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RECITALES
Por
Néstor Pousa
El hecho ocurrió una
noche de principios de primavera del 2002. Situación: décima edición del
Festival de Rock de La Falda. David
Lebón se encontraba cenando con su manager en un restó del centro de la
ciudad cuando sorpresivamente se le acercó Luis Alberto Spinetta, lo abrazó y se expidió: “Vos sos el mejor guitarrista de Argentina”. Suscribo totalmente lo
dicho por el Flaco, pero supongamos por un momento que esto sea una apreciación
personal y subjetiva, como todo aquello destinado a relevar lo mejor de cada
disciplina. Lo cierto es que el Ruso indudablemente pertenece a esa célebre
elite de los más notables intérpretes de la guitarra eléctrica del rock en
castellano (complete el lector el podio como mejor prefiera).
Lebón es de esa clase
de guitarristas que asegura escribir canciones como pretexto para meter un solo
de viola. Y no parece ser una humorada, aunque como autor su repertorio contiene
páginas que fueron mucho más que un simple contexto, meramente funcional a sus
inspirados punteos.
Sobre finales del año
pasado, con el respaldo de la multinacional Sony Music, lanzó el flamante Encuentro supremo (recientemente
nominado a los Premios Gardel como Mejor álbum artista masculino de rock), un
disco muy rockero, directo, sin artificios, en donde predominan las bases de la
batería del Negro Daniel Colombres, uno de sus bateristas históricos; las contundentes
líneas de bajo de Roberto Seitz, los teclados de Leandro Bulacio, quien además
ofició de productor artístico adjunto en tándem con Lebón; y los aportes de
Dhani Ferrón (voz y guitarra rítmica) y Gustavo Lozano (guitarra).
En este nuevo trabajo
que recupera la línea de discos fundamentales como El tiempo es veloz (1982) y Siempre
estaré (1983), se conjugan momentos de alto voltaje como Dr. Rock, casi una continuación, 40 años
después, del clásico Suéltate Rock &
Roll (Polifemo), en donde el autor se manifiesta frente a su propia desesperanza.
Pero también está el Lebón sensible entregado a una balada de Almendra como Laura va, en una delicada versión
orquestal arreglada por un especialista en el rubro como Oscar Cardozo Ocampo.
Con este antecedente
inmediato fue que el Ruso apareció por Córdoba para renovar su “encuentro
supremo” con la ciudad. Nueve años nos separaban de su última visita a la capital
provincial, aunque en el medio hubo un par de fugaces apariciones en Cosquín
Rock y fue figura excluyente en el escenario temático 50 años de Rock Nacional en la edición 2017 del mismo ciclo. Pero propiamente en la ciudad su
última presentación databa del 2008.
Esta vez fueron las
modernas instalaciones del Quality
Espacio el marco para una nueva visita del músico que integró buena parte
de las bandas más emblemáticas del género. Muy pocos músicos de la escena, o
ninguno como él, pueden presentar credenciales de miembro de grupos como
Pappo’s Blues, La Pesada, Pescado Rabioso, Color Humano, Polifemo, Seleste,
Seru Giran, evidentemente un currículum imposible de igualar.
Su show del pasado
jueves 18 de mayo ante una sala en formato auditorio que se colmó, comenzó con
algunas dificultades técnicas (zumbidos y acoples demasiado rebeldes) que
desconcentraron y hasta casi sacan de eje a nuestro héroe de la guitarra. Pero
una vez que el técnico de sonido acomodó las perillas la banda levantó vuelo a
velocidad crucero con picos de intensidad en versiones claves. La lista incluyó buena parte de las nuevas canciones: Juntos
(con Ferrón en segunda voz), Último viaje, Encuentro supremo, Te amo a pesar de todo, Perro
negro y Latin rumba, cumplen con
la máxima de su autor, ya que en cada una de ellas se despacha con uno de esos
solos de viola inigualables. En tanto repasaba Hola dulce viento -su primera canción para Pescado-, a su material solista le agregaba números históricos como
El tiempo es veloz, Casas de arañas (descollante Bulacio en improvisación
de teclados y scat), En una hora y
una versión demoledora de Copado por el
diablo, en donde la banda no se guardó nada de su indudable nivel.
Pero el Ruso siempre
reserva un lugar especial para las canciones de Seru, la súper banda que integró
junto a Charly, Aznar y Moro. La primera de esas canciones con el sello de su
voz y su personal dicción fue Esperando
nacer, entregada casi como una ofrenda que hizo estremecer a la platea. Parado en el medio de la vida y San Francisco y el lobo (notesé, todos
clásicos inobjetables) fueron parte de un intermedio en formato de trío junto a
Leandro Bulacio y Dhani Ferrón, que aporta a la banda una imprescindible
guitarra rítmica.
El Ruso a sus 64, el mismo los declara desde el escenario, parece estar de vuelta de todo y sin
embargo a ciclos regulares viene a ocupar su lugar dentro del firmamento
rockero argentino. Tal cual es su personalidad, lo hace sin histerias y
rehuyendo a los convencionalismos. Como dato: no presentó a los músicos
formalmente, asegura que son una banda de barrio y destaca lo agradecido que
está de tocar junto a ellos. En su cruzada contra los formalismos propone
evitar los histéricos bises, en donde los músicos simulan irse y el público
asume la parodia y pide una más. Entonces tocará la lista de corrido antes de
que “Todos nos vayamos a descansar”, propone.
Con Noche de perros, Mundo agradable, Sueltate Rock & Roll y Seminare, se despedirá hasta una próxima vez de la
ciudad que siempre fue testigo de sus momentos más gloriosos.
Golo, cordobés de
nacimiento, antes de pasar buena parte de su vida en Los Ángeles, California,
fue un activo integrante de bandas de la segunda etapa del nacimiento del rock
en castellano en nuestro país. Junto a su hermano, su primo y un amigo formó Primera Resurrección. Luego pasó por Bubú (Miguel Zavaleta), Polifemo, Seleste,
La Máquina de Hacer Pájaros, además de compartir zapadas con Pappo y participar
en El Festival del Amor, organizado
por Charly García.
Hace unos 10 años regresó para volver a afincarse en su tierra natal y así
retomar su historia de música y rock. En la actualidad alterna presentaciones
solistas con actuaciones junto a su trío Golosinas
Peligrosas. Con ellos abrió el escenario temático 50 años de Rock Argentino
en el reciente Cosquín Rock. Con la invitación de David
para tocar en el Quality, el Golo pudo demostrar una vez más sus dotes intactas
de muy buen violero en versiones propias de Boletos,
pases y abonos (La Máquina…) y Dos edificios dorados (Lebón), y mostró algunos
temas de su propio repertorio como el Golo´s
Blues y otra canción con aires de funk. El Golo se dio el gusto
de tocar para su gran amigo y el Ruso lo agradeció antes de empezar su set.