El insuperable show de Skay, el doblete de Viejas Locas y la remake de García, marcaron el décimo aniversario del ya clásico festival cordobés.
COBERTURA ESPECIAL
Por Néstor Pousa © 2010
El 'Festival Cosquín Rock' llegó a los dos dígitos. Diez años de vida, sumando los primeros cuatro en la Plaza Próspero Molina de Cosquín y los seis subsiguientes que completó en la Comuna de San Rocke. Profundizar en el azaroso camino de esta década vivida por el festival sería muy largo; pero basta decir que no les fue fácil sostener este ciclo a sus responsables, léase José Palazzo y su productora de espectáculos (principalmente rockeros) ‘Nueva Tribu’, tanto que algunos integrantes de la organización original, por caso el Perro Emaides, quedaron en el camino.
No fue fácil, en principio porque nunca es fácil llevar adelante un gran festival de rock. Demasiada infraestructura, demasiada logística, demasiado presupuesto, demasiada presión. Demasiados demasiados. Sobre todo demasiada gente en contra, o falta de apoyo concreto, que es lo mismo. De esto sabemos un montón en La Falda, los que conocemos la historia del 'Festival de Rock' que en la década del 80 se hizo en esta ciudad. Y parece mentira, pero el rock del país, en muchos aspectos oficializado y establecido, todavía no pudo con el estigma de discriminación con que carga desde su nacimiento.
Por todo esto, con virtudes y defectos, con aciertos y errores, es un gran mérito este Cosquín Rock; raro, que confunde a los desprevenidos porque porta el nombre de una ciudad, pero se hace en otro lado; que por su trayectoria debería ya tener cierta previsibilidad, y sin embargo parece que cada vez le cuesta más, por ejemplo: conseguir armar una cartelera que conforme a todos por igual.
Día 1: el gourmet. El arribo al decenio empezó el viernes 12 de febrero con La Franela, Dancing Mood, Cuarteto de Nos y Las Pastillas del Abuelo. Inmediatamente el show de Las Pelotas que marcó un record de asistencia perfecta a este encuentro serrano. Por su identificación con Córdoba y por su amistad incondicional con sus productores, son los únicos que nunca faltaron.
En el escenario 3 -un espacio siempre interesante donde se pueden escuchar algunas propuestas inconseguibles para el interior, y de estilos disímiles- cerraba la noche un Carca reforzado con Babasónicos; Diego Castellanos fijo en la batería, Adrián Dárgelos voz en un tema y Mariano Roger guitarra en otros tres.
Como si estuviera sincronizado, pasamos al principal en donde aparecía el Flaco. ¿Spinetta?, ¿Charly?, no, este otro flaco es Eduardo Beilinson, el Skay redondo. Como un fino gourmet preparó su menú tomando ingredientes de sus tres discos solistas, más el agregado de algún inédito que la gente festejó y reconoció con unción. Pero claro, cuando se dedicó a frecuentar a su estilo el repertorio de los de Ricota, el pogo explotó hasta en el suntuoso VIP. Así pasaron El pibe de los astilleros, Todo un palo (increíble versión) y el infaltable -hace falta decirlo- Ji ji ji. Insuperable lo de Skay, un guitarrista que de tan filoso, cuidado, si te acercás demasiado te puede cortar en dos.
Cerraban la No Smoking Orchestra con Emir Kusturica, aunque las promociones invertían estos términos. Una banda de delirantes que aunque con un estilo muy distinto, se apoderan del lugar no ocupado por los Decadentes, con su impronta de ritmos festivos y parodias varias. No vi en ellos nada de rock, pero sonaron potentes y con convicción, y alguna gente se divirtió.
En el temático la única banda programada esa noche, Viejas Locas, esperaba la conclusión de estos últimos para largar bien tarde, lo que indica que podrían haber tocado en el principal y el temático esa noche estaba sobrando.
Día 2: sobredosis de Viejas Locas. Un día de tan intenso calor como el viernes, de los más sofocantes que vivimos en todo el ciclo, habitualmente se resuelve con un día nublado y amenazante de lluvia como lo fue el sábado; una jornada dedicada en principio a parte de la historia del rock. Convocar a Ricardo Soulé Trío y Vox Dei fue una especie de mea culpa de los programadores por no haberlos tenido en cuenta antes. Estas glorias vivientes del rock local, cada uno a su turno, demostraron su clasicismo setentista a ultranza -Carca también lo tuvo- y repasaron temas antológicos como el Génesis y Las Guerras. El heroico solo de batería a cargo de Rubén Basoalto, en el final del set de Vox Dei, fue el póster de una vieja revista Pelo.
Esa noche copaban la parada varios conocidos de Cosquín Rock: El Bordo, Cielo Razzo en pleno diluvio, Gardelitos y La 25. En el temático, los heavys aguantaban como solamente ellos saben hacerlo, y en el 3 se suspendía la función reggae al colapsar el escenario por el temporal.
