Entre
la actitud rockera y la poética tanguera, Adriana asegura que Goyeneche era el
Joe Cocker del Barrio de Saavedra y que Cobián-Cadícamo eran Lennon-McCartney.
¿Será?
ENTREVISTAS
Por Néstor Pousa
A
Adriana Varela le tocó la gran responsabilidad de cerrar una edición clave del célebre Festival Nacional del Tango en La Falda, nada menos que la trigésima. Impensado privilegio para una
mujer, más que nada por tratarse el tango de un territorio donde, si bien ellas
no están proscriptas, inevitablemente las leyes las dictan los varones. Para
quien pudo asistir a las cuatro noches de gala no le será difícil advertir que
el show de la Varela vibró en una frecuencia mucho más alta que el contexto. Aunque
la madrugada del lunes acechaba y afuera el frío empezaba a destemplar el ánimo,
ella no vaciló y con actitud rockera puso al remodelado auditorio municipal en
estado de show. Las claves: su forma de decir (“Porque el tango no se canta, porque al tango se lo dice”), su gran
carisma y un repertorio con una decena de tangos fatales y algunos autores
convidados, no estrictamente del género, como Alfredo Zitarrosa, Joaquín Sabina
y Jaime Roos. Pero su magia no se agotó sobre el escenario, a tan sólo diez
minutos de poner fin a su show y al evento, aún le sobraba energía y gracia
para entregarse al diálogo. “¡Me tocó un honor! cerrar el número 30, y vos
sabés que en Kabalá el 3 es la música. Y 3 más 0 es igual a 3, así que es 30 en
cronología, pero es 3 como símbolo, así que estoy muy feliz”, comienza diciendo
y empieza a dejar pistas sobre el lado espiritual y místico que tienen las
cosas terrenales. Enseguida da cuenta de sus orígenes tangueros, que siempre
tendrán a dos nombres fundamentales en su vida: “Con el Polaquito y con Cacho
yo empecé a curtir el tango, porque yo no cantaba profesionalmente,
cantaba en mi casa y nada que ver con el tango, yo era rockera por generación o
degeneración, como quieran llamarlo. Yo nací con Los Beatles y Spinetta a la
música, pero luego me agarró la locura y acá estamos”. La locura tiene su
explicación a partir de esos dos nombres propios: el Polaco Goyeneche y Cacho
Castaña, dos personajes muy íntimamente ligados. Fue Cacho quien alguna vez dijo:
“Todos imitamos un poco al Polaco”. ¿Qué opinás? “Yo cuando viajo me doy cuenta
de que el Polaco es una voz familiar, es como un tío tuyo, un pariente,
entonces esto de imitarlo es inevitable porque además fue el que le llevó el
tango a los jóvenes. Yo cuando empecé con él todavía era joven y nos rompió la
cabeza como si fuera el Joe Cocker del Barrio de Saavedra o el Miles Davis de
la canción urbana ¿no? Entonces, claro, es como un referente muy fuerte para
nosotros. Pero yo creo que más que imitarlo, porque es inimitable, lo que
hacemos es escucharlo, porque nos cuenta, nos describe y nos pinta el paisaje
desde donde habla, que es muy fuerte”.
Es
cierto, fue el Polaco y no otro, el nexo, entrañable nexo entre el tango y una
juventud ávida de la pulsión del rock que no registraba la música de sus padres,
pero ¿por qué le tocó a él? “Porque él era la voz quebrada, la voz rockera, al
que se le comprendía. Yo que no escuchaba tango, empecé a entenderlo cuando vi
al Polaco en una película, entendí, me capturó la letra de un tango, había algo
en él que era el mensajero de la gente joven, que fuimos hacia él”, reflexiona.
A
Adriana Varela los amantes del tango clásico la reconocen como una diosa, aunque
tengan que disimular que venere a los poetas del género tanto como a otros autores
de estilos que se filtran por caminos laterales u otros que nada que ver. En
escena desenfunda su abanico negro como un fetiche para interpretar de Sabina ese
maravilloso neotango llamado Con la
frente marchita, una canción que la identifica. Y deberá aclarar por
enésima vez: “Yo creo que la actitud del rock la tengo y no la perderé nunca,
como me dijo Santaolalla una vez: no la pierdas, no la disimules, es tu sangre.
Y al tango lo elijo, lo elijo como oráculo
de identidad, como oráculo poético y fundamentalmente sabio”.
Adriana
habla de Cobián y Cadícamo con la misma pasión y respeto con el que cita a
Lennon y Mc Cartney. Entonces chequeamos en sus preferencias a la hora de
escuchar músicas que no sean de tango, y a la vez descubrimos que también le
van las redes sociales. “¿Qué escucho? A ver, bueno, recién subí a facebook Blackbird por Brad Mehldau. A Sabina lo
canto, lo escucho, lo quiero y lo adoro. Escucho a Silvio Rodríguez como a
David Bowie, a Led Zeppelin, a Robert Plant y sigo escuchando a Prince, y les
adelanto que sacó un nuevo disco que está tremendo. La verdad yo me enamoré de
YouTube, soy lo contrario a las disqueras, o sea a mi me encanta que me
escuchen por YouTube, no me importa nada, porque yo hago lo mismo, hay cosas
que pensé que nunca más las iba a escuchar, cosas de (Frank) Zappa que no las
escuché nunca más y me meto ahí y es como una locura, te agarra como una marcha
que te saca veinte años de encima”, afirma.
-¿Y
grabar algo de eso o tocarlo en vivo?
“En
vivo canto lo que puedo (se ríe) pero siempre en castellano… en argentino”, se
corrige. Y luego recuerda que lo último que grabó fue para una radio, el tema
de Luca Prodan, Mañana en el Abasto. Cuando le propongo que eso es un tango, lo reafirma:
“Eso es un tango, sí, conceptualmente es un tango que describe el Abasto
perfectamente, pero lo grabé con unos arreglos muy locos que hizo mi hijo. Y ahora
estoy por grabar un disco de tango, pero también quiero grabar un disco en ese
plano”, declara como primicia y completa: “Sí, por qué negar todo lo que soy
¿no?”
-Ok,
pero el rock siempre buscó acercarse y fue el tango el que no se abrió.
“¡Obviamente!
El rock buscó la aceptación porque siempre buscás la aceptación del alter ego,
del súper yo, de los abuelos, de los ancestros… y te decían, ¡no, este arcón no
se toca!, y bueno, hasta que lo rompimos”. Luego concluye: “Pero a mí, la
verdad negro, me abrieron la puerta los grandes: el Polaco, Atilio Stampone,
Chupita Stamponi, Salgán, De Lío, Virgilio Expósito, todos los grandes me
abrieron sus corazones, así que yo no me puedo quejar, yo no puedo acusar de
machista a esta gente que fue la más grosa que yo conocí. O Cadícamo, que grabé
su disco de inéditos que el Polaco no pudo grabar y lo terminé grabando yo. Al
contrario, estos tipos para mí son lo más y a mí me tocará pasar la posta”.-