En un concierto con altas dosis de emotividad, Charly García conmovió a una multitud en su vuelta a la capital cordobesa. Como si fuera parte de la religión, por la mañana la Selección Argentina había ganado agónicamente en su debut mundialista.
RECITALES
Por Néstor Pousa © 2010
En la noche del sábado Charly García convocaba al Orfeo para que el público cordobés comprobara que sigue cerca de la evolución en esta nueva etapa de su vida, y que se banca una gira, inclusive con fechas en el exterior. Por la mañana, la selección de Maradona sorteaba con éxito y angustia su primer compromiso en la Copa del Mundo en Sudáfrica, y no es este un dato menor, el fútbol y el rock forman parte de los ritos sagrados de los argentinos y tanto Diego como Charly sintetizan todos los sentimientos de la grey que a su turno los ama o los odia, los venera o defenestra, los endiosa o los humilla; no obstante lo cual ellos siempre surgieron indemnes de sus propios escombros.
Durante el trayecto La Falda-Orfeo para ponerme en frecuencia cargué en el stereo las obras completas de Charly, gracias al formato mp3 por el cual caben todos los discos en un solo cd. Cuando iba por la autopista a la altura de La Perla (el ex centro de detención clandestino hoy convertido en espacio para la memoria) empezó a sonar Los dinosaurios -pista 7 de Clics Modernos- entonces aquello de: “los amigos del barrio pueden desaparecer…” me provocó una sensación extraña en medio de la ruta oscura y fría. ¿Habrá sido una casualidad o el influjo de la cercanía de Charly? Como sea, fue una señal.
El domo reventaba pasadas las 21 horas, mucha gente en su mayoría en franja etaria 30/50, se movía inquieta de acá para allá, acudiendo al llamado a sabiendas que esta vez el ídolo no los iba hacer esperar ni a decepcionar, como otras veces.
Casi puntualmente, con la tolerancia lógica, apareció Charly empeñado en demostrar que todavía no está para ser figurita de Showbol, y que su lugar está en las grandes ligas. Para eso formó un equipo con un dibujo táctico de 3-2-1-1. En el fondo la base compacta de los tres chilenos: Kiuge Hayashida en guitarra, Tonio Silva Peña en batería y Carlos González en bajo. En el medio dos “enfermeros” históricos: Zorrito Von Quintiero tras su edificio de teclados y el Negro García López como guitar hero. El enganche de Hilda Lizarazu coreando y supliendo; y con el 10 en la espalda por supuesto Charly, en piano y voz.
Estaría de más redundar en todo lo que atravesó el músico en los últimos meses, pero su regreso a los escenarios es casi milagroso, con todos los reparos hechos sobre su andar cansino y sus cualidades vocales que parecen haber pagado la mayor parte de la factura de su larga temporada en el lado salvaje. Pero como toda terapia apuesta a lo seguro, su show se basa solamente en grandes éxitos que son muchísimos y la lista podría armarse de cien formas distintas. Las canciones elegidas pertenecen a lo que podríamos denominar el período dorado del compositor en su etapa solista, que es lo producido durante los prolíficos años 80’s. La base está y de sobra con discos como: Clics Modernos (1983), Piano bar (1984), Parte de la religión (1987), Como conseguir chicas (1988) y Filosofía barata y zapatos de goma (1990). Y mientras García no pueda generar un material nuevo que mire de igual a igual a estos últimos - y por ahora está claro que no puede- la idea es reversionarse con la aparición homeopática de alguna novedad, como el estreno que conoció Córdoba titulado Medicina del amor. Fuera de esto la lista no varió demasiado desde el no tan lejano pero ya histórico Concierto subacuático (material en directo de reciente aparición), pero sí se nota que la banda está mucho más afianzada, potente y precisa.
Una canción vieja tiene tanto de su creador, como del público que las elevó a categoría de hit, por eso para destacar cual de todas pegó más, habrá que ver que significan para cada uno. Yo me quedo con la versión fantasmal de Llorando en el espejo (Seru Giran) y con esa joya antológica que es Yendo de la cama al living de su debut solista de 1982. Las demás no fallan en una platea con la felicidad de haber recuperado a su ídolo sano y salvo. No voy en tren, Me siento mucho mejor, No toquen, Fanky, Rezo por vos (dedicada a Cerati), hasta el emotivo final con “su” Himno Nacional Argentino y un cierre de fogón con la iniciática Canción para mi muerte de Sui Géneris, en la que Charly abandonó el escenario y dejó a la gente cantando a capella.
