DISCOS / NOVEDADES
Por Néstor
Pousa
A dos meses de finalizar este demasiado convulsionado 2018, Andrés Calamaro puso en disquerías y plataformas
digitales su flamante álbum intitulado Cargar
la suerte, el que había sido adelantando por su autor en su, a menudo,
frenética actividad en twitter en la que se lo suele ver interactuando tanto
con sus colegas músicos, periodistas y seguidores, bajo el nick de brad pittbull.
Cargar la suerte contiene 12 nuevas creaciones del autor
e intérprete, una nueva producción que empezó casi en solitario, en su retiro
de Benavídez, localidad ubicada en el norte del Gran Buenos Aires, allí en
donde tiene su casa quinta. Y luego siguió con la asistencia del tecladista y
arreglador Germán Wiedemer, estrecho colaborador de sus más recientes trabajos.
En su refugio bonaerense, Andrés desde algunos años a esta parte vive solo, estado que le permitió despojar de
los muebles a la sala principal de la casa e instalar en ese espacio un
poderoso equipo de música para pasar la mayor parte de las horas de su día
escuchando discos, como una redescubierta pasión. Allí también, con el termo y el
mate como inseparables compañeros, escribió los textos de una nueva cosecha de
canciones.
Luego los acontecimientos se sucederían
vertiginosamente. Seleccionó como productor a Gustavo Borner, un argentino con
rodaje internacional. Germán Wiedemer, casi su sombra, se haría cargo de los
arreglos y la dirección, además de tocar el piano y los teclados. Y ficharon una
banda de músicos estadounidenses con probada experiencia en los estudios, especialistas
en su instrumento, con los que logró empatía y buena química inmediata. Ellos
son: Aaron Sterling en batería y percusión, Erik Kertes en bajo eléctrico (“Andrés is the best”, manifestó el
bajista californiano a este cronista vía red social), Rich Hinman en pedal
steel y guitarras, Mark Goldenberg en
guitarras y una sección de vientos y cuerdas adicionales. Con tan alto standard
de calidad y un estudio en Los Ángeles (California) como locación, la grabación
del nuevo disco insumió solamente cuatro días de sesiones, con los músicos tocando
al mismo tiempo, grabado todo en primeras tomas, sin retoques, ni
sobre-grabaciones.
De esta manera Andrés facturó el que
podría ser considerado como el mejor trabajo de su carrera solista. La duda
razonable se funda que en el medio se encuentran obras como Alta suciedad (de 1997), Honestidad brutal (de 1999) o Bohemio (de 2013).
Las canciones. Verdades afiladas es la pista número uno y también el
primer corte adelanto de Cargar la suerte.
La canción que cuenta con vídeo clip oficial es un clásico tema con destino
de hit desde la primera rodada. Tránsito
lento es un R&B con un título en doble sentido que con sofisticada letra alude
a las tediosas esperas en los transbordos de aeropuertos, un martirio común a
tantos músicos en gira. Cuarteles de
invierno, tan autobiográfica como las anteriores, tiene mucho que ver con
cómo fue concebido este nuevo trabajo ("Tengo planes musicales / para los cuarteles invernales"). Diego
Armando Canciones es uno de los temas claves del disco, una especie de alter ego al estilo del Salmón que hace
gala de su fecunda prosa. Las rimas es
otro extenso texto abordado a modo de hip hop sin ser Andrés un rapero experto.
Siete vidas es un épico rock de
guitarras. Mi ranchera es la balada
nocturna de un hombre solo. En Falso LV (Falso Louis Vuitton) el cantante se luce
en un rock and roll de letra deliberadamente política que, aunque admite
diferentes lecturas (la referencia a la lujosa marca francesa parecería tener una destinataria directa), bien podría ser la reacción mordaz a tanto bombardeo
mediático a que nos somete diariamente la clase dirigente. My
mafia, no podía faltar en el disco una canción dedicada a la libertad y a
los amigos con ese toque melanco de los años adultos. Adán
rechaza otro rock de guitarras con aires a Los Rodríguez, aquel exitoso
grupo argentino-español. Egoistas es
un soberbio folk eléctrico, otra de las debilidades de Andrés de estos tiempos,
con lucimiento del pedal steel de
Rich Hinman y las referencias bíblicas sobre expuestas por el autor. El programa languidece en el
track número 12 con Voy a volver, un
folk lento con guitarra slide que se
podría presumir como el fin de un concierto con el público haciéndose cargo de los coros.
Andrés
Calamaro grabó y mezcló en Los Ángeles un puñado de canciones que atesoran textos de un
espesor propio de las letras de Bob Dylan; con una banda que suena con la
elegancia de Tom Petty; y toques de guitarra slide que remiten al más puro estilo Harrison. Con todos estos
argumentos ¿será este acaso el disco perfecto?