jueves, 21 de octubre de 2010

“El blues es igual al latido del corazón”

Carlos Carranza: un cowboy moderno
Carlos Carranza y la 9Sur ofrecen en cada presentación tres horas intensas de blues, country music y rock and roll. En esta entrevista el bluesman repasa su historia.

ENTREVISTA A CARLOS CARRANZA

Por Néstor Pousa © 2010

Es sábado a la noche y el bar está casi lleno. La temperatura bajó abruptamente y el viento frío levanta remolinos de tierra gredosa en una ciudad a la que el progreso que avanza sin preguntar la convirtió en una locación de la película La guerra de los mundos. El silencio de la calle desierta deja escuchar claramente el sonido de la guitarra de Carlos Carranza, y eso me dice que estoy llegando tarde. El bluesman junto a la 9Sur, la banda que lo acompaña, ya había puesto primera en la noche que la cartelera del pub Les Paul los tenía como menú artístico principal.
Carlos es una especie de cowboy moderno, tanto arriba como abajo del escenario viste camisas a cuadros, jeans, botas tejanas y sombrero vaquero aunque sea verano; y se conduce en un gran Chevy blanco (“Por que me gusta el estilo americano de autos de los ‘60 y ‘70”, revela). Pero más allá de su aspecto es un violero con una forma de tocar que impacta.
Dos datos sobre su actuación, con los que desairó el formato de “show para pub”. El primero que no hubo el habitual “paramos 10 minutos” -que siempre son muchos más- para que los asistentes puedan renovar sus tragos. Algo que le viene bien a la barra, pero que corta la continuidad del espectáculo. La segunda, que el volumen de los equipos tenía los suficientes decibeles como para evitar el molesto y constante murmullo de los parroquianos a los que el show les importa un bledo.
Pero volvamos a la forma de tocar de Carlos. Usa a la vez púa y dedos, y da la sensación que arranca las cuerdas en vez de puntearlas, provocando una tensión con la que logra un plus de volumen. ¿Adonde remite ese estilo? Él es quien nos ilustra: “Es buena la observación, eso viene del mismo estilo musical, es parte de la forma de tocarlo. Tiene que ver que el Blues y el Country que son músicas folklóricas, están llenos de detalles que hacen al resultado final, conocer esos detalles hacen la diferencia. Esa forma se llama ‘hybrid picking’ o pulsado híbrido, o sea, púa y dedos, es muy común en la música Country. En el Blues no tanto, pero también se usa, o sino con los dedos solos. La mano derecha es importantísima, por el ritmo y la cadencia, y la izquierda por las notas, juntas hacen la magia”, concluye.
Un rápido repaso por su historia nos dirá que Carlos Carranza nació en Córdoba hace 39 años, y toca en vivo desde los 18. No empezó con el blues, sino tocando batería en Hammer, banda de heavy metal de amplia trayectoria en Córdoba, y que aún existe.
Después de tanto tiempo de trajinar escenarios, dice no vivir de la música, aunque en todo caso “Siempre suma al bolsillo y al corazón, y eso está ok así”, asegura.
En 1992 luego de dejar Hammer, y ya como guitarrista, pasó por el grupo Fe Ciega, eran canciones de blues y country al estilo Chris Rea. “Ahí conocí a Rodolfo Sierz -nos cuenta- que luego fue batero de La Vagabunda, banda que tuvimos desde el 96 hasta el 2001, y actuamos por varias partes del país. Al mismo tiempo estaba con Los Búfalos Sedientos, así que hubo mucho agite, movimiento y música en esos años para mí”, dice y riendo. “Durante el 94 tuve un dúo de blues acústico llamado Blue Devils, con una cantante. Ahí aprendí mucho de guitarra slide y guitarra acústica”, rememora el músico, que además toca bajo, dobro, mandolina y banjo.
En 2003 empezó su etapa solista y, luego de un paráte, el trabajo se intensificó en 2005. Hoy logró continuidad con la 9Sur. Y al respecto Carlos cuenta que: “Ellos eran una banda aparte y coincidió que se estaban desarmando, como gustaban del Blues, el Country y el Rock Clásico, y yo necesitaba banda, fue que los convoque. Eran los mismos de ahora, Claudio y Cristian Grimau en batería y guitarra, y Darío Luna en bajo. Franco Di Martino (el armonicista) se sumó en 2007”.