El lugar que quedó vació por la baja de Callejeros -por los motivos conocidos, y si no pongan Crónica- fue ocupado por Viejas Locas, que así hicieron doblete. Con el liderazgo notorio de Pity Álvarez, se destacaron en una noche tormentosa de rock and roll: ¿Qué vas a hacer tan sola hoy?, Homero, Eva, Lo artesanal y Perra, entre otras. De lo mejor, el aporte de los invitados: el Negro García López en guitarra solista y el inefable Bam Bam Miranda en tumbadoras.
Día 3: Charly. El domingo prometía una atrayente y variada programación apta para paladares universales, y otra cuota de artistas clásicos. Con las últimas luces de la tarde apareció David Lebón, un poco malhumorado por un resfrío que lo tuvo a mal traer; y fastidioso por el ‘formato festival’ al cual ya no se adapta. Ejemplo: se quejó de la superposición de sonidos con los otros escenarios y refunfuñó cuando le avisaron que tenía que terminar (le habían asignado exiguos 30 minutos, igual que a Soulé y a Vox Dei). Igualmente pudimos ver, sin dudas, al mejor guitarrista de rock y blues argentino, que dejó su sello con temas de colección (No confíes en tu suerte) tanto como con los del nuevo disco (No quiero encerrarme). La platea vibró con cada solo de su Gibson Lucille, y el Ruso por fin pudo sonreír.
Postales del cierre fueron el adelanto del regreso del trío GIT como el secreto peor guardado de la grilla; la perfomance de Babasónicos y su sonido power díscolo; los eternos Ratones Paranoicos (Juanse también protestó por el sonido de los otros escenarios) glamorosos y saludablemente alejados del rock eston genérico; la presencia de los teutones Die Toten Hosen en el temático y el perpetuo tributo a Riff de Viticus en el 3. Y por fin, Mr. García Moreno ó García Lange. ¿Les confieso? Dude. No sabía como me iba a impresionar la remake de este Charly demoledor de hoteles, que con esfuerzo intenta reconstruirse sobre sus propios cimientos. Y al segundo o tercer tema las dudas se esfumaron, porque la verdad que aunque este lento y ensayando esos pasitos de baile casi ridículos, el tipo está muy lúcido. Tirando todo el tiempo frases que demuestran que su buen humor está intacto, y que parece disfrutar de este momento. El repertorio, sí de grandes éxitos se trata, no tiene objeciones y emociona (me quedo con el momento serugiraniano de Llorando en el espejo); y la banda -un seleccionado del aguante al líder- suena impecable. ¿Milagro genético? ¿el don de la indestructibilidad? O lo que fuera, pero Charly sigue vivo.-
Foto Skay: Rolling Stone / Diego Paruelo
COBERTURA ESPECIAL
Por Néstor Pousa © 2010
El 'Festival Cosquín Rock' llegó a los dos dígitos. Diez años de vida, sumando los primeros cuatro en la Plaza Próspero Molina de Cosquín y los seis subsiguientes que completó en la Comuna de San Rocke. Profundizar en el azaroso camino de esta década vivida por el festival sería muy largo; pero basta decir que no les fue fácil sostener este ciclo a sus responsables, léase José Palazzo y su productora de espectáculos (principalmente rockeros) ‘Nueva Tribu’, tanto que algunos integrantes de la organización original, por caso el Perro Emaides, quedaron en el camino.
No fue fácil, en principio porque nunca es fácil llevar adelante un gran festival de rock. Demasiada infraestructura, demasiada logística, demasiado presupuesto, demasiada presión. Demasiados demasiados. Sobre todo demasiada gente en contra, o falta de apoyo concreto, que es lo mismo. De esto sabemos un montón en La Falda, los que conocemos la historia del 'Festival de Rock' que en la década del 80 se hizo en esta ciudad. Y parece mentira, pero el rock del país, en muchos aspectos oficializado y establecido, todavía no pudo con el estigma de discriminación con que carga desde su nacimiento.
Por todo esto, con virtudes y defectos, con aciertos y errores, es un gran mérito este Cosquín Rock; raro, que confunde a los desprevenidos porque porta el nombre de una ciudad, pero se hace en otro lado; que por su trayectoria debería ya tener cierta previsibilidad, y sin embargo parece que cada vez le cuesta más, por ejemplo: conseguir armar una cartelera que conforme a todos por igual.
Día 1: el gourmet. El arribo al decenio empezó el viernes 12 de febrero con La Franela, Dancing Mood, Cuarteto de Nos y Las Pastillas del Abuelo. Inmediatamente el show de Las Pelotas que marcó un record de asistencia perfecta a este encuentro serrano. Por su identificación con Córdoba y por su amistad incondicional con sus productores, son los únicos que nunca faltaron.
En el escenario 3 -un espacio siempre interesante donde se pueden escuchar algunas propuestas inconseguibles para el interior, y de estilos disímiles- cerraba la noche un Carca reforzado con Babasónicos; Diego Castellanos fijo en la batería, Adrián Dárgelos voz en un tema y Mariano Roger guitarra en otros tres.
