miércoles, 7 de enero de 2015

La Falda y el Tango: 50 años no es nada

Con la concreción de la Fiesta Nacional del Tango, La Falda se reinstalaba como destino turístico a nivel nacional, a la vez que el tango demostraba que no le temía a los pronósticos sobre su decadencia.     

ESPECIAL ANIVERSARIO                                                  

Por Néstor Pousa
                                                                                                  
Volver, como dice el tango, pero volver en el tiempo y comprobar que 50 años no es nada. ¿O sí? Veamos. La efeméride indica que el 9 de enero de 2015 se cumplen los primeros 50 años de existencia de la Fiesta Nacional del Tango, según su nombre original. El padre de los festivales faldenses fue el primer evento que generaría promoción genuina para elevar a esta ciudad en el horizonte nacional, toda vez que empezaban a extinguirse los fulgores del Eden Hotel, figura icónica rodeada de mitos indescifrables que le atribuyó identidad turística a un pequeño pueblo que luego alcanzaría status de ciudad.
Por tradición oral la historia da cuenta que la idea embrionaria de un festival apareció en charlas de café en las que el tango no fue elegido al azar, había una pasión incondicional por la música importada de Buenos Aires en aquellos hombres que fantasearon con la concreción de este ciclo. Es un tributo también a aquellos pioneros, a nombres que a muchos les sonarán familiares: Tito Pousa, Roberto Chaumont, Amador Almozny, Carlos Routabon, el Dr. Cicarelli y los hermanos Rametta. Algunos otros quedarán injustamente perdidos en la desmemoria del tiempo.
La intención era reposicionar a la ciudad como destino turístico mediante un hecho cultural de gran envergadura e intuían que el modelo a seguir era el Festival Nacional de Folklore de Cosquín surgido a tan sólo 20 km. de aquí y que con la participación de las mayores figuras del canto popular ya documentaba cinco ediciones en progreso.
Promediaba 1964 y había que ponerse a trabajar urgente. La organización quedó en manos de la Comisión Municipal de Cultura y Turismo, un grupo de personas que ofrecían su tiempo ad honorem y de la que fue su primer presidente el Dr. Juan Carlos Remo Vigliocco, de personalidad expeditiva y eficiente a la hora de encabezar proyectos.
Para su concreción, sobre avenida España (RN 38), entre Bv. Dante Alighieri y calle Carlos Gardel, se levantó el anfiteatro municipal. Muy diferente a como lo conocemos actualmente, aquel disponía de una enorme estructura parabólica de metal para albergar a 7.000 espectadores, ubicados en sillas plegables de madera no del todo confortables. A esa sala, hoy modernizada, los vecinos más antiguos todavía la citan como “el auditorio del tango”, un auténtico mojón de la ciudad.
Declarado de interés municipal por la administración del Intendente Manuel Arnedo, la histórica jornada inaugural ocurrió el sábado 9 de enero de 1965. Y el ciclo se prolongó durante nueve noches consecutivas hasta el domingo 17.

El programa de la primera noche anunciaba a: Aníbal Troilo, Lorenzo Barbero, Alba Solís, Miguel Montero, Carlos Dante, Florindo Sassone, Ciriaco Ortiz acompañado por Roberto Grela y Alberto Báez y el Ballet de la Ciudad de Córdoba, Dirección: Nenufar Fleitas. El Maestro de Ceremonias fue el locutor villamariense Aníbal Cufré, mientras que el actor Juan José Miguez lo asistía con glosas tangueras.
Las jornadas que sucedieron a la apertura tuvieron una grilla verdaderamente envidiable de artistas que hoy son referentes indiscutidos: Argentino Ledesma, Armando Pontier, Alberto Podestá, Osvaldo Pugliese, Alberto Morán, José Basso, Néstor Fabián, El Quinteto Real, Fulvio Salamanca, Edmundo Rivero, Astor Piazzolla, Alfredo de Angelis, Alberto Marino y Mariano Mores con su quinteto. Y entre ellos un faldense por adopción, Rodolfo Tulián, que hasta hoy luce orgulloso el privilegio de haber estado en esta historia desde el minuto cero.   

La revista de la Fiesta Nacional del Tango (Año 1 – N° 1), publicación especialmente diseñada para la difusión del evento, mostraba en su portada la imagen de Julio Sosa. El uruguayo era una de las figuras más esperadas en La Falda, sin embargo un trágico accidente de tránsito ocurrido menos de dos meses antes, la madrugada del 26 de noviembre de 1964, terminó con la vida del irreemplazable cantor.
En el editorial de dicha revista La Comisión manifestaba: “En cuanto a la Fiesta Nacional del Tango, consideramos haber concretado una aspiración nacional largamente acariciada por los numerosos amantes de la música argentina de mayor popularidad. Con este festival, de proporciones inusitadas, el tango recupera el nivel jerárquico que por lógica gravitación le corresponde”. Quedaba claro que si para La Falda este ciclo representaba volver a poner en valor su nombre; para el Tango era dimensionar claramente hasta qué punto tenían razón los que pronosticaban la decadencia del género. No era injustificado el temor de los organizadores sobre su poder de convocatoria, dudas que se disiparon desde el primer día con una asistencia cercana a las 10.000 personas, de las que solamente 7.000 pudieron ingresar a ocupar una ubicación por la que desembolsaron $250. El resto debió conformarse con mirar desde el otro lado del alambrado perimetral.
Las crónicas de los enviados especiales confirmaban el éxito rotundo y La Falda empezaba a salir de su ostracismo. En el primer fin de semana, las notables actuaciones del Gordo Troilo, de Florindo Sassone, Ciriaco Ortiz, Armando Pontier, la guitarra de Roberto Grela; y las voces de Alba Solís y Roberto Rufino, demostraban que la enunciada desaparición del Tango no era más que una especulación pesimista. Todos aseguraban que este ciclo sin igual significaba un renovado impulso para el tango, el mismo Troilo luego de su actuación, expresaba: “Desaparecen los cafés, las confiterías, ya no quedan casi lugares donde tocarlo y bailarlo. Por suerte esta fiesta grande y cordobesa, sin precedentes que yo recuerde, nos está dando un empujón a todos”.         

Para una ciudad que se desvela por tratar de certificar sus 100 años de existencia, la mitad de ese tiempo es cantidad suficiente como para objetar la paráfrasis tanguera del título de esta nota. 50 años es mucho tiempo si hablamos de un ciclo que se convirtió en el icono de la ciudad y la hizo trascender más allá de su propia geografía. Hoy está definitivamente consolidado, pero este festival insignia no estuvo inmunizado contra los avatares que padecieron los ciclos que lo sucedieron: fiestas del Inmigrante, del Rock, del Alfajor; y por eso a sus años de vida no le corresponde igual cantidad de ediciones concretadas (con la de Julio próximo sumarán 32). No obstante, bastaron esos primeros años de apogeo y esplendor, un período dorado que va desde 1965 a 1972, para ungir a La Falda como La Capital Nacional del Tango, desde entonces y por siempre.-

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