martes, 25 de febrero de 2020

Cosquín Rock: un aguante de 20 años

Ricardo Mollo (Divididos)
Con el muy esperado regreso de Divididos y la ausencia de último momento de Charly García que obligó a un reemplazo de emergencia, transcurrió la edición #20 del festival más longevo del rock nacional. Aquí nuestra reseña con fotos.

FESTIVALES

Texto: Néstor Pousa
Fotos: Facundo Pousa

Pasado reciente y futuro inminente se conjugaron en el reciente Cosquín Rock para celebrar las 20 ediciones de un festival transcendente. Conscientes de lo que implicaba este aniversario, los productores del ciclo desde su inicio en 2001, con José Palazzo a la cabeza, unidos bajo la denominación comercial de En Vivo Producciones (que antes fue Nueva Tribu, y antes de antes, Perro Producciones) estaban decididos a tirar la casa por la ventana para festejar el acontecimiento de las veinte temporadas ininterrumpidas, casi nada, en un contexto como el nuestro. Así, diseñaron una programación superlativa con la guardia vieja, la nueva guardia y los clásicos obbligatos que (casi) nunca faltan en la grilla, tales como: Las Pastillas del Abuelo, Skay, Guasones, La Vela Puerca, Ciro, Las Pelotas, y que en esta ocasión sumaba a Los Decadentes, Ratones Paranoicos y Los Caballeros de la Quema, debutantes en este encuentro, y muchos más.
Una grilla que presentada en un evento especial, allá por noviembre del año pasado, anunciaba como números centrales de la convocatoria a Divididos (15 años sin presencias en #CR) y a Charly García, un poco menor su ausencia, pero también un número muy esperado. Después, el plan radicaba en mostrar un amplio paneo de lo que escucha en la actualidad, con referentes de la escena Indie y con muchos de los integrantes de la actual movida trap y la música urbana (WOS, Duki, Cazzu, Neo Pistea, YSY A, entre otros) tal vez lo más criticado previamente fue su inclusión en un festival que para muchos debe ser “de rock” y nada más, una polémica tan pasada de moda que ya aburre.
Dos grandes escenarios: el norte, que todavía no resignó su condición de “principal”, con los artistas clásicos de mayor convocatoria;  y el sur (ex temático) con lo más novedoso y atractivo para las nuevas generaciones. Y en ese extenso “Cosquín del medio”, entre ambos extremos cardinales, aparecían los demás proscenios: La Casita del Blues, para los amantes del género; el escenario Córdoba X, dedicado exclusivamente a las bandas cordobesas con más el agregado de algunos referentes nacionales; el escenario “acústico” ubicado en una carpa que en las dos jornadas presentó “El desconecte” de los mexicanos Molotov; el escenario “Urbano”, la segunda carpa de circo con muy buenas propuestas musicales; y la novedad del BNP stage, ubicado en un espacio lateral al escenario norte, que se inauguró esta temporada, y que durante toda la jornada, durante los dos días, programó una interesante grilla de DJ’s para los seguidores de la música electrónica.

Mon Laferte
En los hangares, desactivados como espacios para música en vivo, se podía visitar la muestra de los 20 años del festival, con fotografías en blanco y negro y a color de todas las ediciones y una colección de objetos y memorabilia para que los fans del ciclo se deleiten.
Se observaron modificaciones en el armado del predio, tendientes a mejorar la cuestión logística tan complicada cuando de grandes concentraciones humanas se trata, no olvidemos que por el predio circularon diariamente cerca de 60.000 asistentes. Por eso, cuestiones como las sanitarias, de desplazamiento, de zonas de descanso, sectores gastronómicos y un largo etc., suelen colapsar en las horas pico del día. Aspecto que año tras año se intenta mejorar, tanto en las inmediaciones como en el interior del predio.
A propósito del predio, así como se alcanzaron las 20 ediciones del ciclo en general, también fue la décima consecutiva en Santa María de Punilla (las 6 anteriores en la Comuna de San Roque y las 4 primeras en la Próspero Molina de Cosquín) es decir que el aeródromo es sin lugar a dudas el lugar en el mundo para la sede central de un Cosquín Rock que además ya salió a pasear su fama por buena parte del planeta, y que tendrá una edición, con carácter de especial y única, en Buenos Aires, los días 10 y 11  de octubre próximo.