Como si estuviera sincronizado, pasamos al principal en donde aparecía el Flaco. ¿Spinetta?, ¿Charly?, no, este otro flaco es Eduardo Beilinson, el Skay redondo. Como un fino gourmet preparó su menú tomando ingredientes de sus tres discos solistas, más el agregado de algún inédito que la gente festejó y reconoció con unción. Pero claro, cuando se dedicó a frecuentar a su estilo el repertorio de los de Ricota, el pogo explotó hasta en el suntuoso VIP. Así pasaron El pibe de los astilleros, Todo un palo (increíble versión) y el infaltable -hace falta decirlo- Ji ji ji. Insuperable lo de Skay, un guitarrista que de tan filoso, cuidado, si te acercás demasiado te puede cortar en dos.
Cerraban la No Smoking Orchestra con Emir Kusturica, aunque las promociones invertían estos términos. Una banda de delirantes que aunque con un estilo muy distinto, se apoderan del lugar no ocupado por los Decadentes, con su impronta de ritmos festivos y parodias varias. No vi en ellos nada de rock, pero sonaron potentes y con convicción, y alguna gente se divirtió.
En el temático la única banda programada esa noche, Viejas Locas, esperaba la conclusión de estos últimos para largar bien tarde, lo que indica que podrían haber tocado en el principal y el temático esa noche estaba sobrando.
Día 2: sobredosis de Viejas Locas. Un día de tan intenso calor como el viernes, de los más sofocantes que vivimos en todo el ciclo, habitualmente se resuelve con un día nublado y amenazante de lluvia como lo fue el sábado; una jornada dedicada en principio a parte de la historia del rock. Convocar a Ricardo Soulé Trío y Vox Dei fue una especie de mea culpa de los programadores por no haberlos tenido en cuenta antes. Estas glorias vivientes del rock local, cada uno a su turno, demostraron su clasicismo setentista a ultranza -Carca también lo tuvo- y repasaron temas antológicos como el Génesis y Las Guerras. El heroico solo de batería a cargo de Rubén Basoalto, en el final del set de Vox Dei, fue el póster de una vieja revista Pelo.
Esa noche copaban la parada varios conocidos de Cosquín Rock: El Bordo, Cielo Razzo en pleno diluvio, Gardelitos y La 25. En el temático, los heavys aguantaban como solamente ellos saben hacerlo, y en el 3 se suspendía la función reggae al colapsar el escenario por el temporal.
El lugar que quedó vació por la baja de Callejeros -por los motivos conocidos, y si no pongan Crónica- fue ocupado por Viejas Locas, que así hicieron doblete. Con el liderazgo notorio de Pity Álvarez, se destacaron en una noche tormentosa de rock and roll: ¿Qué vas a hacer tan sola hoy?, Homero, Eva, Lo artesanal y Perra, entre otras. De lo mejor, el aporte de los invitados: el Negro García López en guitarra solista y el inefable Bam Bam Miranda en tumbadoras.
Día 3: Charly. El domingo prometía una atrayente y variada programación apta para paladares universales, y otra cuota de artistas clásicos. Con las últimas luces de la tarde apareció David Lebón, un poco malhumorado por un resfrío que lo tuvo a mal traer; y fastidioso por el ‘formato festival’ al cual ya no se adapta. Ejemplo: se quejó de la superposición de sonidos con los otros escenarios y refunfuñó cuando le avisaron que tenía que terminar (le habían asignado exiguos 30 minutos, igual que a Soulé y a Vox Dei). Igualmente pudimos ver, sin dudas, al mejor guitarrista de rock y blues argentino, que dejó su sello con temas de colección (No confíes en tu suerte) tanto como con los del nuevo disco (No quiero encerrarme). La platea vibró con cada solo de su Gibson Lucille, y el Ruso por fin pudo sonreír.
Postales del cierre fueron el adelanto del regreso del trío GIT como el secreto peor guardado de la grilla; la perfomance de Babasónicos y su sonido power díscolo; los eternos Ratones Paranoicos (Juanse también protestó por el sonido de los otros escenarios) glamorosos y saludablemente alejados del rock eston genérico; la presencia de los teutones Die Toten Hosen en el temático y el perpetuo tributo a Riff de Viticus en el 3. Y por fin, Mr. García Moreno ó García Lange. ¿Les confieso? Dude. No sabía como me iba a impresionar la remake de este Charly demoledor de hoteles, que con esfuerzo intenta reconstruirse sobre sus propios cimientos. Y al segundo o tercer tema las dudas se esfumaron, porque la verdad que aunque este lento y ensayando esos pasitos de baile casi ridículos, el tipo está muy lúcido. Tirando todo el tiempo frases que demuestran que su buen humor está intacto, y que parece disfrutar de este momento. El repertorio, sí de grandes éxitos se trata, no tiene objeciones y emociona (me quedo con el momento serugiraniano de Llorando en el espejo); y la banda -un seleccionado del aguante al líder- suena impecable. ¿Milagro genético? ¿el don de la indestructibilidad? O lo que fuera, pero Charly sigue vivo.-
Foto Skay: Rolling Stone / Diego Paruelo
Foto Charly: Carlos Romero (La Falda)
Foto Viejas Locas: La Voz del Interior / Sergio Cejas