García: un cierre interminable el sábado |
Una multitud acompañó a Cosquín Rock en su exitoso aterrizaje en Santa María de Punilla. Los clásicos: Charly, Spinetta, Gieco, Skay y Virus; y la polémica inclusión de Calle 13, fueron los más destacados.
COBERTURA ESPECIAL
Por Néstor Pousa © 2011
En sus primeros años de vida del Festival Cosquín Rock, desde su debut en 2001 en la tradicional plaza del folklore, nos daba la impresión que su crecimiento iba a ser sostenido y sin sobresaltos. Y así fue hasta que algunas imprevisiones organizativas convirtieron a la edición 2004 en la peor del ciclo, y dio pie a las autoridades municipales para rescindir unilateralmente el contrato con los organizadores, por entonces Perro Producciones.
Tras esto surgió la posibilidad, riesgosa en un principio, de mudarse a un nuevo predio en la Comuna de San Roque frente a lago homónimo, en un amplio terreno al pie de la montaña adquirido por José Palazzo y sus socios. Fueron seis intensos años de trabajo allí, con ediciones que estuvieron signadas tanto por los avatares propios de la actividad, como por los fenómenos climáticos (temporales de lluvia y de viento) que atentaron contra algunas de sus jornadas. Los vecinos en general vieron con buenos ojos al evento, salvo por uno de ellos, propietario de un inmueble colindante al predio, que les hizo la vida imposible, inclusive llevando el pleito a la justicia en innumerables instancias.
“Te cuento algo -me confiaba José Palazzo, off the record, en setiembre pasado- el Cosquín Rock 2011 se va a hacer en el Aeródromo de Santa María de Punilla”, el mismo lugar donde en el verano de 2009 La Renga había montado su Festival de la Huella Invisible.
A los problemas ocasionados por el vecino sanroqueño se sumaba la intención del productor cordobés de proveer a su ciclo de un formato similar al del Festival de Glastonbury en Inglaterra, que se caracteriza por ser un encuentro artístico multidisciplinario donde la música es sólo una de sus actividades.
Según Palazzo el lugar ideal era la campestre pista de aviones punillense, que además contaba con el visto bueno del intendente y con la convicción de los vecinos del lugar, y sumaba el aporte del Gobierno de la Provincia de Córdoba con un total de 500 plazas de hotel para uso de la producción, en una colonia de vacaciones en la misma locación.
Demasiadas cosas a favor produjeron una nueva mudanza del festival de rock más importante del país en la actualidad. Un festival que ya ha consolidado su nombre y su propuesta, pero que aún le falta ser reconocido por quienes no son adeptos a esta música, porque por más que el rock esté oficializado y es hoy un negocio brillante para unos pocos, todavía sigue siendo una mala palabra para muchos, tal vez por su genética contestataria.
Bienvenidos a Santa María de Punilla decía el cartel vial, y todo hacía prever que iba a ser así, mientras desde el auto estéreo Ricardo Iorio -mi compañero de ruta en este fin de semana rockero- me recordaba aquello de que: “Si no hay amor nunca habrá sueños”.
Caminar, caminar y caminar. Menos mal que caminar es un muy buen ejercicio -pensaba- porque para llegar al aeródromo (y una vez adentro) hay que caminar bastante, a través de un largo mercado persa de choripanes, cervezas, remeras alusivas y bisutería hippie legítima. Y en la última curva otro buen augurio: “Tu lugar en el mundo es Santa María de Punilla, y vos ya está aquí”.
El día sábado 12 de febrero (segunda jornada) tenía una grilla expresamente clásica que presagiaba una enorme concurrencia -y así fue- con: Charly García, León Gieco, Spinetta, Skay Beilinson y Virus.
Hermano sol, hermano Moura |
Pero volvamos al sábado en el que Virus hizo un show corto y con invitados tan extravagantes como su música, y por un instante convirtió a la pista de pasto en una gran disco de los años 80’s con hits como “Pronta entrega”, “Wadu Wadu” y “Amor Descartable”, entre otros.
El cantante Marcelo Moura se despidió con un “Ahora viene el Flaco, mi norte, disfrutenló”. El reconocimiento refería a Luis Alberto Spinetta, un artista que a la producción le costó mucho convencer para que forme parte de la grilla.