Ca7riel
Musicalmente, como ya dijimos, entregó un menú muy variado y extenso, con jornadas de más de 12 horas de duración en 7 escenarios funcionando en simultáneo. Es una obviedad decir que con este concepto es mucho más lo que el espectador medio se pierde, de lo que puede disfrutar. Hay que elegir, y así en horas de la segunda siesta vimos a Airbag pisando por primera vez el escenario norte, luciendo su estilo sobrecargado e híper distorsionado, sonando muy potentes. Las referencias a Jimi Hendrix fueron muy obvias con una extensa versión instrumental de Pequeña ala y el Himno Nacional Argentino en versión completa, al mejor estilo de aquel gigante de la guitarra eléctrica.
Cumpliendo con un virtual cupo femenino se pudo ver a Deborah Dixon & Patán Vidal (en La Casita); los cordobeses de Fly Fly Caroline, Julieta Rada, Rosario Ortega, Sara Hebe, Nathy Peluso y a la muy esperada chilena Mon Laferte, todos en el tablado sur, mismo escenario que transitarían Bandalos Chinos, Ca7riel y Paco Amoroso, El Mató a un Policía Motorizado y Louta, entre muchos más.
La expectativa era enorme en el norte del campo por ver el regreso de Divididos, la banda que comandan Ricardo Mollo y Diego Arnedo que se mandaron con un show largo, empezando en horario vespertino, que arrancó con Cajita musical y nos paseó por buena parte de sus discos.  No ofrecieron novedades pero el público festejó. Un párrafo aparte para ese notable baterista que es Catriel Ciavarella a quien ya conocemos sobradamente pero que no deja de sorprender.

Dante Spinetta
Banda Spinetta. Mientras tanto en el escenario urbano habían hecho su debut los Flu Os (también conocidos como los nietos de Spinetta) los hemanos Ángelo y Benicio Mutti Spinetta, presentando sus primeros temas en la onda del trap y el rap, siguiendo los pasos del tío Dante que algunas horas después detonaría ese mismo espacio con su proyecto solista. “Una banda asesina” (sic) lo respalda, en la que se destacan Matías Rada en guitarra, Carlos Salas en la percusión y Axel Introíni en teclados (“El tecladista del festival”, lo bautizaría Dante). Ofrecieron un set arrollador que empezó con Mi vida, siguiendo con el trap Verano hater. Más tarde invitó a la notable Julieta Rada para poner las voces en Olvídalo. Con la banda a pleno repasarían el funk Jaguar house (hit de los Kuryaki) y una versión rockera e incendiaria de En la mía. Fue una performance para unos pocos, en el escenario norte hubiera sido consagratoria.

El público de #CR20
Este es el Aguante. A la producción se le había presentado un problema de difícil solución, a tan solo una semana del inicio del festival, ¿cómo suplantar a Charly García? Una de las figuras de la edición #20.  Tal como trascendió en las redes sociales primero y en los medios después, el bigote bicolor tuvo un accidente doméstico que lo alejará de las canchas (los escenarios) por un mes o más, y había que salir con la urgencia del caso a buscarle reemplazo. La opinión pública rockera especuló y hasta reclamó la convocatoria de algún nombre de peso para cubrir el bache. Sin embargo los responsables del ciclo con buena cintura decidieron convocar a la banda de Charly, los músicos chilenos que a las órdenes del Zorrito Von Quintiero ya se encontraban ensayando en Buenos Aires, e inspirado en el formato del inminente “regreso” de Soda Stereo, convocaron a destacados artistas para que canten las canciones de García. A este experimento se lo llamó El Aguante and The Prostitution. Así Nito Mestre junto a Rosario Ortega se hicieron cargo de Instituciones y El día que apagaron la luz; Fer Ruiz Díaz con Cerca de la revolución; la sorpresa de Andrés Ciro para Demoliendo hoteles; Celeste Carballo hizo suya Rezo por vos, mientras que Hilda Lizarazu, como en su casa, junto a Pato Sardelli de Airbag repasaron Fanky. La nueva generación estuvo muy bien representada por Bandalos Chinos (el look de Goyo Degano, su cantante, sin pretenderlo nos recordó a Charly) a cargo de Asesíname; Nathy Peluso y su extraordinaria versión de Promesas en el bidet, y Louta entonando con precisión Me siento mucho mejor. Si bien por momentos la banda sonó desajustada y faltos de ensayo con los ocasionales vocalistas, la emoción y la entrega dispuesta logró disimular los momentos de desconcierto con la ayuda de un público fervoroso y cómplice en la circunstancia. La épica final la aportó León Gieco, fue muy bueno volver a ver al santafecino sobre un escenario, quien se encargó de aclarar que: “Esto no es un homenaje, es una suplencia”, intentando restarle formalidad al encuentro. Sus dos atinadas elecciones fueron: Los Salieris de Charly y El fantasma de Canterville, para luego invitar a todo el selecto staff a corear juntos Inconsciente colectivo. De esta forma la vigésima edición del festival de rock más longevo de Argentina demostró que el ciclo puede ser clásico, moderno, ecléctico, emotivo, entretenedor y nostálgico, todo a la vez y al mismo tiempo.  

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