lunes, 3 de agosto de 2015

Un café con el maestro

Juan Carlos Godoy fue cantor de Ricardo Tanturi, Alfredo de Angelis y el legendario Glostora Tango Club. A sus 92 años fue una de las figuras del Festival del Tango de La Falda. “Es un trabajo común y silvestre”, asegura en esta entrevista exclusiva.

ENTREVISTA

Por Néstor Pousa

Es uno de los últimos exponentes en actividad de la denominada década de oro del tango. A sus 92 años todavía tiene ganas y la energía suficiente para subirse a un escenario y cantar. O cantar en donde sea. Mientras le arreglo el micrófono para la entrevista que será grabada en audio y video, le pido que diga algo para hacer la prueba de micrófono. ¿Un tanguito?, propone. Y arranca: Si el mundo revirao, golpeándote, te tira pa’ un costao de la pared, si el 20 es un suspiro, y el día 3, ya se piantó de yiro y queda el mes…”  
Juan Carlos Godoy canta con un caudal que asombra, por su prolongada edad, toda la primera parte de Y a mí qué, tango de Aníbal Troilo y Catulo Castillo con el que iniciará su actuación acompañado por el Contramano Trío, en la última noche de una nueva edición del Festival Nacional del Tango de La Falda.  Pero ahora son las 3 de la tarde, y en plena siesta faldense Juan Carlos se acomoda a gusto en un sillón del lobby del hotel y completa: “Este tango lo cantaba Elba Berón, cantábamos en un cabaret y la Elba me lo pasó. Lo empecé a cantar, gustó y lo metí en el repertorio”. No harán falta demasiadas preguntas del cronista para que empiece a reconstruir su historia: “Yo empecé a cantar en el año ‘56, siempre cantaba con guitarras, con los amigos, y resulta que había un sexteto que tocaba en el Sans-Souci, me escuchó el director y me dijo: Ud. tendría que venir a probarse con el sexteto. Y fui al Sans-Souci un día de verano que hacía como 40 grados de calor, quedaba enfrente del Teatro El Nacional en la calle Corrientes. Entonces empecé a cantar ahí, dos meses; iba al Montecarlo, que era otra confitería, otros dos meses, después hacíamos el Picadilly, y siempre la misma ronda”.

“Yo trabajaba en el Banco Municipal -prosigue el relato- y lo que pasaba es que me acostaba a las 5 de la mañana, y a las 9 me levantaba, me iba al banco, marcaba la tarjeta, iba al baño y me dormía 3, 4 horas (risas). Después salía del baño. ¿Dónde estabas?, me peguntaban. Y, no, me descompuse. ¿Siempre te descompones, vos? me decían. Ya cuando pasé a (la orquesta de Alfredo) De Angelis fui a hablar con el gerente del banco, le dije miré me voy a ir seis meses sin goce de sueldo, porque salíamos a una gira de tres meses con la orquesta de Radio El Mundo y el Glostora Tango Club. Y el gerente me dice: Miré, me contaron que Ud. llega, marca y se va al baño a dormir, entonces vamos a hacer una cosa, antes que le demos la baja, pídala Ud. a la baja, y cuando no cante más, venga a trabajar, o si no, siga con el canto. Entonces le dije, voy a dejar el banco, voy a dejar todo, y me dedico a cantar, y si me viene mal la mano volveré al banco otra vez. Pero como no me vino mal la mano, la mano cada vez venía mejor…”

 -No tuvo necesidad de volver…

“No volví más”.

