Elena Roger & Escalandrum |
Texto:
Néstor Pousa
Fotos: Gabriel Hamie
Fotos: Gabriel Hamie
Los festivales
populares de cualquier género en la Argentina cargan con el karma de estimular
la insatisfacción de quienes nunca están del todo conformes con la grilla
planteada, pero también desarrollan la potestad de formalizar uniones
artísticas formales o transitorias de gran jerarquía que no son fáciles de
encontrar bajo otras circunstancias. Y vaya que si eso fue lo que sucedió en la
edición que recién culmina del Festival
Nacional del Tango de La Falda (a.k.a.
La Falda Tango).
Osvaldo Piro Orquesta y Lavié |
Del trabajo de Osvaldo
Piro solo se puede ser redundante en adjetivos como brillante y exquisito,
tanto instrumentalmente como con sus otros dos cantantes: Marcelo Santos
(estable) y Alberto Bianco (el otro invitado).
Lo de Elena Roger & Escalandrum puede
catalogarse como el número lujoso de esta edición. El sexteto interpreta en formato
jazzero el inconmensurable repertorio de Astor Piazzolla y encontraron casi por
casualidad en la estremecedora voz de Elena Roger a la intérprete ideal para ese
repertorio. Claro, no es un dato menor que en la batería esté Daniel “Pipi”
Piazzolla, nieto del Astor eterno. Pero lo cierto es que no se puede creer que con
esa diminuta figura de mirada penetrante y registro de soprano provoquen un
ensamble tan perfecto. Eligieron versiones de Los pájaros perdidos, Chiquilín
de Bachín, La bicicleta blanca, Balada para mi muerte, Preludio para el año 3001 y Balada para un loco, todos
pertenecientes al disco 3001 Proyecto
Piazzolla. Se fueron ovacionados por un público afín.
Simmons + Contramano + Torres |
Hay estándares de
calidad en algunos rubros que esta versión actualizada de La Falda Tango no negocia. Está claro que la organización se hace
fuerte en la logística que cada año incorpora más recursos humanos a favor de
una maquinaria de producción cada vez más monolítica, afinada y autosuficiente.
La grilla artística alcanzó un nivel incuestionable y el antiguo anfiteatro
convertido en una coqueta y confortable sala de conciertos cada año luce mejor.
Una sala que con entradas agotadas resultó demasiado chica el sábado, la gran
noche de Lavié/Piquín, pero que lució inexplicablemente grande el viernes de
Rada-Ardit.
En los rubros técnicos
se observó un notable avance en la parte visual. Las pantallas de leds, el circuito
cerrado de tv, la luminotecnia y la escenografía ofrecieron su show aparte.
Este contexto permitió
el lucimiento de una plantilla de artistas muy ecléctica y de notable nivel. A
los ya destacados más arriba, es necesario apuntar actuaciones como la de Lisette la joven surgida en La Falda que
a los 11 años nos asombraba por su forma de abordar letras fatales, hoy con 17
sorprende escribiendo como un adulto, para muestra basta con repasar el texto
de Inútil objeción, un tango de su
autoría que estrenó para la ocasión. “¿No es muy retorcida?” consultaba en sala
de prensa la joven que insinúa cierta veta discepoliana
al escribir.
Rubén Rada: tango, candombe y milonga |
Contramano
Trío, como ya se
dijo, cubrió el rol de grupo estable acompañando con solvencia a los solistas
Alberto Bianco, Leandro Ponte, Rodolfo Tulián y Daniel Simmons. Pero lo más
destacable fue su set solista. No fueron pocos los que subrayaban la evolución evidenciada
por el trío que se ganó por derecho propio un lugar en el horario central y estar
entreverados con los números fuertes de la primera noche. Contramano es otro de
los hallazgos de este festival que siempre tuvo la virtud de promocionar nuevos
valores.
Otro número que avanzó
varios casilleros en la grilla fue la Orquesta Provincial de Música Ciudadana
de Córdoba dirigida por Damián Torres. Ellos, que históricamente abrían el
festival para los que llegaban temprano, merecían se programados en el prime time. Es que La Provincial suena como los dioses y tiene en Gustavo Visentin a
uno de los mejores cantores que pisa este escenario, a la vez que un verdadero
docente en la materia Historia del Tango.
Adriana Varela como
cierre de festival ya es un clásico que pinta a convertirse en inamovible. En
una docena de clásicos, algunos pedidos por el público como si se tratase de un
menú a la carta, sorprendió con la inclusión de La Gata Varela. “Más que una
radiografía, una tomografía computada que me escribió Cacho Castaña”,
proclamaría luego del show. No fue un gesto ególatra o autorreferencial, más
bien habría que interpretarlo como un guiño de generosidad para con su colega y
amigo.-
Ariel Ardit, el regreso |
No fue Ariel Ardit el
único que experimentó un final abrupto, el año pasado Rodolfo Mederos y este
año Amelita Baltar con Esteban Morgado, entre otros, también conocieron el
rigor y la inflexibilidad del cronómetro del jefe de escenario faldense.