viernes, 19 de octubre de 2012

Fito Páez repasó al detalle su obra cumbre

Páez: genio loco
El rosarino festejó en Córdoba los 20 años de "El amor después del amor" con un concierto que en su primera parte repasó de punta a punta y de manera impecable los 14 temas de un álbum magistral.        

RECITALES
                                                                                                      
Por Néstor Pousa 

Fito Páez fue aquel niño prodigio que en los 80’s vino a oxigenar la camada de autores y compositores del Rock Argentino justo en el momento en que el género tomaba un inusitado impulso por causas ajenas a lo artístico. El conflicto bélico por Malvinas ponía en foco a toda la música nacional y surgían aires de renovación. Entre ellos un pibe llegado desde la Cuna de la Bandera se convertiría en el niño terrible que atraía las miradas de los fans y se convertiría en el preferido de Charly García y Spinetta.
A tres décadas de aquel comienzo los años y la vida lo transformaron en este casi cincuentón cascarrabias que cada tanto suelta frases para la polémica o reacciona malhumoradamente como ocurrió el jueves en el Orfeo. Pero vayamos por partes.
El concierto ofrecido pertenece a la gira 20° aniversario de El amor después del amor, un álbum clave en la carrera del músico y el que más ejemplares vendió del rock de acá.
La escala cordobesa del tour nos mostró a un Páez de excelente humor, como corresponde a una fiesta de cumpleaños. Durante toda la primera parte una banda que suena muy ajustada, en la que no hay lugar para estrellatos demasiado notorios y lookeada con trajecitos celestes al estilo de una big band de jazz, secundó a un Páez impecablemente vestido de negro y con gafas oscuras a lo Dylan, en un repaso de corrido y tema por tema, de las catorce pistas de su obra maestra. Un formato interesante y por demás atractivo que empezó con El amor después del amor a dúo con Adriana Ferrer, la colombiana de peinado afro e imponente presencia, pero que musicalmente no superó la performance de la blueswoman Claudia Puyó, encargada de la versión original del leit motiv.
Para Dos días en la vida el trinomio de Fito - Fabi Cantilo - Celeste Carballo se pudo reunir a través de la pantalla gigante, el viejo recurso sigue siendo efectivo, esta vez con un diseño que desbordó frescura.  
La siguiente canción fue La Verónica, que nunca sonó mejor que con esta banda, aseguraría Páez. A continuación en Tráfico por Katmandú la cosa se ponía pesada y el ensamble seguía respondiendo con precisión y ahora también potente.
Stop. Fito para la pelota y nos introduce oficialmente en la temática del concierto, contradice aquello de que veinte años no es nada y convoca al gran chamán de esta tribu que conformamos entre todos. Entonces la voz de Luis Alberto, tomada del audio original de 1992, sale por los altavoces y se une con la de Fito en Pétalo de sal, y el tema más breve del disco se convierte en el momento de máxima emotividad.
El orden progresivo nos traería a Sasha, Sissí y el círculo de baba, Un vestido y un amor (dedicado a la musa Cecilia Roth), la épica Tumbas de la gloria y La rueda mágica con Charly y Andrés, célebres compañeros de ruta sumándose desde la pantalla. En un álbum que resume eclecticismo aparecen números como la cadenciosa Creo y Detrás del muro de los lamentos, esta vez sin la voz de la Negra Sosa pero con su imagen flotando en la escenografía. 
La balada de Donna Helena tiene un crescendo que explota hacia el final, esa energía fue la que hizo explotar a Páez que se enfureció con los que iban y venían al buffet por cerveza, y el clima de fiesta que se había logrado casi se va al pasto cuando pateando el pie del micrófono amenazó: “Al próximo que pase por el frente al escenario le corto la cabeza”. El gesto de la mano por el cuello fue elocuente, la orden a un asistente también. “Un concierto es para cantar y bailar, la birra la tomamos después”, se quejaría más adelante y completaría: “Siempre pasa lo mismo, estoy cansado de los mercachifles que quieren hacer un mango más”. Por suerte aún restaban la nostálgica Brillante sobre el mic y el cierre del set con A rodar la vida para que todo vuelva a la normalidad. Fin de la primera parte.
En la segunda, luego de un entremés con el tema coral Solo la la la del álbum gestado por Spinetta-Páez, hubo una seguidilla de grandes éxitos sin sorpresas: Cable a tierra / Dale alegría a mi corazón, solo al piano; y con banda al palo en Circo beat y Naturaleza sangre. Mención especial para la contundente letra de Al lado del camino junto a las infaltables Polaroid de locura ordinaria, Ciudad de pobres corazones, Dar es dar y Mariposa Tecknicolor. Todo bien, sin duda irreprochable, pero lo medular había ocurrido una hora antes con el minucioso repaso del disco más significativo de la profusa discografía del rosarino. Ninguno de los temas que contiene merecía quedar afuera del festejo y eso define a una obra magistral que merecía ser festejada, con más razón en época de vacas flacas.-

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