Godoy y Contramano Trío (La Falda Tango 2015)
 -¿Cuántos años con la orquesta de De Angelis? “Con Angelis empecé en el ‘60, por ahí, cuando se fue Carlos Dante me llamaron a mí porque tenía la voz melodiosa como él. Entonces me dijeron ¿por qué no hacés una prueba con De Angelis? Yo estaba en la orquesta de Ricardo Tanturi y habíamos discutido con él, porque éramos tres los cantores, estaba Horacio Roca, la Elsa Rivas y yo. Éramos muchos cantando, con dos basta. Me probé con De Angelis y le gustó. Hicimos unas grabaciones para (el sello discográfico) Odeon y si aceptaban me quedaba con la orquesta. Y me quedé. Claro, al poquito tiempo grabé un tango que se llama Quién tiene tu amor que se vendieron más de tres millones, entonces a ellos les convenía. Con De Angelis estuve seis años y medio, y dejé porque hicimos muchas giras, salíamos todos los años, para enero empezaba la gira, conocimos todas las provincias; fuimos a Colombia, y cuando volvimos le dije a De Angelis mirá yo me voy a ir de la orquesta porque yo grabo y Ud. me da $300; y voy al Rincón de los Artistas (nota: mítico reducto en donde cantaban todos los cantores de la época) y me dan $1000. Y seguí como solista”.
Juan Carlos guarda un lugar especial en su memoria para el Café de los Maestros, aquel documental producido por Gustavo Santaolalla y Miguel Kohan en 2008 con las grandes glorias vivientes del tango. “Estuve en el Café de los Maestros y recorrimos toda Europa con Leopoldo Federico y los mejores músicos que había de tango. Hacíamos giras, de todo”, resume con orgullo Godoy. 

 La prueba con Rivero. “Él iba a la calle Córdoba y Pueyrredón, los sábados a la madrugada a un  boliche, venían todos los guitarreros, ahí se quedaban hasta las siete, ocho de la mañana tocando, y yo iba siempre ahí. Me presentaron a Edmundo Rivero, y la gente amiga de él le dice ¿Por qué no lo probás? Y me probó. ¿Qué tango querés cantar? Alma de loca en La. Y me dijo: Tenés una linda voz, pero tenés que vocalizar, hacer ejercicio para impostar la voz. Entonces yo le dije, no conozco como es impostar la voz. Me dio una dirección y me dijo, andá acá, Ricardo Domínguez se llama y es el maestro de canto con el que yo estudié. Y fui. Y después nos hicimos amigos con Rivero".

 Gardel, un fuera de serie. “Como Gardel no hubo ni va a haber otro, fue una cosa fuera de serie, para mí fue el mejor. No sé por qué, que razón tenía. Porque yo lo escucho a Gardel, esa voz pastosa, linda, con melodía y con todo, aire, tenía de todo. Tuvo la desgracia de ir a morir a Colombia, por una bobada, estaban en Medellín y tenían que ir a Bogotá, entonces los aviadores (sic) habían tenido una fiesta y estaban todos medios borrachos, y carreteo el avión para ponerse en la pista, había como una montaña antes de llegar a aterrizar, pasaban la montaña y aterrizaban, y como los aviadores estaban medio chupeteados (sic) le aflojaron los frenos y se quisieron meter cuando pasaba el otro avión y ¡tac! vino el choque y ahí murieron. Pero como voz no creo que haya un cantor superior a Gardel”.
 
“¿Sabés lo que era eso?”, exclama, mientras rememora sus años de juventud en la noche porteña, cantando de confitería en confitería, junto a todos sus colegas y amigos cantores. “Yo llegaba a mi casa a eso de las 9 o 10 de la mañana, y mi señora se enojaba conmigo, pobrecita ya falleció, pero yo le decía, si querés venir conmigo, vení. Terminábamos de trabajar, íbamos a comer un asado por ahí, porque nunca faltaba alguien que te invitaba a comer un asado a las 6 de la mañana, recién después me iba a dormir. Dormía de día y de noche salía a laburar. Con el Polaco Goyeneche andábamos en el Rincón de los Artistas juntitos, ahí estaban todos: Nelly Omar (se emociona la recordar su nombre), Héctor Maure, eran más de 10 cantores y cobrábamos bien, trabajé como tres años ahí y me compré el departamento y todo. Pero como todo se termina, pasan los años, pero yo me puedo quejar, hice las cosas correctas, voy a cumplir 93 años y todavía canto. Yo siento que hay días en que no puedo cantar, porque estoy afónico, entonces descanso un día y al otro día tengo la voz arreglada. Y no me arrepiento de nada de lo que hice, es un trabajo común y silvestre”.    

 Bonus track. “Me ofrecían, y yo no, de esa no. ¿Y por qué?, me preguntaban. Porque tomo de esa y no me siento bien, me hace vomitar, les decía. Mentira, yo sabía que me jodía. El médico me decía: Ud no vaya a tomar coca, eh. ¡Ni loco!”.


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