Foto: Silvia Olmedo (BPS) |
EN CONCIERTO
Por Néstor
Pousa
El sábado 21 de diciembre pasado en la sala teatro “Meirovich” de la
Biblioteca Popular Sarmiento de La Falda, Contramano Trío & Lisette
invitaron a despedir el 2019 con un show de características especiales. Por una
parte era la primera vez que se presentaban con este nuevo formato en un
espectáculo en el que fueron los únicos protagonistas.
Por otra parte fue la confirmación de este proyecto, una alianza de estilos
que no está fundamentada en el cumplimiento de la fría letra de una ley de cupo,
sino en principios estrictamente musicales de dos artistas de tango surgidos
desde esta ciudad y emergentes del festival nacional con mayor arraigo en el
país.
Fue un año de profundos cambios personales y en las respectivas carreras
de Contramano Trío, que es decir: Mauricio Martínez
(guitarra eléctrica y arreglos), Rodrigo Della Vedova (piano) y Jeremías
Cassi (bajo eléctrico); y de Lisette Grosso Schmid (bandoneón, canto,
composición). Ensamble que va a cumplir su primer año de existencia y que,
luego de debutar en La Falda, empezaron a hacer girar por lugares posibles del
país, a la vez que la propuesta va ganando músculo.
Hoy se los ve firmes y enfocados. Tanto es
así que ya están buscando un nuevo nombre que los identifique en esta nueva
etapa (para lo cual hasta lanzaron una encuesta en las redes sociales), y si
bien ese nombre aún no apareció, el nuevo grupo de cuatro integrantes ya tiene
entidad propia. Al escucharlos en vivo no se logra descifrar si la solista
potenció al grupo preexistente, o si estos obraron como la contención ideal
para el desarrollo de las virtudes de la solista. Y es lo que mejor les puede
pasar en esta búsqueda artística. Que no haya divismos que contaminen la
convivencia, tanto arriba como abajo del escenario.
Eso es lo que pudo observarse el sábado
en cuestión, ante una sala prácticamente llena, con entrada paga (hecho
bastante inusual en estos tiempos), con producción independiente y auto-gestionada,
que contó con el apoyo de la Secretaría de Turismo de la Municipalidad local.
En un set que nos tenía reservadas
algunas sorpresas, empezaron con Recuerdo
(Pugliese), un clásico de sus presentaciones en vivo; para continuar con Mi refugio, un tema con alto valor
simbólico para el trío, ya que fue el primero ensayado en forma de dúo por
Mauricio y Rodrigo, cuando la actual carrera como intérpretes de tango estaba
en fase embrionaria.
Una emoción fue el primer tango cantado de la
noche, destacando a Lisette en ese rol, abordando un texto impactante. Milonga de mis amores sonó con aires
renovados, con brillantes fraseos y una admirable digitación, es uno de los
momentos más significativos de los vivos del grupo.
En una lista de temas que no hace
concesiones con un repertorio puramente tradicional, le siguieron Catarsis, un instrumental compuesto por
Lisette; el vals Gota de lluvia
(segundo número cantado) y A fuego lento,
otro de los emblemas de Contramano Trío, ahora adaptado a cuarteto.
En la segunda parte del show vendrían
las sorpresas con un regreso a las fuentes folklóricas del trío y comprobar la
ductilidad para abordar cualquier tipo de repertorio de los cuatro.
El buen gusto fue lo que siguió prevaleciendo
y así aparecieron versiones buenas de Bajo
este sauce solo (la poesía incólume de Manuel J. Castilla); o la Zamba del
negro alegre, de espíritu más festivalero; y Oración del remanso, una canción perfecta de Jorge Fandermole que
ya es parte del patrimonio de la música popular argentina. Esta última, con
Lisette en primera voz y Mauricio Martínez en coros (estrenando en vivo una faceta
que le desconocíamos) fue una de las mejores sorpresas de la velada. Y quedaba
un plus: Desafinado, el clásico de la
música del Brasil del enorme Antonio Carlos Jobim, en este caso con originales
arreglos de guitarra y voz; y piano y bajo eléctrico, alternadamente.
En la tercera parte y sin intervalos a
la vista, como era obvio regresarían al tango, con Plenilunio, un instrumental inédito del Maestro Osvaldo Piro
que, presente en la sala, pudo observar como su legado y su estilo tiene
asegurada la continuidad en las nuevas generaciones. El Maestro luego destacaría
el notable trabajo en los arreglos para reducir a cuatro instrumentos una obra
que él escribió para una orquesta de 46 atriles, La Juan de Dios Filiberto de Buenos Aires.
Siguieron hasta el final con versiones cantadas de Para no llorar tu amor (casi un
hallazgo en el repertorio) y Desencuentro;
y cerraron con Quejas de bandoneón y La muerte del ángel, dos instrumentales
que ya son marca registrada de este renovado trío ampliado a cuarteto.
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