Charly actual: formal y cortés |
El bicolor y su banda volvieron a ofrecer en Córdoba una performance confiable y previsible, muy distinta a lo que ocurría sólo pocos años atrás. ¿Vos cuál García preferís?
RECITALES
Por Néstor Pousa © 2011
Hubo un tiempo que no fue ni tan hermoso, ti tan lejano, en el cual el nombre de Charly García era mala palabra para los productores de espectáculos.
Y si no que lo diga José Palazzo, uno de los principales productores de nuestro medio, a quien no hace mucho tiempo atrás el bicolor no hacía otra cosa que traerle dolores de cabeza cuando aquel insistía en agendarle fechas.
Repasemos: en el verano del 2003 en el Festival Cosquín Rock en la Próspero Molina, Palazzo se veía obligado a modificar los horarios del sábado porque García en Buenos Aires no salía de su cuelgue y perdía todos los vuelos regulares que debían depositarlo a tiempo en tierras cordobesas. Una vez aquí exigía para su show excentricidades tales como un sillón de dentista que luego descartaría por una silla de ruedas. Cuando esto pasaba todos corrían para complacerlo, aún el mismísimo Perro Emaides, por entonces socio de Palazzo en la productora.
Al año siguiente en el mismo escenario casi provoca una tragedia de proporciones cuando en uno de sus berrinches se quejó del sonido, se negó a tocar, pidió más plata y la plaza del folklore casi ardió en llamas, con los organizadores al borde del infarto. Resultado: el festival de rock y sus mentores fueron desterrados de la capital de folklore.
Al año siguiente, de estreno en la Comuna de San Roque, el insistente Palazzo se anima nuevamente a contratarlo y programa la primera fecha del Cosquín Rock 2005 en su nueva locación con un show gratuito del ex Sui Generis. El horario del concierto estaba anunciado para las 19 hs., en un espectacular atardecer de febrero y con 35.000 personas esperándolo. Charly en otra de sus actitudes poco profesionales de entonces se dignó a aparecer recién a la medianoche, justificando su nuevo capricho con una humorada: “Yo no llegue tarde, Uds. vinieron temprano”.
Su último show en la capital cordobesa de ese período no iba a ser distinto, ocurrió en el estadio cubierto del Club Gral Paz Juniors, como era habitual empezó a la hora que a él le vino en ganas, tocó un par temas, lo interrumpió abruptamente y se fue. La gente lo esperó sabiendo que su ciclotimia en algún momento lo haría volver. Volvió y se peleó con un asistente de escenario que le devolvió agresión por agresión. La imagen fue reproducida por todos los noticieros, otro escándalo de Charly ganaba los titulares.
Lo anecdótico fue que la producción del concierto había impreso en los tickets una leyenda que anticipaba No hacerse responsable por la hora de comienzo del show, ni por la duración del mismo. Increíble pero real. Así y todo, sus fans siempre le respondieron, cada nueva desconsideración del músico a sus seguidores aumentaba su capacidad de convocar.
Para entender un poco mejor como era un día en la vida de García, sugiero la lectura de su biografía titulada No digas nada (edición actualizada 2007) escrita por el periodista Sergio Marchi. Punto y aparte.
Pero la vida de Charly cambió una vez que alguien se dio cuenta que más abajo del infierno no había nada. Apareció la figura tutelar de Palito Ortega y la historia se mediatizó a tal punto que alcanzó hasta a los no iniciados en el Mundo Charly. La historia es conocida por todos, y hoy mucho más apetecible para periodistas como Chiche Gelblung y los magazines de la tarde, que para los especializados en música como Claudio Kleiman o Alfredo Rosso.
Desde entonces la polémica sobre el artista empezó a girar en torno a otro eje. ¿Cuál Charly García preferís? Aquel que arrastraba su escuálido cuerpo hacia la autodestrucción, o este apacible regordete más cerca de la jubilación que de la revolución.
Para los que lo quieren en serio, no existe tal disyuntiva, prefieren un Charly vivo aunque aletargado por el tratamiento que lo contiene, y no un Charly muerto o archivado en un manicomio. Su obra es demasiado inmensa como para que termine así.
Es esa obra, la de su etapa solista en los 80’s, los hits adolescentes de Sui Generis o la madurez al frente de Seru Giran, lo que justifica que todavía se suba a un escenario, como ocurrió el sábado 18 de mayo en el Orfeo Superdomo de Córdoba. La excusa era presentar Kill Gil, disco que es una especie de precuela en esta saga, ya que existía en digital y bajable desde la web, pero que la falta de nuevas composiciones apuraron su aparición en formato físico.
Las falencias vocales que el líder manifiesta en directo tratan de ser disimuladas por una banda potente que integran históricos como el Negro García López y el Zorrito Quintiero, y la completan el trío de chilenos que a fuerza de rodaje lograron integrarse con precisión. Ya no está Hilda Lizarazu, una figura clave, y en su lugar aparece Rosario Ortega, hija del Palo. Sea este un gesto de agradecimiento o no, su desempeño en vivo por el momento no está a la altura.
Este nuevo Charly confiable y demasiado previsible, que ahora cumple los horarios, que dirige la prueba de sonido y completa sus shows, es un león herbívoro que se las arregló para seguir en la ruta a como dé lugar. Pero tengo la sensación -y también la esperanza, porque no- que no está todo dicho y que no ha perdido su capacidad de sorprendernos. Es una condición está en su naturaleza, habrá que estar atentos.-
Foto: www.lavoz.com.ar