Todas las manos, todas, para Robert (foto: Silvia Olmedo) |
RECITALES
Por Néstor
Pousa
Hace muchos años me
hicieron un extraño obsequio, un disco nuevo pero que por alguna razón había perdido
la carátula. Nunca supe porque, pero solamente venía enfundado en el sobre
interno y este tenía la letra de una de sus canciones. La portada la pude
conocer muchos años después pero sus canciones me atraparon inmediatamente. Era
el cuarto disco de la banda inglesa Led
Zeppelin, ese que al no tener nombre oficial, tuvo muchos. El que incluye
himnos como Black dog, Rock and Roll y Stairway to heaven, un álbum editado en 1971 y que fue clave para la
banda y para el género. Y a mí, que me gustaba la música pero que tenía mis
preferencias estilísticas un tanto desordenadas, me introdujo definitivamente al
mundo del Rock para siempre.
Resulta que un día la voz de Led Zeppelin anunció su llegada a Córdoba y no niego que para
muchos, cada uno con sus historias personales a cuestas, puede resultar difícil
no tomar su visita con nostalgia. Por eso los que esperaban de Robert Plant un concierto tributo a si
mismo tal vez se fueron algo decepcionados, en cambio los que lograron
desatarse de los prejuicios y relajarse, disfrutaron de la vigencia de un
artista admirable.
Si Plant hubiera
querido homenajearse y dejar a todos conformes se hubiera subido a la gira multimillonaria
junto a sus ex compañeros de banda. Pero resulta que esta verdadera leyenda viva
del rock a sus 64 años de edad considera que todavía tiene mucho para dar, y parte
de eso fue lo que mostró el sábado pasado en el Orfeo de Córdoba.
A tal fin armó una
banda magistral, con dos violeros muy inspirados como Justin Adams y Skin Tyson;
una base dúctil con Billy Fuller en bajo y Dave Smith en batería; el
fundamental John Baggott en teclados y loops; y el músico gambio Juldeh Camara
en violín y banjo africano. Este último una especie de estrella enigmática que
tiene mucho protagonismo en el show. Así se completa The Sensational Space Shifters un combo perfecto que le permite a su
líder volantear y pasar del blues al folk country, del rockabilly a la World
Music, de las melodías celtas al rock and roll con un estilo absolutamente
personal y la impactante presencia escénica de uno de los mayores frontman que
alumbró la música.
Con la sorprendente Tin Pan Valley empezaron a desandar
parte del repertorio solista del intérprete ante la mirada expectante de la
platea. Brillantes momentos como el cover Spoonful
(original de Howlin' Wolf) o Funny in my mind o la maravillosa All the King's horses eran lo más fiel a lo que la banda pretende
como propuesta actual, con momentos para el lucimiento personal así como para
el de todo el grupo, y un protagonismo por momentos superlativo de Juldeh
Camara en voz y ejecución de sus instrumentos tribales que se ensamblan sin
traumas con las bases programadas que dispara Baggott desde sus teclados.
Habría que sumar a esta primera lista a Four
sticks con el cual un público definitivamente adepto empezaba a recibir
parte de lo que había ido a buscar, es decir: los temas de Zeppelin. Aunque
para la versión de Black dog, tal vez
uno de los más esperados de la noche, en algunos desprevenidos pintó algún
desconcierto. Eso no sonaba como Zeppelin, era la misma letra, pero se mecía
sobre una guitarra slide sin el mínimo amague por parte de Adams o Tyson por imitar
algún yeite de Jimmy Page. Por lo menos quedaba claro para la multitud que las versiones
no iban a tener concesiones y que Robert no estaba ahí para copias de sí mismo.
Los temas más emblemáticos iban a volar por alturas insospechadas pero para cuando
la platea entró en la frecuencia que proponía la banda, Ramble on y Whole lotta love
sonaron definitivamente fascinantes.
Avisenlé a Fito Páez,
a Robert Plant le molestó tanto como a él los que deambulan por los pasillos de
la platea al baño o por más cerveza. Aunque soltó un “Fuck off” y amagó una patadita, su reacción fue más irónica que
agresiva y bromeó: “Última chance para ir
al baño, no más toilette”. Su expresión iba del fastidio a la sorpresa por
tanto movimiento y aunque parezca un dato menor o una nota de color los
responsables de la producción de los eventos y del Orfeo tendrán que tomar nota
del reclamo.
El show que debería
considerárselo como uno de los mejores del año en la ciudad culminó con dos
bises. Para que esta historia cierre perfectamente sonaron la hermosa balada Going to California y la emblemática Rock and Roll, ambas extraídas del aquel
fabuloso disco sin caratula.-