-Con Franco parecería que formás una pequeña sociedad, inclusive tenés un show en formato chico con él, ¿es como tu mano derecha dentro de la banda?
“La banda está en armonía, la 9Sur está a tierra, manteniendo el ritmo, y Franco y yo somos los solistas, y funciona ok así. Mano derecha son todos, siento que es una banda, todos dependemos del otro para un buen resultado”.

-¿Que influencias reconocés dentro del blues, el country y el rock and roll?
“Siempre digo que lo mío es el Blues, el Country y la música irlandesa. La música norteamericana es la combinación de esos estilos, y algunos más. Músicos de esos géneros son mi influencia. Hay miles, profesionales o no, esa música me llega mucho, así que no puedo elegir a un puñado de músicos. Aunque siempre hay alguno que escucho por temporadas, en estos días estoy escuchando a Chris Rea, Jim Campilongo y Chris Leroux”.

-¿Tu repertorio y tus gustos personales tienen relación directa a lo que se conoce como el Blues de Chicago?
“Creo que va mas allá, el Blues de Chicago es un sub género, por llamarlo así, dentro del Blues, como el de Texas, el de Mississippi, el de la costa Oeste, el Inglés, son todos diferentes. En casa escucho Blues, Country (que también tiene muchos subgéneros) y música irlandesa, y algo de metal europeo también. Me gustan las milongas y todo el folklore pampeano y algo del litoral. Tuve dos años que escuché mucho folklore y aprendí a tocarlo”.

-¿En qué circuito de escenarios te movés habitualmente?
“En el que se pueda”, exclama riendo, y aclara: “Nos va bien, nos siguen llamando, podemos hacer algo ‘tranqui’, a muy bajo volumen, o tocar más fuerte sin perder la esencia. El Blues está en casi todas las músicas actuales. Tocamos en lugares como el ‘Bar1700’ en Córdoba, o en ‘Les Paul’ en La Falda, esos lugares nos gustan mucho. Así que dependiendo de cómo lo toquemos, hay cabida en varios lugares diferentes, y la gente lo acepta, les agrada. El Blues, decía el guitarrista de Living Colour, te hace sentir en casa, cómodo, a casi todos les cae bien, porque el ritmo es igual al latido del corazón”.-

sábado, 9 de octubre de 2010

Cosquín Rock, el libro

El otro yo de Cosquín
“Cosquín Rock”, escrito por José Palazzo, relata vida y misterios del festival que continuó la mística de los festivales cordobeses. En un trabajo plagado de anécdotas, el productor no se guarda nada y dispara contra varios.

LIBROS DE ROCK

Por Néstor Pousa © 2010

El encuentro con José Palazzo, productor general del Cosquín Rock, fue un sábado en un pub de Villa Giardino, la noche que se presentaba con Rouge & Roll, su vieja banda reconstituida al sólo efecto de tocar para divertirse y con fines terapéuticos, según dijo.
Unos días antes la invitación había llegado vía mail.
-El sábado tocamos en Villa Giardino, si querés ir. Vamos con las familias a pasar el fin de semana y de paso rockazzo.
-Dale, nos vemos. Te voy a llevar mi libro y te lo voy a dedicar.
-Yo te llevo el mío.
-Ok, va a ser un placer.

