domingo, 26 de abril de 2015

Fernando Cabrera: el corazón adelante

foto de la web
El cantautor y poeta uruguayo presentó “Viva la patria”, su reciente disco, y entregó un resumen de su repertorio en formato unipersonal. El público de Córdoba le manifestó su devoción.

RECITALES

Por Néstor Pousa

Lo que pasa con Fernando Cabrera es que lo amás o lo odiás, analizaba todavía conmovido un profundo conocedor de la obra del uruguayo a la salida del recital del viernes 24 de abril en el Salón de Actos del Pabellón Argentina de la Ciudad Universitaria, acogedor espacio donde tuvo lugar el show.
Siempre que ocurre con un artista esta ambivalencia, el odio en realidad se manifiesta con indiferencia por desconocimiento; y el amor alcanza niveles devocionales. En el caso de Cabrera no solamente consigue esa altísima adhesión con el público de las dos orillas; sino que es permanentemente referenciado por sus propios colegas, músicos de los más diversos estilos y escuelas que lo citan como un referente ineludible y uno de los grandes baluartes, hasta no hace mucho tiempo oculto, que tiene la canción rioplatense. Veamos sino. Hace algunos años empezó a agigantarse su popularidad fuera de los límites de su Uruguay natal gracias a Jorge Drexler, su compatriota fue el mejor jefe de prensa espontáneo que pudo haber tenido por estas tierras y el que generó la intriga por saber de quién estaba hablando.
Recientemente fue invitado por Serrat a compartir su escenario en la gira por los 50 años de trayectoria del catalán. “Fue una sorpresa total, un día recibo un mail de él para invitarme a cantar una canción y al principio pensé que se trataba de un bromista”, le revelaba Cabrera a Lucas Fernández (Mamá Rock - Radio Nacional Córdoba) en entrevista realizada horas antes de su concierto. “Muy generoso me dijo: ‘que canción querés cantar conmigo’, que eligiera la que más me guste de su repertorio, con la que me sienta más cómodo. Terminé eligiendo El titiritero, canción que podría haber sido escrita hace 400 años atrás, o dentro de 400 años y es lo mismo”. Fernando fue invitado a las seis presentaciones uruguayas del creador de Mediterráneo.
Para Adstratos, flamante obra del marcosjuarense Guillermo Di Pietro, el pianista contrató un estudio en Uruguay para poner por primera vez algunas voces a sus versiones instrumentales. Uno de los elegidos nuevamente fue Cabrera quien se hizo cargo del Tema de Pototo de Almendra. En ambos casos, sea con Serrat o con Di Pietro, no se ajustó a la rutina del formato de versión cover sino que hizo su propia relectura de esos dos verdaderos clásicos.

A Córdoba venía con la clara intención de apoyar la salida de Viva la patria -editado en 2013 en Uruguay, pero de reciente lanzamiento en Argentina- del que se encargó de aclarar que su título no era un brote de chauvinismo. La canción epónima es una autobiografía elíptica y delirante, un relato que empieza desde el vientre de su madre y a la vez traza una bella pintura de Ciudad Vieja en Montevideo.
La poesía mitad rural, mitad urbana que tanto caracteriza su obra, obviamente está presente en Viva la patria, un disco que grabó con banda completa pero que en Córdoba se materializó en un formato tan singular como su creador. Una Fender Strato, un Marshall y un cabezal Orange, un par de grandes monitores y el infaltable atril con las letras no parecían las herramientas más aptas para estar a tono con la intimidad de la penumbrosa sala. Sin embargo la enorme personalidad de Cabrera hizo el milagro. Para quien se encuentra con él por primera vez, deja la impresión de una disimulada timidez, pero nada podría ser más desacertado. Cabrera es un nítido exponente de la clásica sobriedad uruguaya, en la economía de palabras, en sus finos comentarios humorísticos que invariablemente son festejados por sus fans, en el acento con tonos graves de su voz. Así aparecen nuevas canciones como Buena madera, luego de explicar que se la dedicó al único de sus hermanos que desoyó el mandato paterno de consagrarse a la mecánica como profesión y estudió carpintería y ebanistería. “Renace el árbol que tu alma toca”, dice en una parte de la letra para reivindicarlo.  Nunca dije te amo (“Nunca te dije te amo ni te lo voy a decir, son palabras que cualquiera dice con certeza o sin”), Canelones y Caminos en flor, son otras de las que representaron a Viva la patria.

El programa del recital se completó con un repaso de su amplia obra ante el absorto mutismo de una sala que sólo era quebrado por los aplausos tras cada canción o algún pedido a viva voz con la oscuridad como cómplice. Cabrera traía una lista más o menos preestablecida de canciones que todos querían escuchar. Viveza, acompañado por la percusión de una cajita de fósforos afinada con la mitad de su contenido, es una obra maestra. En su mundo y a su modo, apenas roza las cuerdas de la guitarra eléctrica y entona con voz trémula que cuesta clasificar y requiere un par de canciones asimilar. Así como algunas líneas de sus líricas -ingeniosas, conmovedoras, por momentos enigmáticas- se te graban a la primera escucha. Dice cosas como “Si todos se ponen a pensar, la vida es más larga cada vez, te apuesto mi vida una vez más, aquí no hay durante ni después” (La casa de al lado);  “Desconocí mi documento, esa tarjeta de humo, con sólo uno de los dos” (Puerta de los dos);  “Te abrazó la noche, la oscuridad traga y no convida, quedé a la deriva” (Te abracé en la noche); “Hay quienes intentan remontar un barco, hay quienes intentan sumergir mi voz” (Imposibles) y “Aquel que canta milonga en tono mayor y anhelante, conoce que en la platea va el corazón adelante” (Dulzura distante). Después, la Chacarera de las piedras de Yupanqui se presume como una devolución a la música argentina que de niño lo influyó. Esa música, que en sentido amplio y latinoamericanista, tiene hoy a Fernando Cabrera como uno de sus imprescindibles.-

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