El
exlíder de Zas llegó a Córdoba para presentar su flamante trabajo “La alegría
ha vuelto a la ciudad” ante un millar de fans de la primera hora.
RECITALES
Por Néstor Pousa
Los que compraron tickets para Miguel Mateos en Plaza de la Música, la gran mayoría fans de la primera hora, seguramente imaginaron un show plagado de hits, aquellos viejos hits que marcaron a fuego la década del ‘80. En el primer lustro de ese decenio Mateos fue uno de sus protagonistas fundamentales al frente de su banda Zas, a la que por híper protagonismo rápidamente rebautizó adosándole su nombre propio. Desde ese momento fue Miguel Mateos-Zas y la seguidilla de canciones que lograron imponer caracterizaron una época que hoy es revalorizada.
Los que compraron tickets para Miguel Mateos en Plaza de la Música, la gran mayoría fans de la primera hora, seguramente imaginaron un show plagado de hits, aquellos viejos hits que marcaron a fuego la década del ‘80. En el primer lustro de ese decenio Mateos fue uno de sus protagonistas fundamentales al frente de su banda Zas, a la que por híper protagonismo rápidamente rebautizó adosándole su nombre propio. Desde ese momento fue Miguel Mateos-Zas y la seguidilla de canciones que lograron imponer caracterizaron una época que hoy es revalorizada.
Por eso para muchos
habrá sido una sorpresa que Miguel no haya elegido guarecerse en la comodidad de
sus éxitos, y en cambio mostrar un repertorio ecléctico y novedoso. Había una
razón, la fecha era la presentación oficial en Córdoba de “La alegría ha vuelto a la ciudad”, su flamante trabajo. Un disco con
catorce canciones a estrenar que están atravesadas por el amor como eje
temático y por los opuestos que se complementan, el yin y el yang, como
concepto omnipresente en las letras, en la escenografía y en las imágenes que
devuelven las pantallas de video.
Asumiendo el riesgo,
ni bien iniciado el concierto mandó al frente un triplete de canciones nuevas: Loco (declaración de amor con guitarras
distorsionadas que abre el disco y el show), Darlin (balada inspirada en un video apócrifo sobre la pareja ícono
del rock, John y Yoko) y Un yin para un
yang (primer corte de difusión por mérito propio).
Si había dudas que el
público esperaba escuchar los temas más conocidos, bastó escuchar la
exclamación que provocó en la audiencia cuando Mateos anunció que con el
próximo tema iban a retroceder en el tiempo. Aún así el repaso por su extenso repertorio
lejos de caer en obviedades tuvo un criterio amplio y de rescate en algunos
casos, privilegiando sus favoritas o algunas que hacía mucho tiempo que no
tocaba en vivo. Hablando con mi ángel,
Tengo que parar, Estoy tan bien que no me doy cuenta de lo mal que estoy, Malos pensamientos, Mi sombra en la pared, Beso
francés, fueron intercalándose con más estrenos: Sellado con un beso (que bien podría ser la pista de sonido del
teleteatro de la tarde), Sólo amor
(típica historia “chico pobre-chica rica”, pero con guiños de actualidad), El ritmo del corazón (una canción
inocente donde filtra la frase “Todos
quieren ser invitados en la mesa del gobierno”) y Wonderland (su enésima metáfora sobre el país).
Miguel Mateos siempre
fue una rara avis en el mundillo del
rock, el desmesurado suceso que consiguió no fue proporcional a su prestigio o
reconocimiento entre sus pares. Siempre fue observado, o al menos eso pareció, por
sus liricas costumbristas descriptivas con referencias que a veces rozan lo
rebuscado; por su estilo afectado de hablar y cantar que a muchos no le cabe y por
su carácter díscolo de muchacho malo capaz de enfrentar él solo a una turba
enardecida. Tal vez no le perdonaron el éxito y su autoexilio de casi cinco
años no ayudó demasiado. Como sea nunca se durmió en los laureles y siguió
pergeñando una música que no traicionara su estilo. Este nuevo disco es la
prueba, y cualquiera de las ocho canciones que presentó en Córdoba bien podrían
consagrarse como alguna de sus antecesoras, les juega en contra que el contexto
ya no es el mismo.
¿Y los fans de la
primera hora, qué? Finalmente tuvieron su momento “rockas vivas” aunque
debieron esperar más de dos horas para que recién en los terceros bises
aparecieran los repasos por Mundo feliz,
Un poco de satisfacción, Sólo una noche más y (el más pedido) Tirá para arriba.
Y valió la espera,
porque si bien es cierto que nunca es como la primera vez, como certifica en
otra de las nuevas canciones, Mateos no perdió ninguno de los atributos (entiéndase
virtudes, pero también vicios) que lo tienen en escena desde hace más de tres
décadas. Esta nueva escala por Córdoba fue una demostración irrefutable de ello.-
Fecha: jueves 26/09/13
Sala: Plaza de
la Música
Formato:
auditorio
Asistencia: 1000
personas