martes, 17 de mayo de 2016

Paul McCartney ¡beatlemanía a la cordobesa!

Foto gentileza: Simon Templar - Tridente
Hubo que esperar bastante para que se concrete la llegada del beatle. La incertidumbre de esos años cambió por ansiedad una vez que por fin se confirmó. Todo valió la pena, fue un show histórico e inolvidable.

RECITALES

Por Néstor Pousa

Llegar temprano al estadio fue encontrarse con la sorpresa de una larguísima fila de gente que desde bastante antes esperaba por ingresar, torciendo esa habitual costumbre que tenemos de llegar sobre la hora. Primer dato que confirmaba la ansiedad y la expectativa que había generado la visita de Paul McCartney en Córdoba por primera vez. De hecho hacía dos meses que en cuestiones de espectáculo no se hablaba de otra cosa. El frío y la llovizna de los días previos habían dado un respiro, así, el ingreso de las (¿40.000?) personas, en una franja etaria que va desde los 12 a los 70 y pico, fue ágil y tranquilo. Faltaban poco más de 3 horas para el inicio mientras las gradas y campo se llenaban lentamente. Asomó el dúo Las Rositas a ofrecer su acto soporte de electro-tango y sugerentes baladas en inglés. Faltaba menos. Aplacó la espera un dj set con versiones de Los Beatles a alto volumen y mejor sonido que el dúo de ninfas. Buen detalle, porque el plantón se hizo menos denso. Luego un extenso videoclip, collage caleidoscópico sobre la vida del protagonista, reproducido por las enormes pantallas y acompañado por grabaciones enganchadas (obvio, también de Los Beatles) fue el prólogo para la aparición de Paul y su banda sobre el escenario. Las agujas señalaban las 19.35 y la espera había llegado a su fin, ya ningún capricho del destino podría interponerse entre los fanáticos cordobeses y el tipo que junto a John, George y Ringo inventó casi todo lo que sabemos de rock.  El inconfundible acorde que anticipa A hard days night, primer tema de la lista y primera vez que lo toca en vivo como solista, desató la beatlemanía a la cordobesa que el propio Paul certificó saludando al modo local con un sorpresivo “¡Hola culeados!”. Sobre la polémica que provocó este hecho anecdótico no me voy a extender, ya que a partir de ahí seguirían dos horas y media del show más increíble que pasó por este suelo mediterráneo. Increíble, de no poder creer, que un artista con semejante leyenda sobre sus espaldas se dirija de una manera tan campechana hacia su audiencia. No sé si el término para definirlo es humildad, pero el zurdo bajista dio una lección para bajarle el copete a más de un aprendiz de estrella de rock. Esforzándose por comunicarse ya sea en inglés o en su spanish macheteado, bromeando permanentemente, fingiendo diálogos con los de las primeras filas, introduciéndonos a cada una de las canciones con algún dato y, sin solución de continuidad, pasar del célebre bajo Hofner violín (¡impresionante como suena en sus manos!), a la guitarra eléctrica, al gran piano Yamaha, a la acústica o al piano vertical multicolor. Paul sigue siendo el mismo pendejo que a los 20 conquistó América. Canchero, enfundado en unos jeans y de impecable chaqueta azul cuello mao, evocación de épocas early beatles. Chaqueta que pronto abandonaría para quedarse en camisa mientras nosotros subíamos los cierres de nuestras camperas hasta la nariz. Pido un favor: ya obviemos mencionar su edad cronológica, esta no condice con la energía que su cuerpo prodiga.