El Flaco esfumado tras la banda |
Spinetta armó una banda “para festival”: trajo bajista nuevo (Matías Mendez), sumo a un violero impresionante como Baltasar Comotto y añadió otro tecladista: el Mono Fontana a quien presentó como estrella invitada. Luego Verdinelli y Cardone, como siempre. Pero despues hizo un repertorio “antifestivalítico” con pasajes de volada inspiración jazzera (una versión extra large de “Ella bailó”, la suite “Canción de amor para Olga”, el viejo inédito “Luna nueva (Mundo arjo)” y “Cabecita calesita”) y excluyó los conocidos por la mayoría. Una lista sin concesiones con las que Luis puso al festival en su propia frecuencia, en la que él quiere. Por todo eso y por la calidad musical de la banda que lo acompañó, fue muy significativa la presencia del ex Almendra en Cosquín Rock 2011, porque demostró que el público no sólo celebra el estilo chabón sino que también da su aprobación a una música tan en las antípodas.
Mientras una avioneta sobrevolaba una y otra vez el extenso campo como un pájaro al que le usurparon el nido, el escenario nos mostraba a León Gieco junto a D-Mente, la banda de Andrés Giménez, haciendo los clásicos del santafecino en versiones ultra electrificadas.
Gieco se encargó de arengar al público, a músicos y periodistas para que defendamos a este festival, único en su género, hijo directo del Festival de Rock de La Falda, aseguró.
Gieco: frontal y polémico en conf. de prensa |
“Diganlé a Skay que es mejor violero que Mark Knopfler”, desafió León durante la conferencia de prensa, mientras el ex Redondo en el escenario principal y definitivamente integrado a la grilla general, agitaba con su demoledor repertorio solista, más algunos bonus de Patricio Rey (excelentes versiones de “Todo un palo” y “Ji ji ji”).
El broche del sábado fue Charly García y su banda, que con un show de más de dos horas y sus temas de antología continuó retribuyéndole al festival por los papelones históricos que acostumbraba protagonizar años atrás, y esta vez pagó con intereses.
Bizarros y temáticos. Entre las múltiples actividades que la producción pretende introducir de aquí en adelante, hubo proyección de películas (“Pájaros volando” con Diego Capusotto), un mini festival de bandas heavys absolutamente ignotas y la Bizarren Party hasta altas horas de la madrugada (animada por ¡Pocho La Pantera y Machito Ponce!) donde funcionaba un patio bar. Todo esto ocurrió en los mismísimos hangares del aeródromo, que fueron adaptados para estos fines.
El escenario temático es un clásico que le pelea convocatoria y nivel de calidad a su hermano mayor, el escenario principal. Como ya es costumbre por allí pasaron las tribus punks (el viernes), los fanáticos del reggae (el sábado) y los metaleros (el domingo).
El tercer escenario (bautizado Julio Anastasia en homenaje al músico fallecido en 2010) el más chico en dimensiones, este año fue cedido por la organización a una especie de cooperativa de bandas cordobesas, pero en esta oportunidad no contó con el presupuesto de años anteriores, y lo más lamentable, la convocatoria fue casi insignificante. Fue una propuesta interesante que habrá que mejorar para próximos años. No obstante hubo muy buenas performances, entre lo que pudimos ver, de los cordobeses Juan Terrenal y de los rosarinos Sikarios, ambos presentando sus nuevos trabajos discográficos.
Cosquín Rock 2011 concluyó el domingo 13 con un seleccionado de bandas que ya son habituales en su cartelera: Eruca Sativa, Gardelitos, Kapanga, los uruguayos No Te Va Gustar, Las Pastillas del Abuelo y el ex Piojo Ciro al comando de su flamante proyecto solista
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Así se terminó de redondear una de las más exitosas ediciones que registra el ciclo (que suma 11 años, ya), convocando durante las tres jornadas a más 85.000 espectadores, quienes agotaron las provisiones de las barras gastronómicas y disfrutaron plenamente de todas las actividades propuestas.
Cosquín Rock, con aciertos y errores, ya está instalado definitivamente más allá de cuál sea su eventual domicilio. Un festival que fue echado de la ciudad de Cosquín (¿se habrán arrepentido?); que no fue suficientemente cuidado en la Comuna de San Roque; y que este verano parece haber encontrado en Santa María de Punilla su lugar en el mundo.-
vista del escenario principal |
Fotos: N.P.