Foto: Constanza Juan |
RECITALES
Por Néstor
Pousa
La historia de Gastón es muy parecida a la de tantos
otros pibes, y no tan pibes, que siguen a una banda de rock por todo el país, o
allí donde toquen. Gastón es de Puan, una pequeña localidad de 5000 habitantes,
ubicada en el suroeste de la provincia de Buenos Aires, distante unos 600 km de
la Capital Federal. En la mañana del sábado 25 de agosto, día en que Divididos tocaba en La Falda, él ya
estaba haciendo cola en el acceso al auditorio municipal desde la 8.30 de la
mañana. “Sé que no hace falta venir tan temprano, pero quiero asegurarme el
primer lugar en la valla”, dice justificando su ansiedad. Sabe positivamente
que a esa hora de la mañana no va a haber nadie disputándole la pole position,
ni siquiera habían llegado aún los encargados de la producción, ni el
responsable de abrir las puertas. Igual, Gastón y su mochila ya estaban listos.
A las 14.30 de ese mismo día, y previo al show
de la noche, estaba programado que la banda viniera a probar sonido en una
larga sesión de casi tres horas. Puntualmente a la hora convenida una combi
depositaba a los tres integrantes en la puerta de acceso de artistas, sobre la
parte posterior del predio. La información se había filtrado y había
llegado a oídos de Gastón que no se quería perder la posibilidad de verlos de
cerca. Se acercó tímidamente y para su sorpresa, cuando Ricardo Mollo descendió del vehículo que lo transportaba, lo
reconoció, se acercó y le extendió la mano para saludarlo e invitarlo a
presenciar la prueba de sonido. Así, se convirtió en uno de los pocos testigos
del momento en el cual se chequea hasta el mínimo detalle para que a la noche
todo funcione como debe ser. Gastón me cuenta que 48 horas antes estuvo en el
show de Rio Cuarto, viajó a La Falda y buscó un hotel donde pasar la noche. Que
sigue a la banda siempre que puede, aún en estos tiempos en que se puede menos.
Disfrutaba de ese instante que pocos pueden presenciar, con algo de
preocupación. Terminada la prueba debía abandonar el recinto y temía perder su
bien ganado lugar de privilegio en la fila de afuera. “Quiero entrar primero para
ganar la valla, tengo que pararme enfrente de Ricardo, es un TOC que tengo”, revelaba.
Pocos podrán entender la pasión que moviliza a Gastón, algunos dirán que es una
locura, otros pensarán que es muy parecido al amor. Es que, el algunos casos,
seguir a una banda de rock hace que pasión, locura y amor, se transformen en
sinónimos.
Foto: Constanza Juan |
La ocasión era propicia para un repaso ordenado
por toda la extensa discografía de la banda que completan Diego “Cóndor” Arnedo (bajo y voz) y Catriel Ciavarella (batería y percusión). Pero tal cosa no ocurrió.
Sí hubo un extenderse por algunos discos claves, omitiendo otros. De Acariciando lo áspero (1991), el álbum
que contribuyó a forjar su espíritu de power trío, aparecieron: Cuadros colgados, Paraguay, El 38 y Ala delta. A Narigón del siglo (2000) pertenecen los del intermedio electro-acústico
de banqueta: Como un cuento, Spaghetti del rock y Par mil.
De La era
de la boludez (1993), otro título sobresaliente, repasaron Salir a comprar, Paisano de Hurlingham, Rasputín,
y la chacarera eléctrica Huelga de amores
con Arnedo rasgueando una Telecaster.
El tributo a Sumo tuvo dos momentos: primero con
La rubia tarada (muy coreada por todo
el público) que se unió en tándem con Que tal,
otro clásico del trío.
Y hacia el final, ya en los bises, apareció
desde el backstage “Superman” Troglio
para hacerse cargo de los tambores en Crua
chan. Esta situación habitualmente se repite cada vez que Divididos toca en
la zona, recordemos que el ex batero de la banda de Luca Prodan está radicado
en Punilla desde hace varios años.
Ricardo Mollo se mostró extremadamente
comunicativo luego de los primeros temas de precalentamiento. Al principio
agradeciendo las bondades que ofrece la naturaleza del lugar: el sol, el aire, las
caminatas por las sierras. Luego, políticamente correcto, se alineo con todas
las consignas que le apuntaban desde la primera línea. “Hay varios NO”,
dijo, y enumeró: no al basural, no a los incendios forestales,
no a la minería y no a la autovía por la montaña. “La montaña es la madre ¡no
toquen a mamá!”, reclamó.
Más adelante, y siempre siguiendo el clamor que
subía desde la popular, se manifestó a favor del aborto y en contra del modelo
económico actual. “Volvemos al año 30, no volvemos al
neoliberalismo. Volvemos a una Argentina
agroexportadora, una cagada, loco. Se
acaba la industria, se acaba la tecnología, entonces somos un montón de
gente sembrando soja”, se lamentaba el músico, al que puede verse en un vídeo
que se viralizó en redes sociales. Y cuando una declaración de este calibre gana
los titulares de los portales, relega hasta la mejor crónica que se pueda
escribir sobre el show.
-Che, que
esperás?
-Los
sueños y las guerras
-Haciendo
cosas raras
-Alma de
budín
-Tanto
anteojo
-Salir a
comprar
-Perro
funk
-Cabeza
de maceta
-Que tal
/ La rubia tarada (cover Sumo)
-Paisano
de Hurlingham
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-Como un
cuento
-Spaghetti
del rock
-Par mil
-Huelga
de amores
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-Cosas de
Baboon
-Vida de
topos
-Caballos
en la noche/La foca (con Federico en guitarra)
-Cuadros
colgados
-Tengo (cover
Sandro)
-Amapola
del 66
-Sucio y
desprolijo (cover Pappo’s Blues)
-Rasputín
-Paraguay
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Bises
-El 38
-Crua-chan
(cover Sumo con Superman Troglio en batería)
-Ala
delta
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