Juan Carlos Baglietto, circa 1982 |
Probablemente pocos acontecimientos socio-políticos hayan tenido tanta incidencia directa sobre el desarrollo del Rock en Argentina como lo tuvo la Guerra de Malvinas, epopeya que comenzó el 2 de abril de 1982.
Además de significar un hecho cruento, traumático y doloroso para toda la sociedad, marcó el principio del fin del gobierno de facto que buscó con la recuperación por la fuerza de un territorio indudablemente argentino, la posibilidad de perpetuarse en un poder que ya se le estaba escurriendo entre los dedos.
La heroica gesta de un puñado de chicos en las heladas aguas del Atlántico Sur a las órdenes de oficiales y suboficiales que se debatían entre el deber a cumplir y sus propias limitaciones técnicas y humanas, es un hecho que marcó a más de una generación y que recordaremos de por vida, reconociendo que el fin era absolutamente noble pero el medio elegido distaba de ser el más conveniente. Hubo también una manipulación especulativa del sentimiento de redención y patriotismo por parte de los autores ideológicos de aquel improvisado plan, con el que cada uno de nosotros en mayor o menor medida nos sentimos tocados. Desde los discursos y arengas por cadena nacional que con tono triunfalista y desafiante aseguraban: “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, hasta titulares con los falsos pronósticos: “Estamos ganando”; hubo otras estrategias que implementó el gobierno militar. Entre ellas la absoluta prohibición de difundir, en los medios masivos de comunicación, música en idioma inglés, cualquiera sea el intérprete, con la intención de generar un sentimiento de rechazo y odio -que en mucha gente nacía espontáneamente- ante todo lo que provenga de la cultura anglosajona. Sin diferenciar si se trataba de Margaret Thatcher (Primera Ministra de Gran Bretaña durante el conflicto bélico), Shakespeare o Los Beatles, todo lo que tuviera ese origen debía ser repudiado.
Fue así que los programadores de radio y televisión se vieron obligados a echar mano a discos olvidados y tapados en polvo, paradójicamente algunos de ellos hasta ese momento prohibidos por esa misma censura. Esto provocó un verdadero suceso con la música popular argentina, y en ese contexto entraba el Rock del País, que tuvo un impulso de difusión que jamás había tenido hasta ese momento, pero con el sabor amargo del motivo que había originado ese fenómeno.
Un monstruo grande y pisa fuerte. “Aún resuenan los acordes de una guerra en si bemol, sin ninguna melodía…”, dice la letra de Fito en la voz de Baglietto. Tratando de crecer (del álbum Baglietto, 1983) se convertía en uno de los principales temas de la banda de sonido de Los chicos de la guerra (1984), película de ficción y testimonial del director Bebe Kamin basada en el libro homónimo de Daniel Kon, que es el primer antecedente cinematográfico referido al conflicto armado en los mares del sur. En la película, que con un alto contenido dramático cuenta la historia de tres jóvenes de distintos estratos sociales que son enviados a combatir en las islas, Juan Carlos Baglietto aparece interpretando esa canción que dedica a los chicos de la guerra.
En la nueva temática del rock empezaban a surgir algunas respuestas a los interrogantes que la posguerra nos había dejado junto con su nefasto saldo de muerte, angustia e impotencia, y fueron muchos los artistas que en el Festival de Rock La Falda ’83 se hicieron escuchar, ya sea con su palabra o con su canción.
Charly fiel a su estilo, le ponía una cuota de ironía al asunto con No bombardeen Buenos Aires, en donde suplicaba que: “¡No bombardeen Barrio Norte! no nos podemos defender…”.
Alejandro Lerner estrenaba La isla de la buena memoria (del álbum Todo a pulmón, 1983), la historia en carne viva de un soldado argentino que marchaba a combatir a la isla y daba cuenta de sus vivencias en un conmovedor relato, con una carta para su madre: “Madre me voy a la isla, no sé contra quién pelear, tal vez luche o me resista o tal vez me muera allá. Creo que hace mucho frío por allá, hay más miedos como el mío en la ciudad. Qué haré con el uniforme cuando empiece a pelear, con el casco y con las botas, ni siquiera sé marchar…”.
Raúl Porchetto hizo que su himno mántrico Algo de paz cobrara un sentido distinto al de otras oportunidades, pero también mostró un tema nuevo, Reina Madre (del álbum homónimo de 1983), en este caso era la mirada reflexiva de un soldado inglés sobre una guerra que tampoco él terminaba de comprender: “Pero madre ¿qué está pasando acá? son igual a mí y aman este lugar, tan lejos de casa que ni el nombre recuerdo ¿por qué estoy luchando? ¿por qué estoy matando?”
La oportunidad hubiera sido ideal para que las casi 9.000 almas que asistieron a cada una de las seis noches cantaran a coro los versos de Sólo le pido a Dios, pero justo ese año, por problemas de salud, León faltó a la cita.-
Extracto del libro “La Falda en tiempo de Rock” © Néstor Pousa, 2009, Arkenia Ediciones.
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