Foto gentileza: Simon Templar - Tridente
La lista de temas.  Aun conociéndola de antemano, fue apabullante. La Gira One on One que lo trajo por primera vez hasta Córdoba anuncia una lista de 38 canciones que documentan su extensa carrera, aunque en su mayoría pertenecientes al archiconocido repertorio beatle. Un recorrido por buena parte de la discografía de los fabulosos cuatro de Liverpool, desde el iniciático Love me do (se la dedicó al productor George Martin), atravesando la psicodelia con Being for the benefit of Mr. Kite (de Sgt. Pepper’s…) y la evolución de Abbey Road, ninguna etapa quedo sin ser revisada.
Respaldado por una banda con carácter rockero, eficiente y versátil, un cuarteto que integran: Rusty Anderson en primera guitarra; Paul “Wix” Wickens en teclados y todo otro instrumento que sea necesario reproducir o ejecutar; Brian Ray en segunda guitarra y bajo cuando hace falta reemplazar al jefe y el expresivo Abe Laboriel Jr. en batería y percusión, repasan las inmortales Can’t buy me love, The fool on the hill, Lady Madonna, Eleanor Rigby, y del modelo solista: la inusual Temporary secretary y las actuales Queenie eye y New.
Con la banda que lo secunda desde hace algo más de una década se reagrupa en un espacio reducido del imponente escenario para un momento semi-acústico en donde destellan We can work it, You won’t see me y And I love her, y entre ellas In spite of all the danger de Los Quarrymen, la proto-banda formada por unos bisoños beatles aún sin Ringo en la batería. Esta verdadera reliquia compuesta por McCartney-Harrison que nos remite directamente al sonido de fines de los 50’s convive sin conflictos con FourFiveSeconds, la más moderna de la lista que en su original Paul interpreta junto a Rihanna y Kanye West.   
Promediando el show Paul solo ante la multitud y con la acústica entona su clásica Blackbird y Here today (“Esta canción la escribí para mi amigo John”). No serían las únicas dedicatorias, las hubo para su actual mujer Nancy Shevell (My Valentine) y para Linda Eastman, su primera esposa (la conmovedora Maybe I’m amazed). Por obvias razones ¿la cazafortunas? Heather Mills quedó fuera de la lista de honores. Pero no George Harrison, a él le dedicaría su propio tema Something en ukelele version + banda eléctrica, en otro de los momentos sobresalientes del show.

Foto gentileza: Simon Templar - Tridente
Alas. Imposible relegar en la crónica el segmento dedicado a revisar lo hecho con Wings, proyecto grupal de Paul tras la conflictiva diáspora de Los Beatles a comienzos de los 70. De esas canciones que produjo junto a Linda y Denny Lane como laderos principales, separó: Letting go, Let me roll it, Nineteen hundred and eighty five, Band on the run y Live and let die, con una colosal puesta visual que dejó boquiabierto al universo de seguidores.
Sobre la recta final el gran performer no decae, todo lo contrario, hay que sobreponerse para asimilar rockanroles como Back in the URSS, y un par de baladas que no iban a faltar, Let it be y Hey Jude, con su coro multiplicado por miles de gargantas marcando el aparente fin del concierto.
El frío apretaba un poco y Paul regresa luciendo una camperita con su propia imagen en la espalda. Al menú le faltaba un himno como Yesterday y son los bises los que corrigen la omisión. Simula irse, pero con una nueva morisqueta vuelve para rockear uniendo a Los Beatles (Birthday) con Wings (Hi hi hi). La verdadera despedida es con Golden Slumbers, Carry that weight y The End, el medley que cierra Abbey Road

Detesto incluir en las reseñas referencias demasiado personales y mucho menos enfoques melodramáticos, pero honestamente debo confesar que este fue un show que me tuvo al  borde de la lágrima buena parte del tiempo, lo viví como un fan antes que como cronista, tanto que me llevó un par de días “bajar” para escribir estas líneas. Sé que fue un privilegio.

Lugar: Estadio Mario Alberto Kempes
Fecha: 15-mayo-2016
Asistencia: 40.000 personas

3 comentarios:

  1. Me hiciste revivir el fenomenal recital, guacho. Pasame la lista de temas. La quiero tener para repasar mentalmente, cuando finalmente despierte, el sueño del que me cuesta despertar. Gracias, hermanito.

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    1. Ah, soy Mario (Luna), creí que el nombre salía automáticamente como en FBK.

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    2. Ok Mario, te la envío por facebook. Un abrazo. NP

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