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Osvaldo Piro y Omar Mollo |
La
edición 35 de la mayor fiesta tanguera del país será recordada por llevar a su
máxima expresión la fusión en el tango. Además: Ardit y Habiague concretaron sendos
proyectos sinfónicos. Aquí la crónica.
LA FALDA TANGO 2018
Por Néstor
Pousa
La primera emoción fuerte de la reciente edición
del Festival La Falda Tango que
finalizó el pasado domingo, ocurrió a poco de comenzar la primera gala. Fue con
el debut en el escenario Carlos Gardel de la Orquesta Escuela Municipal de
Tango de La Falda, un proyecto impulsado por Mauricio Martínez en carácter de
director y arreglador, y auspiciado por las áreas de Turismo y Cultura
municipal. Martínez, quien además es guitarrista de Contramano Trío, abrió una
convocatoria hace un año y medio a la que respondieron 19 músicos, no
profesionales en su mayoría, los que hoy integran esta agrupación dedicada al rescate
de los diferentes estilos del tango. “Hoy se plantó una semilla”, aseguraba a
quien quisiera oír, Daniel Simmons, cantor invitado que se sumó a la orquesta
para interpretar con su personal estilo el tango Uno. Pero había reservada una sorpresa, un homenaje a Osvaldo Piro
(Martínez es copista de las partituras del maestro) de quién interpretaron su
clásico Octubre. Al finalizar Piro (presente
entre el público) y el joven director se fundieron en un abrazo sobre el
escenario. Ese cierre y ese gesto pusieron muy alta la vara de la emoción y el
compromiso con lo artístico en una edición a la que aún le faltaba mucho camino
por recorrer.
Entre lo más destacado que dejó esa jornada habría
que mencionar la participación de Marcelo Santos y su grupo. El cordobés fue también
la cara visible y convocante de la primera peña oficial que tuvo el festival en
los últimos tiempos, un emprendimiento ubicado en pleno centro de la ciudad.
Córdoba no se achica ante la supremacía tanguera
que ejerce el puerto, y ahí está la Orquesta Provincial de Música Ciudadana
para confirmarlo. Con la dirección de Damián Torres y sus renovados arreglos
rindieron tributo a hitos centenarios del tango, composiciones escritas en 1918
y efemérides ocurridas en ese año.
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Orquesta Escuela Municipal de Tango de La Falda |
El cantor Jorge Vázquez logró lo que nadie,
según el Maestro de Ceremonias inamovible Silvio Soldán, ganó un certamen en la
televisión cantando un tango, género que, para Soldán, hoy está casi proscripto
en la tv abierta. Desde entonces Vázquez inició una carrera que lo trajo por
segunda vez a La Falda, esta vez integrando Tres
en Clave junto a Esteban Morgado en
guitarra y Nicolás Perrone en bandoneón.
Rodrigo de la Serna fue la selfie más buscada de esta edición. El actor y cantante encabeza
desde hace 15 años el grupo El Yotivenco,
un cuarteto de tres guitarras y un guitarrón, especie de cruzados dispuestos a
rescatar del olvido y la indiferencia de los medios los estilos criollos, haciendo base en la milonga surera o campera y en
su versión ciudadana, forma que floreció en los conventillos (al vesre: yotivencos)
de Buenos Aires a principios del siglo pasado. La propuesta es muy atractiva. Se
inspira en las monumentales figuras de Edmundo Rivero y Alfredo Zitarrosa como
máximos referentes de las dos orillas de la cultura rioplatense y todo un mundo
simbólico representado por un arsenal de milongas épicas: De mis amores, Del
conventillo, Pucherito de gallina,
Milonga lunfarda, Pal que se va y Tirate un lance. No hay dudas que la performance cuenta con el plus
del carisma de Rodrigo de la Serna que sobreactúa su personaje en escena,
estimulado por una platea exultante que festeja hasta la exageración cada gesto
del popular actor. Idéntico efecto que provocó a su paso por el back stage y sala de prensa.
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Rodrigo de la Serna & El Yotivenco |
Elena Roger, esta vez sin el amparo musical de Escalandrum pero con el acompañamiento
del pianista de ese sexteto, Nicolás Guerschberg, realizó un recorrido efectivo
por un repertorio que va de Gardel a Piazzolla más otros agregados. La cantante
se mostró muy conmovida por la presentación que de ella hizo Silvio Soldán y su
analogía con Edith Piaf.
A propósito de Soldán, como animador es
indiscutido y sabe estirar con solvencia cada vez que los tiempos de escenario
lo requieren, pero cometió pifies memorables (tal vez inducido por un guion
erróneo) y sus permanentes flirteos con su compañera de rubro se tornaron
incómodos por lo repetidos y previsibles.
Locos y corruptos. La función del sábado asomó con una tempranera
aparición del Contramano Trío. La agrupación que integran: Mauricio Martínez en
guitarra, Rodrigo Della Vedova en piano y Jeremías Cassi en bajo eléctrico,
siempre propone novedades. Esta vez invitaron a su set a la primera violinista
Valeria Martín (Osvaldo Piro y Orquesta Provincial) para sumarse a una intensa
versión de A fuego lento de Horacio
Salgan, un compositor que es máximo referente del trío.
