La Puyó en acción |
RECITALES
Por Néstor Pousa
El día 15 de junio de
2013 será tristemente inolvidable por todos los hinchas del Club Atlético
Independiente de Avellaneda. Ese día, luego de 108 años de una historia de
primera, el club sellaba su descenso a la “B” Nacional y así los Diablos Rojos de
todo el país comenzábamos a conocer un “infierno” que no nos era para nada familiar.
“Tocar siempre es un
exorcismo, para el que te escucha y para vos. Te abstraes por un rato de la
realidad. Y, sobre todo, salís de tu cabeza”, la frase pertenece a Claudia Puyó que esa misma noche se
presentaba en el bar El Pungo de La Cumbre. ¿Qué mejor entonces? pensé, y para
allá me fui.
La Puyó es una de las
mejores intérpretes femeninas del blues en Argentina, que luego de algunos
viajes al exterior comenzó su carrera en el país haciendo coros para Pedro y
Pablo, Alejandro Lerner, Miguel Cantilo & Punch. Podría asegurarse que su
popularidad empezó gracias a sus participaciones en el Festival BA Rock de 1982
y los Festivales de Rock de La Falda de 1983, ‘84 y ’86, donde se destacó como
una cantante de voz excepcional y gran personalidad. Su producción registra numerosas
colaboraciones para otros músicos, cuatro interesantes discos solistas y cuando
en junio del año próximo cumpla 55 años de edad, serán 40 de la primera vez que
se subió a un escenario. El último dato no es una infidencia, ya que fue
aportado por la propia protagonista.
Aunque casi siempre
toca con una banda, el show del sábado a la noche fue unipersonal y acústico, acompañada
de su inseparable guitarrón Ovation
modelo sunburst de casi toda la vida.
El piano a su lado sería un testigo mudo y Claudia se lamentaría de no haber
conseguido el pedal de sustain
imprescindible para tocarlo.
Canciones bluseadas es el nombre del show, una obviedad absoluta porque ella todo lo que toca lo transforma
en blues, y elige “clásicos del rock”, como se verá cuando repasemos la lista,
pero cantados en su personal estilo y con la fibra típica de una mina del oeste
de Buenos Aires capaz de coparle, sola, la parada a cualquiera arriba de un
escenario.
El comienzo fue con
una versión oscura de Natural de
Tanguito, a quien llamó Tango Feroz,
en alusión a la película. Uno de los autores más homenajeados sería Spinetta,
se escucharon: Los libros de la buena
memoria, Despiértate nena y Que ves el cielo, de distintas épocas de
Luis Alberto. “En mí hay millones de
canciones, por ejemplo esta de Jimi Hendrix”, avisa antes de mandarse con Little wind (Pequeña ala) y acota: “Estaba bueno el negro, no?”.
Una rareza fue El regreso de Mao, una temprana canción que
Los Redondos que nunca grabaron por no pertenecer a la dupla Beilinson-Solari,
sino a Tito Fargo, uno de los primeros guitarristas de la popular banda.
Después de anunciar
que prefería tocar cosas inéditas siguió con Nahuel, compuesta junto a Aníbal Forcada (músico de León Gieco); y luego
La guitarra no, una colaboración con
Alejandro Medina (exManal), en donde le canta a su incondicional amor por la
guitarra: “Llevate el piano, pero la
guitarra no, no te la lleves, con ella puedo inventar amores, que no me
abandonen, ni me den bajones”.
A veces en los bares sucede
que los de la mesa de al lado se olvidan que hay un show en curso, entonces se
sacan fotos, hablan hasta por los codos y aún más fuerte que el propio músico; para
ellos hubo furibundas miradas de parte de la Puyó y alguna puteada (que no sé
si registraron) durante Mañana en el
abasto de Sumo, una de las más sentidas interpretaciones de la noche.
Hubo pedidos del
público, algunos concedidos y otros no. De Noche
de perros de Seru Giran solamente la
intro con la guitarra, “Otra vez, con el piano, lo hago”, prometió. Cuando le
pidieron Beatles improvisó Revolution
en un inglés medio sanateado. La que sí concedió fue Haydee, una canción propia que encierra una pesada historia, una
historia mucho más trágica, les puedo asegurar, que cualquier fracaso deportivo.
Para el cierre llegó el
único canto colectivo de la noche para evocar a Miguel Abuelo y el Himno de mi corazón de los Abuelos de la
Nada. En realidad todas las canciones habían sido justamente eso: himnos de su
corazón.-
En
La Falda como Janis Joplin. “Como no me
voy a acordar del Festival de La Falda, ¡estoy medicada boludo, si no me
acuerdo!”, me dice, al tiempo que lanza una carcajada. Y sigue: “No me acuerdo
de lo que comí ayer, ponele, porque es la memoria inmediata la que uno pierde,
pero la memoria real de las cosas que pasaron de verdad, no podés perderla. El
recuerdo de mi primer La Falda es imposible de olvidar, fue en 1983 y yo tenía
22 años, o sea imaginate para mí lo que era, fue increíble, fue muy loco porque
yo tocaba con una banda que tenía un (órgano) Hammond y un (parlante) Leslie,
vos sabés lo que es eso. Y no sabés como nos putearon porque tuvimos que subir
el Hammond y el Leslie a un camión y era un kilombo tremendo. Fue muy increíble
porque yo llegué con una banda tipo Janis Joplin, y fue muy loco porque no me
conocía nadie, pero me respetaban porque tocaba rock. Estuve tres veces en La
Falda, en el ’83, ’84 y ’86. En el ’86 toque antes que Fito, yo estaba
programada para tocar de día, y como se había hecho de noche no me querían
poner luces, entonces yo dije: bueno, yo subo y toco igual, pero le voy avisar
a la gente que no me quisieron poner luces. O sea todo bien, yo toco igual, pero
les voy avisando que los prendo fuego. Entonces viene Quaranta (el iluminador)
que es un amigo y me dice: ‘Claudita, no te preocupes, yo te pongo luces’. En
esa época era así, se aprovechaban un poco de que uno tocando era feliz”,
remata.-
Fecha: sábado 15/06/13
Lugar: El Pungo bar de La Cumbre