lunes, 5 de julio de 2010

Spinetta: un pasado y un mañana

Spinetta cumplió con su habitual visita a Córdoba, y a falta de "bandas eternas" llegó con los temas de todos los tiempos. Una mezcla del ayer y el hoy de uno de los músicos fundamentales del Rock Argentino.

RECITALES

Por Néstor Pousa © 2010

Apenas se abrió el telón Spinetta habló y dijo: “Venimos a ofrecer un showcito”, el diminutivo echaba por tierra cualquier ilusión previa de poder ver una replica, aunque sea en parte, del show de Las bandas eternas, ese espectáculo de exuberancia musical -50 canciones en cinco horas de show- que realizó Luis Alberto Spinetta reuniendo a todas las bandas de su historia -Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Spinetta Jade y Los Socios del Desierto- en el estadio de Vélez el 4 de diciembre pasado. Está claro que ese episodio iba a ser un hito del rock local imposible de repetir.
Por lo tanto el del pasado viernes 2 de julio por la noche fue un show normal del Flaco junto a su actual banda que ya tiene ganado un espacio en las bandas eternas del futuro, un equipo consolidado con el cual tiene asegurada la ductilidad necesaria para recrear temas de todos los tiempos. Porque, eso sí, Luis se reconcilió definitivamente con todo su repertorio, y hoy por hoy cualquiera de sus canciones puede pasar a integrar la lista.
El concierto, si bien estaba dentro de lo esperable, tuvo algunas cosas que lo hicieron destacable. La primera parte estuvo totalmente conformada por viejos temas, aunque ningún clásico de los que demandan los spinetteanos insurrectos, que no se cansan de pedir títulos a viva voz (“Flaco, Post crucificción”, el más insistente) porque hay que decirlo: hasta los fieles acólitos de Luis ponen cara de culo si no hay hits. Poco le importa, él hizo su propia selección que empezó con Viaje y epílogo, cantando y hablando casi como en un susurro etéreo, tanto, que a veces hasta cuesta entender lo que dice, más que nada cuando habla.
Hubo mucho más del período Jade, algunos que hacia muchísimo que no se escuchaban en vivo por acá, como Un viento celeste, Sombras en los álamos o Alma de diamante, como lo sugiere el nombre, verdaderas piedras preciosas en el repertorio.
El Orfeo Superdomo fue el espacio ideal para este concierto. Un acierto, por el formato de auditorio que cobija a más 2.000 personas cómodamente sentadas, con las gradas laterales cubiertas por largos lienzos blancos que le daban al lugar una fisonomía especial.
Y Spinetta siguió fiel a su estilo con la sempiterna versión de Las cosas tienen movimiento -algo hay en esa canción que lo representa tanto- de su amigo Fito Páez. Y más: Cabecita calesita (del olvidado disco Pan); Asilo en tu corazón de La la la, un trabajo a dúo con Fito que a tantos años de realizado aún sigue asombrando por su exquisitez; un pasaje por Tester de Violencia con La bengala perdida; y Cementerio club que fue la primera ovación de una platea que a veces exagera de inmóvil y extática. Definitivamente las referencias a Pescado Rabioso -y Cementerio club en cierta forma lo es, aunque pertenezca al disco solista Artaud- es la figurita del álbum que todo fan de Spinetta quiere tener.
Mención especial para la banda, elenco integrado por Claudio Cardone en teclados, el notable baterista Sergio Verdinelli y Nerina Nicotra, bajista que hace contrastar su femenina figura con la forma monolítica que toca el bajo.
Con un separador a cargo de Cardone -ponderado por su líder con tanta exageración como justicia- la segunda parte del recital mostró a Spinetta como uno de los mejores versionistas del rock local con la maravillosa interpretación de Filosofía barata y zapatos de goma de Charly García, uno de los momentos altos de la noche. Mientras que 8 de octubre (de Gieco y Spinetta) con remera alusiva y todo, epilogó el permanente llamado a la reflexión sobre conducir a conciencia.
La aparición del único músico invitado no era una sorpresa, cuando fue presentado como: “Un guitarrista mortal y estratosférico”, Baltasar Comotto se asomó casi timidamente por un costado del escenario para aportar desde su guitarra: virtuosismo jazzero (Ella bailó de Pelusón of milk) y fiebre rockera (Yo miro tu amor de Para los árboles). La contundencia del grupo con la suma de uno de los mejores violeros argentinos de la nueva camada, sirvió además para repasar buena parte del material de Un mañana (2008) su más reciente producción: Despierta en la brisa y Tu vuelo al fin; antes habían pasado La Mendiga y la suite Canción de amor para Olga, completaron ese momento.
La objeción fue que el regreso para los bises resultó muy amarrete, con la única concesión de Rutas argentinas de Almendra. Había un motivo, estaba planeado que ni bien terminara el espectáculo los músicos se treparían a una combi que los devolvería inmediatamente a Buenos Aires, todos querían ver en sus casas el partido de Argentina-Alemania que se disputaba a la mañana siguiente. A la luz de los resultados mejor hubiera sido para todos, quedarnos a rockear hasta el amanecer.-
Foto: Eduardo “Dylan” Martí