Peñaloza, Ceballos & Dall'Amore |
EN CONCIERTO
Por Néstor Pousa
El pianista y compositor Juan Cruz Peñaloza tiene profundas raíces que lo vinculan con La
Falda. Aquí vive su madre Nora, que además integra la Asociación Amigos del
Museo Ambato, por lo tanto no sorprende cuando asegura: “El Ambato ya es como mi casa”.
Esa conexión de Juan Cruz con esta ciudad se
prolonga desde que, siendo muy joven, vino a tocar con el Trío 4 de Luis Lewin en las recordadas veladas musicales del
pub Tante Ida. O como cuando en el
mismo espacio, que más tarde tomaría el nombre de Ugolino, aparecería una noche de hace unos cuantos años acompañando
a Los Músicos del Centro en una de las
últimas encarnaciones de esa agrupación imprescindible de la música producida
desde Córdoba. Y entre tanto músico groso Juan Cruz aparecía como un niño
prodigio con destino del pianista notable en que se convirtió en la actualidad.
Estas referencias biográficas cobran sentido
porque fue con el mismo Peñaloza que los Amigos
del Ambato estrenaron la versión 2018 del ciclo de conciertos en los
jardines de la antigua casona-museo el pasado sábado 6 de enero, una propuesta
musical alternativa que se suma a la vorágine de shows que la ciudad y la
provincia ofrece al visitante durante las vacaciones de verano.
Juan Cruz Peñaloza se manifiesta conmovido ante
la magnificencia del lugar y con esa inspiración elige un tema propio para iniciar
su concierto, La Fuente, dedicado al
gran Manolo Juárez, su maestro y amigo. Acompaña su exquisita interpretación al
piano, Franco Dall’Amore en guitarra. Y juntos lograrán una dupla perfecta e
inseparable durante todo el recital. Juan Cruz añade que dicho tema está incluido en Alma
de Resonancia, título del disco que grabó en Madrid en 2013, un
trabajo que además de confirmarlo como un notable intérprete, revela su veta
compositiva en la mayoría de los temas que conforman la placa, las que
comparten lista con piezas de Raúl Carnota y Cuchi Leguizamón.
Pero a su concierto del sábado 6 de enero al que bautizó Cuando el arte ataque (más adelante
verán por qué) está consagrado no a la obra propia sino a la de otros autores
que, aunque no lo dijo, seguramente también fueron fuente de inspiración del
pianista que se mueve como pez en el agua por el jazz, el jazz-rock, la bossa
nova, el folklore, la canción popular y la música contemporánea (“No me pidan
reggaetón”, aclaró jocosamente). Y así, como segundo tema apareció Samambaia, para luego invitar a la
cantante del grupo Moira Ceballos en Soledad
Jujuy 1941, una letra de Atahualpa Yupanqui musicalizada por Pedro Aznar.
Uno de los momentos más celebrados llegaría con DLG, la baguala de enigmático nombre compuesta
por Fito Páez para Giros, su disco de
1985. “Yo no tenía que cantar, pero era
un gusto que me quería dar”, se justificaba luego del show Juan Cruz, que
animado por el buen ambiente que se había generado asumió la voz principal en
ese segmento al que también se le sumó el cuarto invitado de la noche, Claudio
Pacheco, en bombo legüero y cajón.
Alentados por el resultado fueron aparecieron nuevos
momentos de elevada factura como Superhéroes
en la cual Peñaloza se enfunda maravillosamente en los dedos de Charly García.
Le seguirían: una milonga y El olvidao,
la chacarera del Duende Guernica con un texto de efecto catártico que logró
sacar algunas palmas de la ilustre platea.
Solo restaba definir el sentido del título. Cuando
el arte ataque es una canción
compuesta Spinetta para La la la, disco
surgido de la ocasional alianza protagonizada por el Flaco con Fito Páez,
producto de la amistad y la mutua admiración. Cuando el arte ataque en la interpretación del cuarteto de
Peñaloza-Dall’Amore-Ceballos-Pacheco funciona como el leitmotiv del encuentro y la invitación a sumarse a los coros,
aunque más no fuera en los bises, junto a la siempre protectora energía de Luis
Alberto dando vueltas como parte del aire.
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