La programación artística de esta edición
alcanzaría el súmmum de la fusión del tango con otros ritmos, como para que la figura
de Gardel que tutela el ingreso al auditorio salga corriendo con dirección
desconocida ¿A quién se le ocurriría mezclar Billy Jean de Michael Jackson con El Choclo de Villoldo? A Tango
Loco se le ocurrió y Daniel García, tecladista que comanda el quinteto, se atajaba
argumentando que “La música es una sola”,
y para redoblar la apuesta unía a Gloria Gaynor con Mariano Mores, con la voz
invitada de Laura González.
Si al fanático de Pugliese le pareció desmesurada
la propuesta rockera de Tango Loco es
porque todavía no había escuchado Tango
Corrupto. El concepto es similar: pasar a ritmo de 2x4 algunos hits añejos y
de actualidad de La Mona Gimenez, Xuxa, Rafaella Carrá, Gilda, Ráfaga, Luis
Fonzi, Maluma y Gaby, Fofó y Miliky. Hay que remarcar que detrás del éxito de
taquilla que esta propuesta alcanzó, hay un productor de reconocida trayectoria
en el medio como Gustavo Ferreri.
Con Un
siglo en flor la cosa empezó a retomar los carriles tangueros. Nicolás
Perrone tuvo la idea y convocó a Lito Vitale que junto a Julia Zenko y el Negro
Falótico formaron un seleccionado de lujo para realzar la figura centenaria de
Homero Expósito, autor del célebre Naranjo
en flor, uno de los temas más interpretados en cualquier reunión tanguera
que se precie.
Osvaldo Piro afirma haber encontrado en La Falda
su lugar en el mundo (hace algunos años que está radicado en esta ciudad) y en
el festival es figura histórica y sobresaliente. Bajo su batuta y a sus 81
años, lo que genera Piro y su orquesta de músicos cordobeses es el tango del
futuro, una música atemporal y de alto vuelo. Como adelanto de su próximo disco
estrenó el instrumental Plenilunio, “Las
noches de luna llena me inspiran y dan suerte”, dijo.
Ricardo El
Chiqui Pereyra regresó al festival, luego de 13 años de ausencias que lleva
bien contabilizadas, para desparramar su estilo canchero de provinciano mudado
a Buenos Aires. El rionegrino con su particular registro de barítono bajo, fue
el único que se animó a cruzarse en un mano a mano dialéctico con Soldán, al
cabo su descubridor hace 40 años.
El cierre del sábado estuvo reservado para
Carlos Habiague que por fin se dio el gusto de mostrar su formato sinfónico
junto a la Camerata Académica de Córdoba. En un show larga duración repasó
buena parte de su ecléctico repertorio, que no sólo incluye tango, y tuvo de invitados
especiales a su hermana Alejandra y a la pequeña Luly Gale. Una característica
fue que interactuó permanentemente con la platea bajando a cantar y bailar. El
público mostró pulgares arriba a esta nueva incursión del faldense.
El fenómeno Mollo. El domingo, día de solistas, Rodolfo Tulián
sostuvo su record de artista de la primera hora del ciclo. La Orquesta Típica
Ciriaco con la voz de Gustavo Visentin ofrecieron un minucioso homenaje a
Aníbal Pichuco Troilo. El
bandoneonista Carlos Buono acompañó a Guillermo Galvé en su debut absoluto en
el festival, una materia pendiente en su extensa carrera profesional. Para
Lisette, en cambio, esta fue la octava vez desde que asombró con apenas 11
años. “Un día más, un año más”, entonó
casi en forma alegórica con las primeras estrofas de Mimí Pinzón. Luego, en un necesario giro hacia un nuevo repertorio,
sorprendió con una versión tanguera de La
Balsa, el primer hit del rock nacional, y se paseó con gracia al ritmo de Amándote del uruguayo Jaime Roos. Y
hasta presentó un nuevo tema propio, Paraíso
al 900. Todo eso en escasos 30 minutos.
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Contramano Trío |
En este formato de actuaciones compact, cortitas y al pie, se produjo
el regreso a este escenario, tras algunos años de ausencia, de un viejo
conocido del festival: Omar Mollo. Su actual residencia casi permanente en Amsterdam
y sus giras por el viejo continente fueron, en parte, las que motivaron estos
desencuentros que Omar supo saldar con creces la noche del domingo en el pre-cierre
de esta edición. Su estilo avasallante no necesita de extensos parlamentos y
así puede meter una decena de clásicos de todos los tiempos: Tarde, Garúa, Afiches, Bailarín, Melodía de arrabal (a dúo con la primera fila), Grisel. Además, nuevamente elegido por
Osvaldo Piro como cantante invitado de su orquesta. El que no conocía a Mollo,
ahora pudo saber de qué se trata el fenómeno.
Para el final quedó Ariel Ardit con su homenaje
sinfónico a Carlos Gardel junto a la Orquesta Académica Juvenil del Teatro del
Libertador dirigida por Hadrián Ávila Arzuza, un modelo probado en grandes
escenarios al que solo le faltaba La Falda. Un espectáculo suntuoso, pleno de
matices, réplica del que fuera registrado en disco por el cantor cordobés junto
a la Sinfónica de Medellín en concierto realizado en 2015 en el mismísimo Aeropuerto
Olaya Herrera, escena del trágico accidente que se llevó la vida de Gardel. Un
conmovedor homenaje a la obra gardeliana que el público de La Falda supo
recibir en el más absoluto y respetuoso silencio.
Fotos: Gabriel
Hamie - Cubo Media