El
astro argentino trajo a Córdoba "Lineas Paralelas", su espectáculo de formato cuasi sinfónico, una
selección de sus clásicos para banda de rock y cuerdas. Fue ovacionado.
Por Néstor Pousa
¿Ver o no ver a
Charly García? fue la encuesta no vinculante que lancé entre mis amigos y propagué
en redes sociales el último fin de semana de noviembre ante la inminente visita
a Córdoba del astro argentino. Los detractores argumentaban que al margen de la
milagrosa recuperación de la mano de su albacea espiritual, el Palo Ortega,
García no es ni por asomo el mismo de antes. Agregaban que el valor de las ubicaciones
era prohibitivo y agravaba la situación que la oferta en la cartelera de ese
sábado 30 era por demás tentadora: Manu Chao agitaba por primera vez la
folklórica Plaza Próspero Molina de Cosquín y el ex Soda Zeta Bosio, devenido deejay, musicalizaba un nuevo
aniversario de El Pungo Bar de La Cumbre.
¿Adónde ir entonces?
Puse fichas en Charly, porque aunque no disponga por el momento de un nuevo
material que sustente su carrera, siempre es capaz de reinventarse. En su nuevo
espectáculo el músico, que acusa un pasado de niño prodigio concertista de
piano, intenta (y con éxito) fusionar elementos de la música clásica que fue lo
primero con lo que tuvo contacto, con el rock por el que finalmente se inclinó.
Este formato que tuvo su debut en el Teatro Colón de Buenos Aires fue el que
traslado al Orfeo Superdomo, aún cuando el domo cordobés no disponga de las
características técnicas del máximo coliseo argentino.
A Líneas Paralelas / Artificio Imposible,
tal el nombre de la puesta, no se la debe considerar como un “García sinfónico”
ya que conserva el peso específico del rock desde la base de batería que golpea
el chileno Toño Silva, secundado por Fernando Samalea, extravagante
multiinstrumentista que alterna el xilófono y el bandoneón con sus inusitadas percusiones.
El valor agregado lo pone la Orquesta Kashmir (el nombre puesto por Charly
obedece a un homenaje a Led Zeppelin) en la práctica un octeto conformado por
seis violines y dos chelos, dirigida por Patricio Villarejo, un compositor y
arreglador con probada experiencia en la cruza de lo clásico con lo popular. El
resto del combo, que suma 20 músicos en escena, lo completan el resto de The
Prostitution, la actual banda de acompañamiento de Charly.
El repertorio
especialmente seleccionado recrea y alterna joyas de toda la carrera del ex Sui
Generis, composiciones a las que las cuerdas les sientan de maravillas,
modificándolas pero sin alterar demasiado la versión original. Dileando con un alma, Vos también estabas verde y Fax U, son pruebas acabadas de un
ensamble que reserva momentos para los solistas, como los solos del chileno
Kiuge Hayashida o del Negro García López, quien relega protagonismo de guitarra
líder en función del sonido grupal; o como cuando el otro chileno, Carlos
González, intenta emular el solo de bajo que Pedro Aznar inmortalizó en Eiti Leda.
La niñez de
conservatorio de García marcó su estilo y muchos pasajes de su obra exhalan
academia, como los instrumentales Rejas
electrificadas y Monóculo fantástico
(ambos de Pubis Angelical); o el solo piano de 20 trajes verdes. Una sonrisa cómplice debe haberse dibujado en el
rostro de Patricia Perea (Peperina) al escuchar esta pieza perteneciente al
álbum al cual ella inspiró su tema central. La célebre musa asistió al show de
Charly después de muchos años de autoexilio rockero y gracias a una invitación
del periodista Martín Carrizo.
No sé si es
pertinente decir que García está mejor que nunca, después de todo algún precio
pagó. La interpretación de Desarma y
sangra no suena como su mejor versión, aunque el marco de violines la
hicieron más conmovedora que nunca. Igual Charly se hace cargo de todas las
partes vocales, pero así como en los teclados su lugarteniente es el joven
veterano Zorrito Quintiero; el soporte en los coros lo aporta Rosario Ortega
quien con un trabajo sobrio y sólido va justificando su convocatoria a la banda.
Mientras el líder se mueve con parsimonia, pero inquieto por todo el escenario,
pasa de la isla central de teclados, sintetizadores y i-pads, a la guitarra
eléctrica y de esta al piano de cola. Se lo nota entusiasmado y enchufado con
esta nueva oportunidad, conectado con su público y así avienta las dudas sobre
su salud (recordar el incidente en su anterior paso por este espacio o su
recientemente frustrado show colombiano). No se priva de dejar alguna frase de
su cosecha: “Recuerden que el Rock Nació-mal”,
es su nueva humorada favorita, y luego de un intermedio protagonizado únicamente
por la orquesta y el saxo solista del histórico Bernardo Baraj (ex Alma y
Vida), sobreviene una segunda parte que superó a la primera con intensas
interpretaciones de Yendo de la cama al
living, Inconsciente colectivo y Los dinosaurios con una breve referencia
final a Led Zeppelin. Y una lista de bises, algunos fuera de programa para
probar cómo funciona el ensamble sin partituras, con Tango en segunda, El amor
espera, Cerca de la revolución y Canción para mi muerte.
No se olvidó de
recordar a su amigo Spinetta cuando antes de la última canción mostró a la
platea la tapa del primer disco de Almendra (la del payaso de la lágrima) y
amagó en la guitarra la intro de Muchacha,
ojos de papel.
Habrá darle la
derecha a Carlitos cuando al final de la noche preguntó: “¿Quién dijo que el rock no se podía tocar con violines?”. Él
demostró que sí pudo, que las líneas paralelas se tocaron y que el artificio
fue posible.-
Fecha: 30/11/2013
Lugar: Orfeo
Superdomo
Formato: auditorio
Asistencia: 4.000
personas
|
Previa de Charly García en Córdoba. Carlos Rolando, Dirty Ortíz, Mario Luna, Germán Arrascaeta, Néstor Pousa y Gustavo Arraigada en el espacio VIP de TELECOM. |