Había que ver esas caras de satisfacción mezcladas con algunas banderas y camisetas de la selección, rock y fútbol habían cumplido con su rito sagrado y por un día al menos todo estaba como debía estar.-
Foto: www.lavoz.com.ar
RECITALES
Por Néstor Pousa © 2010
En la noche del sábado Charly García convocaba al Orfeo para que el público cordobés comprobara que sigue cerca de la evolución en esta nueva etapa de su vida, y que se banca una gira, inclusive con fechas en el exterior. Por la mañana, la selección de Maradona sorteaba con éxito y angustia su primer compromiso en la Copa del Mundo en Sudáfrica, y no es este un dato menor, el fútbol y el rock forman parte de los ritos sagrados de los argentinos y tanto Diego como Charly sintetizan todos los sentimientos de la grey que a su turno los ama o los odia, los venera o defenestra, los endiosa o los humilla; no obstante lo cual ellos siempre surgieron indemnes de sus propios escombros.
Durante el trayecto La Falda-Orfeo para ponerme en frecuencia cargué en el stereo las obras completas de Charly, gracias al formato mp3 por el cual caben todos los discos en un solo cd. Cuando iba por la autopista a la altura de La Perla (el ex centro de detención clandestino hoy convertido en espacio para la memoria) empezó a sonar Los dinosaurios -pista 7 de Clics Modernos- entonces aquello de: “los amigos del barrio pueden desaparecer…” me provocó una sensación extraña en medio de la ruta oscura y fría. ¿Habrá sido una casualidad o el influjo de la cercanía de Charly? Como sea, fue una señal.
El domo reventaba pasadas las 21 horas, mucha gente en su mayoría en franja etaria 30/50, se movía inquieta de acá para allá, acudiendo al llamado a sabiendas que esta vez el ídolo no los iba hacer esperar ni a decepcionar, como otras veces.
Casi puntualmente, con la tolerancia lógica, apareció Charly empeñado en demostrar que todavía no está para ser figurita de Showbol, y que su lugar está en las grandes ligas. Para eso formó un equipo con un dibujo táctico de 3-2-1-1. En el fondo la base compacta de los tres chilenos: Kiuge Hayashida en guitarra, Tonio Silva Peña en batería y Carlos González en bajo. En el medio dos “enfermeros” históricos: Zorrito Von Quintiero tras su edificio de teclados y el Negro García López como guitar hero. El enganche de Hilda Lizarazu coreando y supliendo; y con el 10 en la espalda por supuesto Charly, en piano y voz.
Estaría de más redundar en todo lo que atravesó el músico en los últimos meses, pero su regreso a los escenarios es casi milagroso, con todos los reparos hechos sobre su andar cansino y sus cualidades vocales que parecen haber pagado la mayor parte de la factura de su larga temporada en el lado salvaje. Pero como toda terapia apuesta a lo seguro, su show se basa solamente en grandes éxitos que son muchísimos y la lista podría armarse de cien formas distintas. Las canciones elegidas pertenecen a lo que podríamos denominar el período dorado del compositor en su etapa solista, que es lo producido durante los prolíficos años 80’s. La base está y de sobra con discos como: Clics Modernos (1983), Piano bar (1984), Parte de la religión (1987), Como conseguir chicas (1988) y Filosofía barata y zapatos de goma (1990). Y mientras García no pueda generar un material nuevo que mire de igual a igual a estos últimos - y por ahora está claro que no puede- la idea es reversionarse con la aparición homeopática de alguna novedad, como el estreno que conoció Córdoba titulado Medicina del amor. Fuera de esto la lista no varió demasiado desde el no tan lejano pero ya histórico Concierto subacuático (material en directo de reciente aparición), pero sí se nota que la banda está mucho más afianzada, potente y precisa.
Una canción vieja tiene tanto de su creador, como del público que las elevó a categoría de hit, por eso para destacar cual de todas pegó más, habrá que ver que significan para cada uno. Yo me quedo con la versión fantasmal de Llorando en el espejo (Seru Giran) y con esa joya antológica que es Yendo de la cama al living de su debut solista de 1982. Las demás no fallan en una platea con la felicidad de haber recuperado a su ídolo sano y salvo. No voy en tren, Me siento mucho mejor, No toquen, Fanky, Rezo por vos (dedicada a Cerati), hasta el emotivo final con “su” Himno Nacional Argentino y un cierre de fogón con la iniciática Canción para mi muerte de Sui Géneris, en la que Charly abandonó el escenario y dejó a la gente cantando a capella.
Había que ver esas caras de satisfacción mezcladas con algunas banderas y camisetas de la selección, rock y fútbol habían cumplido con su rito sagrado y por un día al menos todo estaba como debía estar.-
Foto: www.lavoz.com.ar