Con una abultada agenda de shows por los bares
de la ciudad, La Falda contrarrestó dos años sin actividad festivalera
presencial en vacaciones de invierno. Artistas de la ciudad y Punilla se
destacaron en informales escenarios.
Por Néstor
Pousa
Desde hace casi 20 años que julio es el mes del Tango en La Falda. Pero
desde hace dos, por los motivos ya conocidos, no hay actividad presencial en
los escenarios. Su tradicional Festival Nacional de Tango fue el primero que en
2020 tuvo que suplantar el formato en vivo por una edición virtual. Pero este
año, sin una mejora en las condiciones sanitarias y debiendo observar un
protocolo que aunque relajado todavía no permite el desarrollo de festivales
multitudinarios, la ciudad se encaminaba hacia una nueva frustración en ese
sentido. Sin embargo, la municipalidad local, organizadora del evento a través
del Área de Turismo y Cultura, dispuso con buen criterio la realización de las
actividades complementarias, entre ellas el exitoso ciclo denominado Tango
Café, con una grilla conformada en su totalidad por artistas de La Falda y
del Valle de Punilla.
Fue inusual para casi todos los presentes reanudar los shows presenciales
un miércoles a las 11 de la mañana. Pero es que acaso todas las vicisitudes que
venimos atravesando desde marzo del año pasado revisten el carácter de
extraordinarias en nuestras vidas.Por eso la fecha del 21 de julio era una cita impostergable y muy
especial para la comunidad tanguera local y algunos turistas que eligieron esta
ciudad para su descanso invernal.
Las palabras de presentación de Daniel Capdevila no intentaban ocultar la emoción, más bien todo lo contrario. El periodista y locutor faldense que ostenta el record de presencias como maestro de ceremonias en eventos tangueros de la localidad, puso énfasis en lo que significaba el regreso a los espectáculos con público presente. Los protagonistas de esa jornada, sobre el informal escenario de un conocido lounge bar de la avenida Edén, eran los Contramano Tango 4, agrupación que a poco de reformular y rebautizar su propuesta, debió bajar la persiana de la actividad musical por un prolongado tiempo (casi todo el año pasado y buena parte del actual). Para ellos significaba casi un debut y así lo hizo saber Mauricio Martínez, guitarrista y la voz cantante del grupo en cada concierto.
Las palabras de presentación de Daniel Capdevila no intentaban ocultar la emoción, más bien todo lo contrario. El periodista y locutor faldense que ostenta el record de presencias como maestro de ceremonias en eventos tangueros de la localidad, puso énfasis en lo que significaba el regreso a los espectáculos con público presente. Los protagonistas de esa jornada, sobre el informal escenario de un conocido lounge bar de la avenida Edén, eran los Contramano Tango 4, agrupación que a poco de reformular y rebautizar su propuesta, debió bajar la persiana de la actividad musical por un prolongado tiempo (casi todo el año pasado y buena parte del actual). Para ellos significaba casi un debut y así lo hizo saber Mauricio Martínez, guitarrista y la voz cantante del grupo en cada concierto.
El cuarteto apeló para esta ocasión a lo más afiatado de su repertorio. El
comienzo con Mi refugio (música de
Juan Carlos Cobián), creación que simboliza sus inicios en el género tanguero,
por lo cual su inclusión no es azarosa. Había que sacudirse la mufa de tantos
meses sin tocar y Milonga de mis amores
de Pedro Laurenz, sonó con la energía de un rock, con una pulsión frenética y a
la vez catártica. A continuación el vals Gota
de lluvia fue como el agua mansa, y la primera de las tres a las que Lisette
Grosso le puso, además del bandoneón, su personal y cálida voz. No es un
secreto para los que conocemos al grupo, que la notable intérprete prefiera no
cantar desde su inclusión en el ex trío, para concentrarse en su instrumento.
Pero sucede que el público lo reclama y ella concede ese momento y dos más, con
Para no llorar tu amor y Desencuentro, así todos felices.
Y hablamos de clásicos, aparecen en el atril Recuerdo (Pugliese), A fuego
lento (Horacio Salgán), Nocturna
(Julián Plaza) y Quejas de bandoneón
(Juan de Dios Filiberto), en inspiradas interpretaciones donde se conjugan la
calma y la tempestad, la historia de un género centenario a través de la
impronta de músicos muy jóvenes que también entienden de sutilezas cuando toca
revisar una partitura inédita de Osvaldo Piro titulada Plenilunio, que el gran maestro radicado en La Falda generosamente
cedió al grupo para su repertorio.
Llegábamos al momento de los bises, esa ceremonia consensuada entre
músicos y público en la cual los primeros amagan a retirarse y los segundos
piden con insistencia “otra”. Desde el fondo del bar una voz anónima sugiere
con cómplice ironía: “¡Toquen algo sencillito, Piazzolla!”. Casi como un acto
armado, el cuarteto se despide con su infalible versión de La muerte del ángel. En el año del centenario del gran Astor, en el
mes del reencuentro de La Falda con el Tango.
TANGO CAFÉ 2021
(grilla completa)
La grilla completa de este año presentó a: Daniel Simmons, Cascarrabia
(Lezcano-Heredia), Carlos Habiague, Raíz de Tango (Beatriz Montenegro y Juan
Cruz Barbero), Marisa Santos & Cecilia González Bollia, Lourdes Galiano y 2
por Tango (Vanesa Katopodis y Gringo Polidori).
Hola Néstor,
ResponderEliminarExcelente crónica del evento, y por otra lado me alegro mucho que empiece a haber actividad artística presencial.
Un abrazo
Muchas gracias por tu comentario
EliminarSaludos!