Páez: genio loco |
RECITALES
Por Néstor Pousa
Fito Páez fue aquel niño prodigio que en los 80’s
vino a oxigenar la camada de autores y compositores del Rock Argentino justo en
el momento en que el género tomaba un inusitado impulso por causas ajenas a lo artístico.
El conflicto bélico por Malvinas ponía en foco a toda la música nacional y
surgían aires de renovación. Entre ellos un pibe llegado desde la Cuna de la
Bandera se convertiría en el niño terrible que atraía las miradas de los fans y
se convertiría en el preferido de Charly García y Spinetta.
A tres décadas de aquel comienzo los años y
la vida lo transformaron en este casi cincuentón cascarrabias que cada tanto
suelta frases para la polémica o reacciona malhumoradamente como ocurrió el
jueves en el Orfeo. Pero vayamos por partes.
El concierto ofrecido pertenece a la gira 20°
aniversario de El amor después del amor,
un álbum clave en la carrera del músico y el que más ejemplares vendió del rock
de acá.
La escala cordobesa del tour nos mostró a un
Páez de excelente humor, como corresponde a una fiesta de cumpleaños. Durante toda
la primera parte una banda que suena muy ajustada, en la que no hay lugar para estrellatos
demasiado notorios y lookeada con trajecitos celestes al estilo de una big band
de jazz, secundó a un Páez impecablemente vestido de negro y con gafas oscuras
a lo Dylan, en un repaso de corrido y tema por tema, de las catorce pistas de
su obra maestra. Un formato interesante y por demás atractivo que empezó con El amor después del amor a dúo con
Adriana Ferrer, la colombiana de peinado afro e imponente presencia, pero que musicalmente
no superó la performance de la blueswoman
Claudia Puyó, encargada de la versión original del leit motiv.
Para Dos
días en la vida el trinomio de Fito - Fabi Cantilo - Celeste Carballo se
pudo reunir a través de la pantalla gigante, el viejo recurso sigue siendo
efectivo, esta vez con un diseño que desbordó frescura.
La siguiente canción fue La Verónica, que nunca sonó mejor que con esta banda, aseguraría
Páez. A continuación en Tráfico por
Katmandú la cosa se ponía pesada y el ensamble seguía respondiendo con
precisión y ahora también potente.
Stop. Fito para la pelota y nos introduce oficialmente
en la temática del concierto, contradice aquello de que veinte años no es nada
y convoca al gran chamán de esta tribu que conformamos entre todos. Entonces la
voz de Luis Alberto, tomada del audio original de 1992, sale por los altavoces
y se une con la de Fito en Pétalo de sal,
y el tema más breve del disco se convierte en el momento de máxima emotividad.
El
orden progresivo nos traería a Sasha,
Sissí y el círculo de baba, Un
vestido y un amor (dedicado a la musa Cecilia Roth), la épica Tumbas de la gloria y La rueda mágica con Charly y Andrés,
célebres compañeros de ruta sumándose desde la pantalla. En un álbum que resume
eclecticismo aparecen números como la cadenciosa Creo y Detrás del muro de los
lamentos, esta vez sin la voz de la Negra Sosa pero con su imagen flotando
en la escenografía.
La balada de Donna Helena tiene un crescendo que explota hacia
el final, esa energía fue la que hizo explotar a Páez que se enfureció con los
que iban y venían al buffet por cerveza, y el clima de fiesta que se había logrado
casi se va al pasto cuando pateando el pie del micrófono amenazó: “Al próximo que pase por el frente al
escenario le corto la cabeza”. El gesto de la mano por el cuello fue
elocuente, la orden a un asistente también. “Un
concierto es para cantar y bailar, la birra la tomamos después”, se quejaría
más adelante y completaría: “Siempre pasa
lo mismo, estoy cansado de los mercachifles que quieren hacer un mango más”.
Por suerte aún restaban la nostálgica Brillante
sobre el mic y el cierre del set con A
rodar la vida para que todo vuelva a la normalidad. Fin de la primera
parte.
En
la segunda, luego de un entremés con el tema coral Solo la la la del álbum gestado por Spinetta-Páez, hubo una seguidilla
de grandes éxitos sin sorpresas: Cable a
tierra / Dale alegría a mi corazón,
solo al piano; y con banda al palo en Circo
beat y Naturaleza sangre. Mención
especial para la contundente letra de Al
lado del camino junto a las infaltables Polaroid
de locura ordinaria, Ciudad de pobres
corazones, Dar es dar y Mariposa Tecknicolor. Todo bien, sin
duda irreprochable, pero lo medular había ocurrido una hora antes con el
minucioso repaso del disco más significativo de la profusa discografía del
rosarino. Ninguno de los temas que contiene merecía quedar afuera del festejo y
eso define a una obra magistral que merecía ser festejada, con más razón en
época de vacas flacas.-