Dos libros, dos festivales. Con Cosquín Rock de José Palazzo y La Falda en tiempo de Rock de quien firma esta nota, se resumen 20 años de la más apasionante historia del Rock Argentino desde Córdoba para todo el país.
El libro de Palazzo fue lanzado a fines del año pasado, y presentado en febrero durante la décima edición de Cosquín Rock. Sin necesidad de ser modesto, José siempre me decía, “Está muy bueno, es como una novela de aventuras, te vas a cagar de risa”. Y la verdad que tenía razón.
Cosquín Rock, el libro, se vende con exclusividad en algunas librerías de Córdoba, y lamentablemente no llegó al resto de los comercios del ramo. Porque sea cual fuere el género literario, si no se cuenta con una editorial importante detrás, la gran complicación para cualquier trabajo es, sin dudas, la distribución.
No había tenido aún la posibilidad de leerlo, y lo cierto es que la historia desde la página 1 te atrapa, la lectura se hace notablemente rápida por su relato fragmentado de los hechos que dieron vida al festival, una narración que se basa en los sucesos principales. Con muchos detalles pero sin dar demasiadas vueltas, Palazzo va al grano y descorre el velo sobre los mitos y leyendas del festival de rock que nació en la Plaza Próspero Molina, de la folklórica Cosquín, y necesariamente se fue mudando. A través de la lectura de sus páginas se verán los por qué.
Y como en toda novela de aventuras hay héroes y villanos, ungidos en este caso según la versión del autor, José Palazzo. Los personajes reales que ocupan los roles principales son: Julio Márbiz, el mismo del folklore y quien entusiasmó a Palazzo a realizar el ciclo rockero. El Perro Emaides, su socio en los comienzos, hoy distanciado. Marcelo Villanueva, intendente de Cosquín, otrora aliado y amigo y posteriormente adversario. Jorge Guinzburg, el desaparecido actor y productor revisteril que intentó, sin éxito, desplazar a Palazzo de la producción del festival. Y Cristian Merchot, hábil productor porteño y manager de rock que, al igual que el intendente, fue en distintos momentos, amigo o enemigo.
Otros personajes: el anterior jefe comunal de San Roque, locación a la que llevó sus huesos el ciclo, luego que fuera desalojado de Cosquín; y un tal Sr. Rolfi, propietario de una casa colindante al predio de San Roque, que en una actitud incomprensible y caprichosa hizo y sigue haciendo las mil y una para entorpecer la realización del evento.
Contra todos el autor dispara sus dardos, y los que peor quedan parados son: su ex socio y amigo el Perro (supongo irreconciliable la relación entre ellos, luego de la aparición de este libro); y el trío compuesto por Villanueva, Guinzburg y Merchot; quienes quedan pintados casi como los archienemigos de Batman.
El otro capital exclusivo con que cuenta el trabajo es la cantidad de anécdotas acumuladas a lo largo de una década, y que solamente el mundillo del rock a través de algunos de sus personajes puede generar. Notas de color relatadas por quien las vivió, y en algún caso padeció, en carne propia. Y otro tanto pasa con el abundante material fotográfico, seleccionado con criterio artístico y documental, impresas en blanco y negro y de excelente calidad; extraído de distintas fuentes, según detalle: los archivos del matutino cordobés “La Voz del Interior”, de la productora “Nueva Tribu”, de la banda Los Piojos y Aníbal Mangoni.
En sus solapas, en la habitual reseña biográfica dedicada al autor, sobre el final de la misma hay un fragmento que nos toca directamente: “José Palazzo, intentó revivir sin éxito el Festival de La Falda”, aunque en otro pasaje también deja en claro que el festival faldense actuó como principal inspirador de su propio ciclo.
Data del libro. “Cosquín Rock” (Pequeñas historias de un festival que vive al pie de la montaña), contó con la producción del periodista Víctor Pintos quien ordenó los textos, seleccionó las fotos y principalmente alentó a Palazzo en la tarea. La impresión se realizó en papel ilustración (hay una edición común y otra de lujo con tapas duras), consta de 320 páginas y se puede conseguir en la ciudad de Córdoba a un precio de $80 (en el formato común).-