrugada a un boliche, venían todos los guitarreros, ahí se
quedaban hasta las siete, ocho de la mañana tocando, y yo iba siempre ahí. Me
presentaron a Edmundo Rivero, y la gente amiga de él le dice ¿Por qué no lo
probás? Y me probó. ¿Qué tango querés cantar? Alma de loca en La. Y me dijo: Tenés
una linda voz, pero tenés que vocalizar, hacer ejercicio para impostar la voz.
Entonces yo le dije, no conozco como es impostar la voz. Me dio una dirección y
me dijo, andá acá, Ricardo Domínguez se llama y es el maestro de canto con el
que yo estudié. Y fui. Y después nos hicimos amigos con Rivero".
Gardel, un fuera de serie. “Como
Gardel no hubo ni va a haber otro, fue una cosa fuera de serie, para mí fue el
mejor. No sé por qué, que razón tenía. Porque yo lo escucho a Gardel, esa voz
pastosa, linda, con melodía y con todo, aire, tenía de todo. Tuvo la desgracia
de ir a morir a Colombia, por una bobada, estaban en Medellín y tenían que ir a
Bogotá, entonces los aviadores (sic) habían tenido una fiesta y estaban todos
medios borrachos, y carreteo el avión para ponerse en la pista, había como una
montaña antes de llegar a aterrizar, pasaban la montaña y aterrizaban, y como
los aviadores estaban medio chupeteados (sic) le aflojaron los frenos y se
quisieron meter cuando pasaba el otro avión y ¡tac! vino el choque y ahí
murieron. Pero como voz no creo que haya un cantor superior a Gardel”.
“¿Sabés
lo que era eso?”, exclama, mientras rememora sus años de juventud en la
noche porteña, cantando de confitería en confitería, junto a todos sus colegas y
amigos cantores. “Yo llegaba a mi casa a eso de las 9 o 10 de la mañana, y mi
señora se enojaba conmigo, pobrecita ya falleció, pero yo le decía, si querés
venir conmigo, vení. Terminábamos de trabajar, íbamos a comer un asado por ahí,
porque nunca faltaba alguien que te invitaba a comer un asado a las 6 de la
mañana, recién después me iba a dormir. Dormía de día y de noche salía a
laburar. Con el Polaco Goyeneche andábamos en el Rincón de los Artistas juntitos, ahí estaban todos: Nelly Omar (se
emociona la recordar su nombre), Héctor Maure, eran más de 10 cantores y
cobrábamos bien, trabajé como tres años ahí y me compré el departamento y todo.
Pero como todo se termina, pasan los años, pero yo me puedo quejar, hice las
cosas correctas, voy a cumplir 93 años y todavía canto. Yo siento que hay días
en que no puedo cantar, porque estoy afónico, entonces descanso un día y al
otro día tengo la voz arreglada. Y no me arrepiento de nada de lo que hice, es
un trabajo común y silvestre”.
Bonus track. “Me ofrecían, y yo
no, de esa no. ¿Y por qué?, me
preguntaban. Porque tomo de esa y no me siento bien, me hace vomitar, les
decía. Mentira, yo sabía que me jodía. El médico me decía: Ud no vaya a tomar coca, eh. ¡Ni loco!”.
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